Hasta exponiéndose en largos tramos del trámite, el equipo del Patón jugó uno de sus mejores partidos en ofensiva desde que Bauza es el técnico. Y lo hizo nada menos que ante un tremendo rival como River.

Iban 15 minutos del partido y la sorpresa era mayúscula: Central le manejaba la pelota a River. A partir de esa sentencia se entiende gran parte de lo que fue el partido de mayor generación en la faceta ofensiva del equipo canalla en la era de Edgardo Bauza. Resaltarlo no está de más. Por una sencilla razón: enfrente estaba el cuco del fútbol argentino, este equipo del Muñeco Gallardo que al oponente que encuentra distraído y con la guardia baja le puede hacer pasar un papelón tremendo. Tuvo de todo el partido en los dos arcos. Central pudo ganarlo sin lugar a dudas. También pudo perderlo sin lugar a dudas. Todo por ese ida y vuelta que propuso el conjunto canalla ante un rival de comprobada jerarquía. Por eso suena muchísimo más loable el punto obtenido que la nueva fecha que dejó atrás sin poder ganar. Este Central jugó a otra cosa. Fue más incisivo, más voraz, más dinámico. Incluso corriendo riesgos que quizá posiblemente hayan parecido más pronunciados por la categoría del rival.

En esos primeros 15 minutos a alguien que miraba atento desde la platea se le ocurrió decir que lo hecho hasta ahí ya había sido muy superior que los primeros 60′ en el clásico. La afirmación tenía razón de ser. Sonaba como una apreciación correcta. Es que era evidente ese comportamiento revulsivo que ya mostraba el conjunto canalla teniendo en cuenta la apatía de muchísimos partidos anteriores.

Esta vez el paso adelante existió. No hubo un salto de muchos casilleros en relación al punto obtenido, pero la fisonomía fue otra. Seguramente esa es la nueva cara que necesitará Central de aquí en más para a partir del domingo empezar a ganar de una vez por todas si no quiere sufrir con el promedio en la próxima temporada.

Es tan dinámico y loco el fútbol que el andamiaje táctico que el Patón pergeñó en la semana pareció más para controlar al rival que para intentar lastimarlo. Justamente fue al River del Muñeco al que más pudo «mojarle la oreja» en todo el tiempo que Bauza lleva al frente del equipo. Porque una cosa es generarle muchas situaciones a cualquier otro equipo y otra muy distinta es dejar ese sello frente a River.

Por supuesto que en el tintero deben haber quedado algunas para corregir. Porque esa especie de triple cinco puesto en cancha debía tener más razón de ser cuando River tuviera la pelota. En ese sentido falló bastante Central. Sí mostró un mayor aplomo para manejar el balón con cierto criterio. Igual, cuando un equipo como el millonario que la mueve de un lado a otro es complejo para cualquiera, por más nombres y esquemas que haya enfrente.

Central se juramentó en este partido hacer algo que hasta aquí no había logrado en 2019: ganar. Tampoco lo logró, aunque el empate cotiza como un triunfo si se tiene en cuenta la jerarquía del rival. Quizá sonaba exigente porque esa necesidad se presentaba contra este River. Pero, como suele decirse «la necesidad tiene cara de hereje». Lo bueno para Central es que la partida de los hinchas no fue mascullando bronca porque pasó otro partido y no pudo ganar. Más bien todo lo contrario. Hubo una valoración positiva de un empate que pintaba complicado después del golazo de Juanfer Quintero, pero que empezó a tomar forma tras el empate de Allione en el amanecer del segundo tiempo, en medio de una falla garrafal de su arquero Armani. ¿Hubiera tenido fútbol Central para empatarlo si eso no hubiera ocurrido? No hay manera de comprobarlo.

Para Central fue importante algo de lo que había hecho antes pero mucho más de lo que hizo después de eso. Porque se expuso, pero lo hizo recibiendo golpes y golpeando al mismo tiempo contra un rival al que no respetó y contra el que se demostró a sí mismo que otro Central es posible si mantiene esta intensidad para generar situaciones de riesgo. Anoche se animó contra el campeón de América y si bien no lo pudo traducir en una victoria, igual vale el intento porque el equipo se acomodó más al perfil que tanto pregonó Bauza para transitar este 2019.