A los 42 años, el fútbol es el más lindo recuerdo para el uruguayo Gabriel Migliónico. Desde Montevideo, mientras no pierde la costumbre del mate, «Gaviota» ya colgó los botines y se dedica desde hace tres años a realizar la logística más comunicación de una empresa que asiste a personas con enfermedades y ofrece ese tipo de acompañamiento. Con su esposa todos los ojos van para Catalina, su hija, próxima a cumplir 12 años.

Hoy se cumplen, casualmente, 19 años de esa noche «a lo Colón» (fiesta y drama casi al mismo tiempo) en el Cementerio de los Elefantes: un 25 de agosto de 2001 y en un partido oficial frente a Nueva Chicago, la Gestión Vignatti ponía uno de sus mejores mojones: la reconstrucción del estadio Brigadier López.

En una jornada maratónica que arrancó en la siesta santafesina hasta llegar a las 21.15 (horario oficial de la TV), mucha gente ese día entró en el mismo momento que se abrieron las puertas de la cancha. Varios grupos musicales desfilaron en la previa para que la espera no fuera inteminable: Los Lamas, Mario Pereyra, Grupo Cali, la murga uruguaya «Falta y Resto», el chamamecero «Josecito» Yossen y el cierre obligado con «Los Palmeras».

El partido duró hasta el gol de Colón. Jugada preparada número 1.467 de Fossati, rosca del «Cabeza» Delgado, salto de Gabriel Migliónico, mala salida del ropero César Velásquez (el arquero del «Torito») y gol de Colón. Del griterío total al silencio absoluto. El jugador queda tendido. Pudo ser una caída más, pero las señas desesperadas de los propios compañeros de Colón y de los rivales de Nueva Chicago, incluido el siempre cuestionado árbitro Oscar Sequeira, eran más que evidentes para que entrara la sanidad de manera urgente con el «Lalo» Vega a la cabeza.

Cada uno se quedará, de esos más de 35.000 que burlaron todos los protocolos de seguridad, con una postal o flash de esa noche. Algunos recuerdan, por ejemplo, el suspenso de «La Voz del Estadio» cuando se anunció que «el jugador Gabriel Migliónico logró reaccionar», información que llegaba desde el Sanatorio. Otros con la sorpresa que el partido quedara suspendido.

Ya pasaron, justamente hoy, 19 años de esa noche. Y desde Montevideo, el querido Gabriel Migliónico, atiende a El Litoral con la amabilidad y el cariño de siempre: «Me sigue pasando lo mismo de ese día. No me acuerdo de nada … me quedó un bache en la mente. Mi recuerdo real llega hasta el día anterior: la concentración en Franck, la cena, gente que se sacó fotos con nosotros. Desde ese momento, se borra todo. La primera imágen es a la madrugada, despierto y estaba mi señora; yo estaba acostado en el Sanatorio. Lo veo a Fossati, vestido todo de azul, que me dice que fue gol. Del Capellán al lado. Hago esfuerzos por intentar recordar algo y no mejora la cosa. Por ejemplo, hace poco me dijeron que esa noche estuvo la murga «Falta y Resto». O lo de «Los Palmeras» en el final», explica el charrúa.

«Cada cosa que me mandan, me la guardo. En el caso de César Velásquez, el arquero que me choca, se portó de 10 y siempre a disposición por lo que me contaban. Es más, el plantel de Chicago se quedó en Santa Fe hasta que salí del Sanatorio», dice Gaviota.

La crónica de El Litoral

Alrededor de 35.000 personas vivieron la reinauguración del estadio. En el partido, y tras convertir un gol, se desvaneció y debió ser hospitalizado Gabriel Migliónico. El cotejo se suspendió. El jugador se repuso luego. Colón vivió ayer la fiesta de la reinauguración de su espectacular estadio. A la enorme pasión del pueblo sabalero -expresada desde temprano con caravanas y todo el colorido de su gente-, a la precisa organización y al espectáculo de primer nivel, se le sumó luego un invitado indeseado: el susto y hasta el drama. Es que a poco más de 10 minutos de juego, Gabriel Migliónico, el volante rojinegro, cabeceó al gol un tiro libre ejecutado por Delgado y recibió un fortísimo golpe de parte del arquero de Nueva Chicago, Velázquez, que salió desesperado a cortar. Migliónico se desplomó y enseguida se advirtió que no era una simple caída: los gestos desesperados del árbitro, de los jugadores, la presteza con que fue atendido y retirado del estadio, le pusieron dramatismo a lo que hasta entonces era una fiesta impecable. Después de la fiesta vino el susto, la suspensión del partido, los gestos adustos y la tranquilidad final por la recuperación del jugador, quien fue atendido en el Cullen primero y en el Sanatorio Santa Fe luego, donde aún permanece internado, aunque lúcido y en buen estado.