Los Patriots vencieron a Atlanta Falcons por 34-28, tras estar 28-3 abajo.

No pasará mucho tiempo para que el Super Bowl LI se transforme en un documental. En una de esas películas con los condimentos exactos de drama y emoción. Y con la leyenda Tom Brady como el gran protagonista. Como el hombre que se viste de superhéroe, como el responsable de los imposibles.

Los Atlanta Falcons estaban a nada de hacer historia en una noche de ensueño: conseguían su primer Super Bowl frente a la dinastía de los New England Patriots, frente al mito Belichick y frente a Brady. Matt Ryan, el mariscal de campo de los Falcons que fue elegido MVP de la temporada, jugó como si aún debiera justificar los argumentos de su elección. Con infalible precisión lideró a su equipo y estuvo cerca de ser el primer jugador más valioso en ganar el Superbowl en este siglo. Pero ni los Falcons ni Ryan pudieron quebrar la maldición de estos tiempos. Tras estar 28-3, vieron como Brady y compañía sellaban una remontada histórica. Un triunfo que parecía impensado y que marcará a varias generaciones de fanáticos del fútbol americano. Luego de empatar, los Patriots llevaron el partido a tiempo extra y un touchdown de oro hizo el resto. Así, New England consiguió una dramática victoria de 34-28 sobre los Falcons. El quinto Super Bowl para Brady, el mejor de todos.

Sólo el partido más célebre le dio un descanso a Trump

Donald Trump respiró en paz por primera vez en 18 días. El Super Bowl desplazó del epicentro mediático al presidente estadounidense. Houston fue un oasis dentro de una sociedad convulsionada que había aprovechado cada escaparate para exteriorizar su opinión sobre Trump. Casi 2.000.000 de fanáticos, fueran o no de los equipos protagonistas, caminaron las calles houstonianas este domingo. 30.000, se estima, eran mexicanos. Todo fue tan calmo que hasta el propio Trump propuso una pausa en su verborrágica cuenta de Twitter: «Disfruten del Superbowl y después seguimos: Make America Great Again».

Ni en el fan fest emplazado en el Toyota Center que hospeda a los Houston Rockets de la NBA ni en las adyacencias del imponente NRG Stadium se registraron manifestaciones contra Trump. Todo fue en calma, apolítico. Apenas un par de oradores religiosos, otros tantos en contra de los dogmas cristianos y un grupo que emprendió una inédita campaña frente a la circuncisión infantil tiñeron una previa en la que nadie se preocupó por las órdenes ejecutivas de Trump. Solo importaba el Super Bowl, tomar cerveza, conseguir algún ticket faltante en una reventa que arrancaba en 3000 dólares y comer entre amigos e incluso rivales.

Lady Gaga, quien había participado activamente en el cierre de campaña de Hillary Clinton, si aprovechó su show de medio tiempo para mandarle un mensaje solapado a Trump. Desde el techo del estadio y escoltada por más de una centena de drones que formaban la bandera estadounidense, recitó parte del juramento de lealtad: «Una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos».

Amén de la popular cantante, el Super Bowl se mantuvo en la misma tónica de una semana en la que todos evitaron referirse a Trump, incluso siendo ignorado por quienes públicamente habían asumido su relación de amistad. Solo Martellus Bennett, ala cerrada de New England Patriots, se refirió al tema: «Si ganamos el Super Bowl probablemente no vaya a la fiesta en la Casa Blanca, no me gusta la persona que ahora vive ahí».

El sábado por la tarde, en cambio, encontró un foco de resistencia marchando por las calles de Houston. Casi 300 personas caminaron con carteles en contra de la reforma migratoria de Trump. #ResistTrump fue la insignia de un grupo que definió a su ciudad como «la ciudad de los inmigrantes».

Es que el 30% de los refugiados que en 2016 ingresaron a Estados Unidos se asentaron en Texas y de esa treintena, el 50% lo hizo en Houston. El cálculo es sorprendente: 30 de cada 1000 refugiados elige Houston por su bajo costo de vida, sus numerosas oportunidades laborales y el ambiente amigable de una población que desde la década de los setenta está acostumbrada a cobijar a inmigrantes: 200.000 vietnamitas llegaron a Houston tras la Guerra de Vietnam.

El Super Bowl de Donald Trump, tal vez el más politizado de las últimas décadas, terminó siendo un símbolo de concordia que ya es historia. Mañana Trump volverá a ser protagonista de todas las tapas mientras sigue diseñando el muro para separar a Estados Unidos del mundo.