Se trata de un conjunto que apuesta a la inclusión y a terminar con la homofobia en el deporte. “Cada vez que entramos a la cancha es una especie de acto político”, afirman.

El rugby, al igual que otros deportes, suele ser un espacio en el cual aspectos culturalmente asociados con la masculinidad, como la virilidad y la heterosexualidad, son establecidos como la norma a seguir y, muchas veces, hasta se ven exacerbados. En ese contexto, y siguiendo una movida internacional,Ciervos Pampas nació hace cinco años como el primer equipo de la Argentina por la diversidad sexual.

Se trata de un combinado que no está integrado en un 100% por varones gays, pero en el que estos encuentran un lugar en el cual expresar libremente su orientación sexual, sin miedo a los prejuicios o a la discriminación. Su objetivo es difundir valores relacionados a la diversidad y la inclusión.

Beltrán Horisberger tiene 24 años y hace dos y medio que es parte de Ciervos Pampas. Previamente, había jugado en el club Estudiantes de su ciudad natal, Paraná. Como capitán, contó que el equipo tiene «una conformación heterogénea» y que hay muchos integrantes que, previamente, no se habían animado a meterse en el mundo del rugby «frenados por no encontrar un espacio de inclusión plena o donde se sintieran cómodos». «También hay mucha gente que jugaba al rugby de antes y que se acercó porque les pareció interesante la impronta», agregó.

Los Ciervos Pampas entrenan dos veces por semana, martes y jueves por la tarde, en la plaza Uruguay del barrio de Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires. Antes de las prácticas, hay un espacio de formación para los que recién se inician en el rugby. Este año, por primera vez, el combinado inició su participación en competencias, con la disputa de un torneo empresarial.

«Acá hay un nivel de sensibilización que no vi en otro equipo», reconoció Santiago Santillán, que es maestro en una escuela primaria y que se acercó a Ciervos Pampas luego de pasar por Albatros de La Plata. El docente señaló que muchas personas con sexualidades disidentes ni siquiera se animan a ingresar al mundo del rugby por el temor a la discriminación. «El espacio no habilita a que uno se aproxime y se desarrolle como deportista. Nosotros abrimos un lugar y se acercaron 40 jugadores. Eso es porque había espacios que estaban negados y porque es interesante la propuesta», consideró.

En ese sentido, Beltrán, quien se dedica a la gastronomía, planteó que aunque no se conozcan públicamente «testimonios de actos de violencia o de discriminación manifiestos», sí hay una «discriminación institucional que subyace a toda la cultura argentina y también al mundo del rugby».

«Tal vez las personas no son señaladas o puntualmente discriminadas por su orientación sexual, pero sí está el condicionante social de que, por defecto, lo normal es ser heterosexual. En todos los espacios del deporte, y también fuera de él, la gente no siente la comodidad de acercarse, sobre todo en el rugby, que es un deporte que pone en alza el intercambio social entre los jugadores. Una persona que necesita intercambiar socialmente, y para la que parte importante de su identidad y de su vida es su sexualidad, no se va a sentir cómoda», analizó.

El equipo se convierte, de esta manera, en un espacio en el que conviven varones que expresan distintas orientaciones sexuales: hay muchos que son gays y otros tantos que no. Sin embargo, estos últimos también asumen de forma militante la defensa de los derechos de la comunidad LGBT.

«Nunca me sentí tan dentro de un equipo de rugby como ahora en Ciervos Pampas», afirma Mario, quien ya había incursionado en el deporte cuando cursaba sus estudios universitarios en Perú. El comunicador social celebró valores como «el compromiso, la amistad y el honor», que «se viven a flor de piel» entre los integrantes del conjunto. En cambio, Darío nunca se había acercado a esta disciplina, solo había practicado deportes individuales. «No pude haber hecho mejor elección que empezar en Ciervos Pampas. La camaradería, el compañerismo y el respeto son incomparables», destacó el joven que trabaja en sistemas y que se acercó al equipo tras ver una publicación en Facebook y luego de vencer los prejuicios que implicaban comenzar con la ovalada recién a los 30 años.

Aunque celebró las «dinámicas positivas» de aceptación de la diversidad sexual que se desarrollaron en la Argentina desde «lo formal», con la sanción de leyes como el matrimonio igualitario y la identidad de género, Beltrán indicó que aún hay mucho camino por recorrer en lo que denominó «la cultura intrínseca» del país: «Las personas aisladas sufren la discriminación por orientación sexual en todos los ámbitos, incluido el mundo del rugby. Nosotros buscamos que esto se termine y concientizar a la comunidad de nuestro deporte, al menos, para empezar a valorar la diversidad».

«Se sostiene teóricamente que en el rugby te van a aceptar igual, que nadie te pregunta que hacés en tu intimidad cuando entrás a una cancha. Pero nuestra sexualidad es algo con lo que cargamos identitariamente y que nos constituye mucho más allá de la puerta de la habitación. Tiene que ver con cuestiones de expresión de género, etcétera. Nosotros abrimos un espacio para que las personas sean identitariamente quienes quieran ser, para que expresen completamente su personalidad y, al mismo tiempo, para que puedan jugar al rugby», manifestó el capitán de Ciervos Pampas y se ilusionó con que, en el futuro, un espacio de diversidad sexual no sea necesario, que todos los equipos asuman un compromiso de inclusión y «que todas las personas puedan vivir plenamente su vida y expresar su identidad en el rugby sin sufrir situaciones de discriminación».

Los Ciervos Pampas, además, apuestan a poner en valor otro tipo de juego. «El rugby más violento es parte del pasado», aseguran. Proponen una práctica más dinámica y, al mismo tiempo, sostienen que la disciplina «ya está bastante preparada para asumir las aceptaciones de las distintas expresiones de género, que no tienen que ver con la virilidad o con el ser machos».

Pero la actividad del equipo no se limita a la práctica deportiva, sino que sus integrantes también conforman una organización que lucha contra la homofobia y que busca la inclusión de las personas con sexualidades disidentes (por fuera de la norma social de la heterosexualidad) en distintos ámbitos. A la par de los entrenamientos, organizan instancias de reflexión sobre género, machismo y sexualidades, acompañados de un psicólogo. También se involucran en otros reclamos relacionados a sus objetivos: recientemente, acompañaron a Jéssica Millamán, una joven trans a la que las autoridades no dejaban participar de una liga local de hockey femenino en Chubut