Independiente dio anoche una muestra más de coraje. Si había algo que le faltaba a este equipo renovado, que acaba de completar una semana perfecta, era un triunfo como el de anoche, a puro nervio, en la última jugada y en el Libertadores de América, donde hasta hace dos semanas se sentía incómodo. Otra vez con una versión inestable, que conjugó un primer tiempo chato y un segundo de alto vuelo, Independiente, que se mete en la pelea, se hizo fuerte en la tormenta, cuando estaba contra la pared, y le ganó con justicia 2 a 1 a Huracán , que murió en la costa, a 12 minutos de dar el golpe en Avellaneda.

La vorágine de partidos apretados repercutió en el físico de varios de los jugadores de Independiente, que venían de hacer un desgaste anormal tras el clásico y el duelo con Camioneros, por la Copa Argentino. Los músculos pesaban cuando empezó el partido. Se notó de inmediato. Huracán, testigo de lo que pasaba, trató de romper la estructura de su rival aislando a los conectores (Rigoni, Benítez y Barco), la carta más pesada del conjunto de Holan. Cada vez que defendía, la visita retrocedía para ajustar las marcas y tapar los espacios. Sin espacios no había sorpresas. Independiente era una sombra.

A los 20 minutos, una delicia de Rigoni pareció encender el mechero. Pero fue una ilusión. A los 26, durante el peor momento de Independiente, llegó la descarga de Huracán. Con la pelota encima, luego de un rebote de Campaña tras un cabezazo de Fritzler, Gigliotti, en el día de su cumpleaños número 30, intentó rechazar la pelota, pero la metió en su propio arco. A partir de ahí, Huracán, orgulloso de lo que había logrado, avanzó algunos metros. Independiente, confundido, quedó preso de su desconcierto. Poco después, Villalba tuvo un tiro libre que pudo haber terminado en gol. El lateral izquierdo puso a prueba otra vez a Campaña, uno de los mejores, quien evitó el segundo. El tiempo llevó a Independiente a un plano anodino. El juego se hizo individual. Huracán, con poco, logró desarmar a su rival.

Erviti fue la llave

Para la segunda parte Holan se dio cuenta de que necesitaba un golpe de efecto. Sacó a Nery Domínguez y le dio lugar a Erviti, que esperaba en el banco de suplentes. En un partido con pocos espacios y sin tanto lugar para el vértigo que caracteriza a este equipo, Erviti tuvo que oficiar de cerrajero. El local avanzó, hizo que la pelota circulara y asustó a los de Parque de los Patricios. El partido ya era otro.

A Huracán le empezó a pesar la victoria parcial. Lejos de lo que había pasado en el arranque, en donde jugó más suelto, vio que estaba cerca de asaltar el invicto de Independiente y se perdió. Rigoni, a todo esto, se cambió de banda, pasó a jugar a su izquierda y martilló desde ahí. Independiente agigantó su imagen. Benítez, desde adentro, encontró ciertas libertades. Barco fue a la derecha, a someterse a duelo con Villalba.

El invicto se le escapaba ante un rival de menor calibre. La desesperación flotaba. Hasta que a los 33 minutos, cuando todo era griterío, Fernando Echenique sancionó un penal de Nervo, que tocó la pelota con la mano. Barco, el dueño de las ejecuciones de corta distancia, se hizo cargo. Fue gol. En vez de festejar, el joven futbolista fue a buscar la pelota adentro del arco. El triunfo se olía. Así fue que entonces, en la última jugada del partido, Erviti, tras una combinación entre Tagliafico -frío y cerebral en el momento más caliente- y Albertengo, metió el segundo gol de Independiente, que cerró una semana perfecta.