El fútbol es maravilloso. Aunque no haya fútbol. Aunque el juego brille por su ausencia. El empate entre Irán y Portugal fue una amalgama de todas las sensaciones que puede aportar un partido sin necesidad de haya juego brillante. No importa. Siempre quedará margen para la épica y con el VAR, más aún. Un VAR que ha dejado a Portugal fuera de la primera posición del grupo B con un penalti que cometió Cédric con una mano clara dentro del área y que transformó Ansarifard para alimentar las esperanzas de Irán, que rozó la gesta de ganar y clasificarse para octavos. Taremi, en el 93′, tuvo un mano a mano para abrirse las puertas del paraíso. Falló.
Falló como falló antes, en el 52′ el propio Cristiano Ronaldo un penalti que también decidió el VAR. Aunque más que marrarlo el luso, lo paró Beiranvand. Ahí comenzó a gestarse la épica de Irán y la casi tragedia de una Portugal que bien pudo terminar clasificada, pero sin su jugador estrella para los octavos. En el 81′ el trencilla recurrió de nuevo a la tecnología para decidir si expulsaba o no al mismo Cristiano Ronaldo tras golpear en la cara de Puraliganji. Todo quedó en susto. Cuestión de interpretación.
¿Y el resto del partido? Una mescolanza de largas posesiones lusas incapaces de abrir la lata de Irán, que de menos a más se fue sintiéndose cómoda en el encuentro hasta generar riesgo en la meta de Rui Patricio en la segunda mitad. Sólo el golazo de Quaresma al borde del descanso (un latigazo con el exterior a la escuadra) regó de brillantez un duelo mediocre, pero tenso. Espectacular. El fútbol es maravilloso.