Boca fue el mejor equipo desde octavos de final de la Libertadores para acá. Ahora chocará ante River, en una definición imposible de igualar. Una gran chance para demostrar que estamos a la altura.
Boca empató 2-2 en San Pablo ante Palmeiras y es el segundo finalista de la Copa Libertadores. Mató al equipo que le dio vida en la fase de grupos y, así, jugará con River los partidos decisivos. El equipo de Guillermo es el mejor equipo de octavos para acá. Pasó con tranquilidad ante Libertad ganando los dos encuentros, sacó cuatro puntos de seis posibles ante Cruzeiro y no sufrió nada ante el puntero de Brasil: Palmeiras. En las tres series terminó invicto.
Es evidente que, con el correr de los días, el entrenador fue encontrando el equipo y, sobre todo, el funcionamiento. Puso a Zárate de local, a Villa de visitante, y le salió perfecto. El arquero le respondió, los centrales se afirmaron,el trío del medio mostró personalidad y los tres de arriba fueron decisivos. Tuvo un gran poder de fuego en sus goleadores, volvió Benedetto con todo y Wanchope Ábila juega como si estuviera en el patio de la casa.
En todas las series pasó con total justicia y sin sufrir. Párrafo aparte para los Barros Schellotto, que dirigieron a Boca en dos ediciones de Copa. En una llegó a la semifinal y, en esta, a la final. Pero esta oportunidad será distinta. La que viene será la soñada, la mejor final de la historia del fútbol mundial.
Nada la va a equiparar. Será inolvidable. Los ojos del mundo estarán en la Argentina. Se posarán sobre Buenos Aires, en el evento deportivo más trascendente de todos los tiempos. Y una gran chance para demostrar que podemos estar a la altura. Para vivir, sentir, disfrutar, gozar. Y para festejar si toca ganar, pero también para respetar si lo que viene es la derrota. A prepararse, que lo mejor está por venir.
Por Gustavo López