El mundo ovalado muestra con orgullo sus valores que lo hacen especial, pero las grescas oscurecen todo. Un jugador santafesino será revisado para saber el grado de la lesión de la órbita derecha de un ojo.

El fin de semana el rugby fue noticia: por un lado por el gran comportamiento de las cuatro hinchadas en la jornada de las semifinales en Duendes; por el otro, por una situación que empaña a la ovalada tras la gresca que protagonizaron dos equipos de primera división. Tumulto que dejó como saldo un jugador que podría ser operado por la fractura de la órbita derecha. ¿Qué más debe suceder para que estos hechos lamentables sean erradicados? Es momento de empezar a respetar los reglamentos, por parte de los jugadores pero también por los dirigentes, cómplices en todo esto.

Porque si el rugby quiere mostrarse distinto por sus valores, no basta con compartir una tribuna y no necesitar policías, o reconocer que un try no debe cobrarse porque se cometió una infracción previa. Porque todo eso se borra cuando jugadores del plantel superior intercambian golpes, todo delante de juveniles o infantiles que tienen como sus primeros ídolos a los jugadores de la primera de su club.

Pero deben detenerse no porque se va a sancionar que dureza esos hechos, sino porque los jugadores deben ser conscientes que esas conductas no son propias del juego y que pueden tener consecuencias graves.

El rugby es un deporte de contacto y bien vale la célebre frase “un deporte de bárbaros, jugador por caballeros”. Pero poco tiene de caballero pegarle a un rival.

Año 2018 y siguen ocurriendo estos hechos. Días atrás todo el mundo ovalado festejaba la actitud de un juvenil de 18 años en reconocer un error y que no se cobre un try. Esta semana un jugador podría ser operado por una fractura en la órbita del ojo derecho.

¿Este es el deporte que se pretende para los jóvenes? Los ejemplos son los mejores docentes. Los más chicos copian a sus mayores. Persona que no esté dispuesta a respetar el reglamento, que no juegue y se dedique al vale todo. En esa disciplina podrán sacarse las ganas de golpear sin cuartel, pero en el rugby el único golpe permitido es el tackle.

Los jugadores no son los únicos responsables. Es que los dirigentes cuando un jugador de su club es sancionado hacen más lobby que las empresas mineras o petroleras para que les condonen las penas, por lo que también son responsables que estos hechos sigan sucediendo. Porque los dirigentes son los que integran los comités de disciplina.

También esos mismos dirigentes que montan un circo anunciando penas ejemplificadoras y después cuando pasó un tiempo prudencial, tras bambalinas y de común acuerdo entre ellos, reducen las sanciones. Y envían un mensaje erróneo: “Como no van a volver a golpearse, si total después las sanciones no se cumplen”. Hay que hacerse cargo de los actos, y mucho más si son actos de inconducta. Nadie puede hacerse el sonso, todos conocen muy bien el reglamento.

Es momento de ponerse los pantalones largos, de empezar a respetar los reglamentos. Si la sociedad está pasando por un mal momento, allá ella. El rugby, por sus valores, puede ser una isla. Un reducto donde las leyes se cumplan, pero mucho más importante es que sea un lugar donde las leyes sean una forma de vida.

Para que los valores del rugby sean una marca registrada, y se diferencien del resto de los deportes ante la sociedad, las grescas o golpes deben erradicarse. Así como los tramposos no tienen lugar en el rugby, los violentos tampoco.

Mea Culpa necesario
El periodismo ovalado también debe hacer un mea culpa. En la mayoría de los casos o se hace la vista gorda o se informa escuetamente. Al ser un mundo pequeño en el cual todos se conocen con todos, siempre hay una benevolencia para tratar determinados temas.

Con el fin errático de querer proteger al deporte, el resultado termina siendo el inverso.

Si algo está mal o es contrario a los reglamentos debe ser noticia. Esa cultura de señalar al que denuncia o hace público un acto contrario a las leyes como botón, es bien propio de una sociedad que no respeta los reglamentos, ni leyes, ni buenas costumbres. Y del que sólo salen beneficiados los corruptos y tramposos.

Un ejemplo para la reflexión es el caso del golpe sufrido por Facundo Lucas (Jockey Club de Rosario) en 2012 por parte de Dino Cáceres (Tucumán Lawn Tennis). Para el tucumano se pidió una sanción ejemplar, pero la pregunta es: ¿hubiesen actuado de igual forma los medios rosarinos si el hecho era al revés?

No se puede seguir escondiendo la tierra debajo de la alfombra, no es sano para ningún ámbito.

Perdió el rugby
El sábado se enfrentaban en cancha de Crai el conjunto local ante Old Resian y en juego estaba el quinto puesto del Torneo del Litoral. A los 18 minutos del primer tiempo y cuando los rosarinos ganaban 5 a 0 se inició la debacle del encuentro. Tras una gresca fueron expulsados Joaquín Lerche y José Dogliani (Crai), mientras que en Old Resian vieron la roja Alejandro Vaisman, Brian Sánchez y Manuel Rodríguez. Una curiosidad es que Emanuel Piermarini, que tuvo participación activa en los hechos (lamentables), y quien resultó lastimado (posible fractura de la órbita derecha), no fue expulsado y terminó siendo reemplazado.

El encuentro finalizó con triunfo de Crai por 29 a 10. Pero lo más negativo es que de ambas instituciones se escucha “ellos empezaron”, “ellos pegaron primero”. El único que perdió es el rugby.