La relación entre la Argentina y la NBA comienza una era distinta, con los dos primeros jugadores nacionales de una nueva camada.

«Nunca intentes ser mejor que los demás. No busques ser campeón. No quieras ser el 1. Eso se consigue como consecuencia de otra cosa. Si vos le decís a un chico: «¿Querés ser como Messi? Bueno, tenés que prepararte y pelear todos los días para ser como Messi», le estás mintiendo. Si yo te digo, «sueño con ser lo mejor que puedo ser». Entonces decís, «es un pelotudo», porque eso lo tenés en tus manos. Si tiene el sueño de ser Messi, dejalo que siga siendo un sueño. No se lo quieras convertir en realidad porque lo vas a frustrar. Mi laburo es liderar jugadores con la verdad. Los tengo que potenciar, buscar un lugar donde vivan con la ilusión y no los choque. Si yo le digo a Nicolás Brussino que tiene que trabajar y comer como Ginóbili, lo llevo a la frustración. ¡O al contrario! Lo convierto en un mediocre, porque en una de ésas puede ser mejor que Ginóbili. ¡No me jodan con eso de los sueños!».

Suelto y pasional, Sergio Hernández dijo esa frase hace siete meses, cuando cualquiera hubiera sugerido tratamiento psiquiátrico para aquel que pronosticara que Nicolás Brussino, por entonces en Peñarol, iba a jugar este mismo año en la NBA.

Si se pudiera establecer una línea de tiempo para los argentinos en la NBA, éste sería el Año I después de la Generación Dorada. Aunque todavía sigan Luis Scola (Brooklyn, 36 años) y Manu Ginóbili (San Antonio, 39), empieza una nueva era.

La temporada 2016/17 podrá observarse como la primera en la que desembarcaron en la máxima competencia del planeta dos jugadores que no integraron el grupo más glorioso del básquetbol nacional. Con optimismo, se dirá que hay vida después de la GD. Eso es lo que representan Nicolás Laprovittola (26 años), que acompañará a Ginóbili en los Spurs, y Brussino (23), que jugará en Dallas. Con realismo, se observará que ya no podemos pensar en figuras con el protagonismo que alguna vez supieron tener Ginóbili en los Spurs, Nocioni en los Bulls o Scola en Houston.

Tal vez algún día puedan asumir roles destacados, no es en este momento.

Pero hay un valor extra en el viaje que acaban de comenzar Laprovittola y Brussino. El resto de los jugadores jóvenes en el país dejarán de ver ese horizonte como una distancia inalcanzable.

Enseguida surgen nombres. Dicen que Facundo Campazzo (25) se apresuró al firmar con Murcia esta temporada, que podía haber tenido una chance este mismo año en la NBA. Si sigue jugando como hasta ahora en España, las puertas se abrirán en 2017.

Patricio Garino ya alcanzó un contrato no garantizado con los Spurs y ahora dijo que jugará en la Liga de Desarrollo con Austin Spurs. Si bien él mismo reconoció que todavía no tiene lo que hace falta para conseguir la confianza de algún equipo de la NBA, no se descarta que pueda ser tentado por algún otro equipo, o incluso se gane un lugar desde esta competencia alternativa.

Además, Juan Pablo Vaulet (20) ya se encuentra bajo el radar, tras la selección de Brooklyn en el Draft de 2015. Y para el Draft 2017, no sería una locura pensar en una selección de Gabriel Deck (21). Y si ellos ya están en la mira, ¿qué le impide al resto imaginar que es posible?

Después de la década de ensueño que vivió el básquetbol nacional, la ansiedad, las proyecciones y las distintas realidades hicieron que la NBA volviera a observarse como en los 90, como algo mágico, intocable. Es hora de derribar ese mito.