Hierro dejó en el banco a Iniesta y el equipo terminó en un aburrido tiki-tiki que no sirvió para quebrar a Rusia. Fue 1-1 en los 120 minutos y luego 4-3 para el local en los penales.
Se fue España. En medio de la lluvia y por mala puntería. El fin de una era no se decretó en los 12 pasos sino en los 90. O tal vez en los 90 y el alargue. Y quizá, mucho antes. Como Alemania, como Argentina, también España se va temprano del Mundial. Rusia toca el cielo con las manos y lo hizo en buena ley, con las armas que dispone. Pocas pero legítimas. Honor.
Jugó con fuego Fernando Hierro. De aquella frase “no se puede tocar en dos días el trabajo de dos años” cuando tomó el lugar de Julen Lopetegui a dejar a Andrés Iniesta en el banco en un partido de cuartos de final. Vaya audacia. El partido con Rusia demostró que Iniesta no era el problema sino que esta España a la que el tiempo le pasa factura, llegó al Mundial con otras dificultades estructurales.
Iniesta fue suplente por última vez en un partido oficial el 27 de junio de 2006, ante Francia, en el Mundial alemán. Ya se sabe lo que dio Iniesta en los últimos diez años. Jugó siempre, menos en el Luzhinski, hasta que se le ocurrió a Hierro ponerlo en el campo.
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Iniesta, aún en el tramo final de su carrera, debe jugar siempre El gol en contra a los 12 minutos había abierto la primera puerta y España caminaba cansinamente a los cuartos cuando Piqué cometió su error habitual y permitió el empate local con el penal inexplicable que convirtió Dzyuba. Luego, fue todo cuesta arriba para La Roja, aún cuando Iniesta entró por Silva y quedaban 24 minutos por jugar. España se mordía la cola. Sin recomendaciones de ningún modista, había comprado la camisa de once varas.
Volvió a jugar con más fuego Hierro cuando sacó a Diego Costa y puso a Iago Aspas. En el tramo final. Cuando era recomendable un 9 grandote para fajarse con los centrales rusos y dejar espacios a los volantes que llegaran, puso al gallego, movedizo y pícaro, pero sin potencia física. La España livianita iba a definir la clasificación ante los tanques rusos.
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Aburre España. Más cerca del tiki tiki inútil que del cara a cara con el arquero. Es lo estructural. Sin que los volantes o los laterales crucen el campo en diagonal, no hay oferta de pase profundo, entonces se lateraliza. Si un adversario como Rusia le pone cinco defensores, tres medios y los dos puntas detrás de la pelota, no hay por donde entrar. El espacio se fabrica, no surge de generación espontánea. Si no hay movilidad, el estatismo condena a pasar la pelota para sostener un mero control inofensivo. No alcanzó la gambeta de Isco, la zurda hoy imprecisa de Silva ni la posición fija de Asensio en una banda.
Así, no hubo chance de gol, salvo cuando Iniesta se la inventó y metió un derechazo junto a un palo que sacó el arquero. Y si Piqué y Ramos están como están, débiles en la marca y fuera de tiempo para llegar antes, España no solo no resuelve, sino que sufre los contraataques.
Así, lo que en los papeles no parecía, se materializó en el campo: alargue.
Y el alargue fue un muestrario de hombres extenuados. De los valerosos rusos que metieron pierna a destajo y aún de los españoles, que sin claridad ni frescura no renunciaron a la idea. El tiempo extra inauguró la época del cuarto cambio y el aire fresco de Rodrigo fue el último impulso rojo. Tardío. El alargue Fue el preludio obligatorio de la serie de penales. Y en el tiroteo de far west Rusia quedó con vida y murió España.