Así como en su momento, eran más los aciertos que los errores. Hoy está claro que Eduardo Domínguez no da en la tecla con el diagnóstico futbolístico.

Del t÷ecnico siempre se ponderó su trabajo, el profesionalismo con el que encara su actividad. Algunas cuestiones de estrategia, pensando en función del rival y la manera de neutralizarlo y claro está principalmente los resultados.

Pero todo lo bueno que venía haciendo el técnico desde que asumió en enero del 2017, en esta última etapa se derrumbó. Y la conclusión general es que falla más de lo que acierta, no solo en el planteo de juego, sino en la conformación del equipo, los cambios que realiza y los refuerzos que eligió.

En este semestre fue probando de todo, línea de cinco defensores, dos puntas, un punta, con enganche y sin enganche. Volantes que entran y salen y algunos respaldos que cuesta entender.

Como por ejemplo Alan Ruiz quien hasta aquí fue sumamente improductivo pero que el entrenador se encargó de ratificarlo partido a partido. A lo que habría que sumar la inclusión de Leonardo Heredia en varios encuentros sin resultado alguno.

En los últimos dos encuentros (San Lorenzo e Independiente) el futbolista más desequilibrante fue Tomás Chancalay. Sin embargo y siendo difícil de entender el entrenador lo reemplazó las dos veces y ante el Rojo a los 9′ del ST.

Ante Independiente tenía en el banco al uruguayo Gonzalo Bueno, como para intentar el desequilibrio mano a mano teniendo en cuenta que Chancalay ya no estaba en cancha.

Pero eligió poner a un volante como Ariel Cháves cuando el equipo perdía y en ataque solo contaba con Nicolás Leguizamón. No llevó al banco a un punta de área, sabiendo que Legui llegaba tocado. Y Tomás Sandoval jugó en Reserva.

Pidió expresamente por Franco Zuculini, lo llamó infinidad de veces para convencerlo de que retorne al fútbol argentino hasta que vino, en lo que fue una puesta exclusiva de Domínguez.

Y con nueve partidos jugados en este semestre, Zuculini aún no debutó con la camiseta rojinegra. Llegó el uruguayo Bueno (la dirigencia pagó un préstamo de 200.000 dólares aproximadamente) y el delantero tan solo suma 15′ en lo que va de la competencia.

Ante Independiente, recién debutó otro de los refuerzos como Cháves, es decir que uno no lo hizo todavía (Zuculini) y los otros dos tienen un cuarto de hora dentro de la cancha.

El equipo no tiene una identidad de juego y encima ahora no obtiene los resultados. Lo que antes maquillaba con los números, ahora no lo puede hacer y en consecuencia la realidad es más tangible.

Se corrió el velo y la imagen que deja trascender no es la mejor. Este Colón en nada se parece al equipo confiable que en su momento supo construir el DT y por el cual la dirigencia aceptó todos los pedidos del DT.

José Vignatti y sus pares de Comisión Directiva trabajaron para darles las mayores comodidades al plantel y al entrenador y hasta aquí la ecuación no cierra.

Colón no juega bien (a excepción del partido ante el San Pablo en el Morumbí, el segundo tiempo con Atlético de Tucumán y parte del encuentro ante San Lorenzo) resulta ser un equipo previsible, al cual le falta reiventarse y es allí donde no se está notando la mano del cuerpo técnico.

Afuera de la Copa Argentina, en las últimas posiciones de la Superliga, con el Clásico que ya pasó (se empató de local jugando muy mal) da la sensación que la bala de plata que guarda Domínguez es la serie ante el Junior y que esta vez no tiene margen de error. Deberá acertar, de lo contrario su destino puede resultar incierto.