En un vestuario eufórico la prensa lo consultó a Monzón como había sido la definición, respondió: “Miren, después que le tiré dos manos seguidas, observé que era mío, cuando se fue a las cuerdas yo esperaba meterle la derecha; se la puse al costado de la boca y me quedé a ver que pasaba, si se lo aguantaba; le mandaba otra en seguida, Pero cuando lo ví en el tapiz estaba seguro que le podían contar 120…”.
 

Lo consultaron al flamante campeón mundial de la categoría mediano si había recibido algún golpe, señalando Monzón que “uno solo, al oído y nada más”.
 

La banda de santafesinos que se trasladaba en dos micros, decidió que el primer festejo se hiciera en el hotel Imperial, en Vía Veneto, allí Monzón saludó y agradeció el apoyo recibido, hubo varios discursos emotivos. También se pudo observar una bandera que decía: “Monzón Campeón Mundial”, flameaba ante la mirada azorada de los romanos.
 

Poco después, la comitiva argentina se trasladó desde el hotel a la mesa grande de un restorán tradicional, el “Giggi Fazzi”, famoso por sus pastas y clientela, observó la llegada entre 30 y 40 comensales que festejaron un triunfo a punta de coraje y fe. En la cabecera, Carlos Monzón, flanqueado por Amílcar Brusa y “Tito” Lectoure, el incomparable anunciador del Luna Park, Norberto Fiorentino, José Menno, Juan Aranda, toda la barra de periodistas, amigos y hasta algunos italianos, dio rienda suelta a una emoción que necesitaba desparramarse; efectuándose un brindis con champagne terminó con la reunión, que siguió en las calles y en los hoteles.

 

Cabe señalar que al término del combate no se pudo saber nada sobre el ex campeón, Giovanni Benvenuti, “Il Grande Nino, el campeonísimo”, sus vestuarios permanecieron clausurados, estaba prohibido su ingreso, debido a que fue imposible hablar con la seguridad que lo custodiaba. Al púgil nacido en Izola, Eslovenia, lo tenían escondido como antes de la pelea, durante los entrenamientos, en lo que no se sabía nada de él y hasta que punto le dio importancia a Monzón, estimándose que a partir de esa instancia podía comenzar una curva descendente del “Niño Bonito”. 
 

Para los especialistas el boxeo exige la contracción que no le puede dar el apego a las filmaciones, el modelaje, por ejemplo. Monzón, en ese sentido, fue la contrapartida; siempre fue un luchador, que estaba acostumbrado al esfuerzo; la conquista del cinturón de peso medio le significó algo así como 16.000 dólares y un título universal que, para quitárselo, tendrán que luchar mucho sus desafiantes.

 

Los 32 años de Benvenuti, que no significaban mucho, se los consideraba bastante cuando existe un enfoque doble de profesiones. Empero, los 28 de Monzón tenían por delante varios más de éxitos como el logrado ante el local.

 

A las 6 de la mañana del domingo 8 de noviembre, el campeón Monzón estaba jugando al truco con Juan Aranda, los periodistas Julio De Puch (Clarín) y Hernán Santos Nicolini (“La Oral Deportiva” de LS 5 Radio Rivadavia), que fue el que tuvo en suerte cantar el nocaut que llevó la corona para Santa Fe; en tanto, Brusa andaba deambulando sin poder dormir y pensando en este sueño que se había transformado en realidad. El profesor Russo el hombre que le dio a Monzón la aptitud física que le podía haber hecho pelear 10 asaltos más, esperaba que terminaran el juego y el tocadisco silenciara la música para dormir con la tranquilidad del deber cumplido.

 

Oscar Natalio Bonavena que llegó a Roma procedente de Nueva York para observar la pelea, navegaba por los habitaciones y no se cansaba de decirle a Monzón: “¿Me escuchaste cuando entre el undécimo y duodécimo episodios te dije que si tenías aire te lo llevaras por delante? Yo ví que lo tenías…”. Y había sido cierto, varios periodistas lo habían escuchado, parece que Monzón también…