Es la última tendencia: invitar al deporte a mudarse a estas tierras: al proyecto del Mundial de fútbol 2030 se les sumaron los de rugby y básquetbol.

sultó ser una semana poco habitual para el deporte argentino: tanto la Unión Argentina de Rugby (UAR) como la Confederación Argentina de Basquetbol (CABB) oficializaron sus deseos de organizar en el país durante la próxima década los mundiales de ambas disciplinas. Tan desusado que unos pocos esperaron incluso que sucediera algo similar con el voleibol, durante el cierre del Congreso de laFederación Internacional (FIVB) , ayer en Puerto Madero, aunque fueron en definitiva Italia y Bulgaria las naciones que se postularon para el certamen de 2018.

Es infrecuente que la Argentina se piense con relativa seriedad como sede de megaeventos del deporte. Hasta ahora solo concretó el Mundial de fútbol de 1978 y los Juegos Panamericanos de 1951, en Buenos Aires, y de 1995 en Mar del Plata. El país presentó su candidatura para los Juegos Olímpicos de 2004, pero quedó eliminado en la primera rueda de votación. La zigzagueante realidad económica de las últimas décadas también formó parte de la conspiración pero, ahora, el optimismo parece campear entre los dirigentes.

Esas apuestas del rugby y del basquetbol se producen cuando, en marcha ya la realización de los Juegos Olímpicos de la Juventud -a desarrollarse en octubre de 2018- otras ideas trascienden la etapa de los sueños: el presidente delComité Olímpico Argentino , Gerardo Werthein, piensa en la posibilidad de organizar en la capital argentina los Juegos Panamericanos de 2023, como banco de ensayo para una hipotética candidatura a los Juegos Olímpicos de 2028 o 2032, una alternativa alentada nada menos que por el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach, que no se cansa de sugerirlo. Todo eso, mientras late la chance de que, en sociedad con el Uruguay, la Argentina reciba el la Copa del Mundo de la FIFA del Centenario, en 2030, un siglo después de aquel primer Mundial cuya final definieron las selecciones de ambos países en 1930.

Son todos proyectos a futuro, pero lo llamativo es su simultaneidad. En la mayoría de los casos, cuentan con el espaldarazo oficial. «¿Podemos hacerlo? Sí, claro» opina el secretario de Deportes de la Nación, Carlos Mac Allister. «Todo lo que sea importante para el desarrollo del país, bienvenido. Tenemos que demostrar que podemos hacerlo bien, confío mucho en (los Juegos Olímpicos de la Juventud de) 2018, sé que vamos hacerlo bien. Tenemos que extender la participación a todo el país, precisamos 40 mil voluntarios para llevarlos adelante» explica. «Hay que dejar de ver las cosas como lejanas, somos capaces de mucho. Pero depende de qué clase de política tengamos» avisa.

La CABB esperó el guiño de la Secretaría para oficializar su candidatura al Mundial 2023 de basquetbol, la primera vacante disponible, ya que la responsabilidad el torneo de 2019 está en las manos de China. «Desde que Buenos Aires logró la sede de los Juegos de la Juventud hay otra mirada sobre el país en cuanto a la organización de eventos internacionales» afirma Federico Susbielles, el presidente de la confederación. «Es muy importante lograr estructura y apoyo de gobiernos nacional y provinciales, y sumar sponsors privados».

La UAR encontró respaldo de primer nivel: fue el propio presidente Mauricio Macri quien avaló frente al titular de la World Rugby, Bill Beaumont, en la residencia de Olivos, la candidatura para la cual trajina tanto Agustín Pichot, el número 2 del entramado planetario de la ovalada. «Al presidente Macri se lo vio muy entusiasmado» divulgó Carlos Araujo, titular de la UAR.

«Tenemos que estar bien preparados para poder candidatearnos en general -apunta Mac Allister- Para eso debemos mejorar la infraestructura del país: comunicaciones, autopistas, aeropuertos».

Los Panamericanos y los JJOO son, por ahora, hipótesis de trabajo. «Buenos Aires sería una notable sede de los Juegos» dijo Bach, el titular del COI, a la nación, en julio pasado. Pero lo que se recorta inexorable en el horizonte, es la Copa del Mundo de 2030. Mac Allister revela que participará pronto de una conferencia impulsada por el ministro de Turismo argentino, Gustavo Santos, junto a sus pares del gobierno uruguayo.

«Teníamos pensada una acción para el reciente Argentina-Uruguay de las eliminatorias» revela el funcionario durante una charla con la nación en el Cenard. «Queríamos ponerle la camiseta argentina número 20 a Messi, y la uruguaya número 30 a Luis Suárez, para sacarles una foto de espaldas con el estadio lleno, como acción de difusión de la candidatura conjunta. No será nada difícil concretarla en Barcelona, dónde ambos son ídolos.

En 2013, Julio Grondona afirmó: «la FIFA desea celebrar los 100 años de la Copa del Mundo en Uruguay y Argentina. Eso lo confirmo. Está firmado». Grondona ya no está para mostrar documento alguno y al comando de la FIFA quedó Gianni Infantino, que sueña con una Copa del Mundo de 48 equipos. Aunque la organización sea conjunta, su máximo peso recaería sobre la Argentina: con la actual estructura de competencia, con 32 finalistas, se pensó en que el país puede abocar ocho estadios al torneo, con solo tres en Uruguay, entre ellos el mítico Centenario. FIFA prevé tomar la decisión sobre la sede de 2026 recién en mayo de 2020; la determinación sobre 2030 llegaría entonces en 2024, dentro de siete años y medio.

Las finanzas y la confianza también jugarán papeles decisivos en la concreción de los proyectos. «Hay que ver que retorno tienen, hay que estudiar todo» opina el secretario de Deportes, que no deja que su racionalidad de funcionario opaque su entusiasmo. «Lo que genera el turismo deportivo es tremendo. Si los megaeventos dejan ganancias a través del turismo, es un beneficio para todo el país, no solo para los organizadores», apunta.

«En los últimos 15 años, el mundo cambió tanto como en el siglo anterior; en los próximos 8 o 10 años, cambiará tanto como en los últimos 25 años. Hay que estar dispuesto al cambio» invita Mac Allister. Los dirigentes deportivos argentinos se muestran dispuestos. Pero siempre existe un largo trecho entre el dicho y el hecho.