Guillermo Barros Schelotto y Carlos Tevez son hoy dos ídolos de Boca con sus destinos cruzados, y sumidos en una realidad dura, después de la caída sufrida en Córdoba ante Rosario Central, que determinó su eliminación de la Copa Argentina y la imposibilidad de jugar el año próximo la Copa Libertadores de América.
En ese contexto, uno desde el banco de suplentes, con el buzo de DT y usufructuando lo que sembró en su época de jugador, y el otro en la última curva de su brillante carrera, con algunas pinceladas de aquel que alguna vez fue llamado «el jugador del pueblo».
Los dos son caras visibles de este Boca que anoche dejó en Córdoba algo más que la posibilidad de participar en la entrañable (para sus hinchas) Copa Libertadores que conquistó en seis oportunidades, ya que también quedó expuesta una realidad que estaba oculta detrás de los resultados.
Guillermo, con dolor, explicó que este era su momento más crítico desde que llegó al club como DT en marzo pasado, mientras que el «Apache» optó por el silencio, aquel que muchas veces usó como recurso para expresar algo.
Los dos trataron de ponerse al hombro a este Boca casi sin referentes, sin caudillos, sin jugadores de mil batallas con una camiseta que a veces te lleva a la gloria y otras, como anoche, hace que pese toneladas.
El Mellizo sabe que todavía está en deuda con el hincha, lo siente así, pero su orgullo y su idea de seguir hasta el último día de su contrato le ponen una venda en los ojos a una realidad que le duele pero que siente que puede revertir.
También sabe que algunas derrotas y errores que en otros DT fueron causales de salidas anticipadas, en él son apenas manchones que enseguida son borrados por el apoyo de la dirigencia y también por el afecto que se ganó en los hinchas durante su brillante carrera como jugador que incluyó 16 títulos oficiales.
El capricho en seguir insistiendo con algunos jugadores (Rodrigo Bentancur, por ejemplo), el poner a otros y luego borrarlos sin explicaciones (Gonzalo Castellani, Federico Carrizo, Andrés Cubas y Leo Jara), el de alternar en un mismo puesto a dos jugadores y no asegurarle la titularidad a ninguno (Frank Fabra y Jonathan Silva), son algunos errores que no pasaron desapercibidos.
O quizá el más importante, armar un equipo para adelante, pero no uno para atrás, y no haber encontrando nunca la palabra equilibrio ni tampoco el lugar adecuado para que Tevez haga la diferencia.
A eso se agrega el regalar minutos en partidos claves. Boca tuvo diez minutos fatales ante Independiente del Valle en Quito y los primeros quince ante el mismo rival en la Bombonera.
O los últimos 15 del primer tiempo de anoche en Córdoba donde un Boca «dormido» fue llevado por delante por el equipo del Chacho Coudet y después, cuando reaccionó, fue demasiado tarde.
En los pasillos de Casa Amarilla siguen diciendo que a pesar de no ser la relación de antes, Guillermo sigue siendo el DT que el presidente Daniel Angelici quería y quiere, y que su figura sigue siendo intocable, a pesar de que se acercan clásicos claves ante San Lorenzo, Racing y River.
El caso de Tevez es distinto. Está cansado, no se siente cómodo. Anoche abandonó el estadio con cara de fastidio y mirando el piso. Los que lo conocen dicen que bien puede ser el presagio de alguna decisión importante.
Desde que volvió a Boca en agosto del año pasado nunca llegó al nivel que tuvo en Juventus, donde ganó el escudetto 2014/15, pero le alcanzó igual para hacer la diferencia y mostrar que era distinto para la actualidad del fútbol argentino.
En sus comienzos en la nueva etapa en el club su palabra era «sagrada» y muchos acusaban al presidente Daniel Angelici de haberle dado «la llave» del club».
Con la llegada del mellizo tuvo que compartir con el DT sus decisiones y su poder de «referente y ejemplo» decayó ante sus compañeros, más allá de que aún es respetado y consultado por el plantel.
Previo al partido con Lanús, por los octavos de final de la Copa Argentina, anunció su idea de largar el fútbol a fin de año.
Muchos piensan que después de la triste noche cordobesa aquellas palabras están muy cerca de cumplirse. La derrota de anoche sería el paso que faltaba para tomar la determinación de irse, ya que un 2017 sin Copa Libertadores es el motivo justo para decir adiós.
Guillermo y Tevez tienen un destino que se cruza en Boca, pero que quizás en poco tiempo no sea el mismo para ambos.
Es que el ‘cachetazo’ de anoche pudo haber desnudado sus flaquezas y también adelantado sus decisiones.
Uno, la de seguir aferrado, con sus caprichos y errores, a la esperanza de dar vuelta la historia y de conseguir los títulos que lo elevaron a ídolo como jugador, y el otro a dar el paso final y terminar su brillante carrera a fin de año en el club que lo vio nacer.