El equipo de Lionel Messi se llevó el segundo triunfo en cuatro días en el legendario estadio merengue.
Barcelona volvió a convertir el césped del Santiago Bernabéu en el jardín de su casa después de ganar por segunda vez en cuatro días a su eterno rival gracias a un gol de Rakitic que le permite al equipo culé y abrazar el torneo de la Liga Española y destapar las costuras del campeón de Europa, al que se le consume la ilusión esta temporada.
El segundo asalto también se lo llevó el Barça. Bastó con un gol de Rakitic, en el ecuador de la primera parte, para que el equipo de Ernesto Valverde conquistase el feudo blanco por cuarta vez consecutiva en la Liga. Una costumbre que habla muy mal del amor propio de los merengues, cuya única bala esta campaña volverá a ser la Champions.
Eliminados de la Copa en el mismo escenario y ante el mismo oponente, la Liga parece una quimera para el sobrepasado Santiago Solari. No hay ideas ni argumentos que puedan girar el rumbo de un Madrid que volvió a salir magullado. Para colmo de los madridistas, hasta Piqué tuvo su momento de gloria en el tiempo de descanso con un gesto que calentó a la tribuna.
Todo salió bien para un Barça que jugó con pausa, al 80 por ciento de su capacidade y consciente de que incluso haber perdido una batalla no les hubiera distanciado en demasía de su objetivo primordial. Luis Suárez y Messi, que fue el mejor del partido, avisaron en primera instancia a los de casa. Vinicius, por su parte, fue el único que sacó del sopor a los de Chamartín.
El brasileño lo intentó, pero sólo eso, porque sigue peleado con la definición para discusión de unos y otros en este Madrid en conflicto. Eso tampoco vale, sobre todo si el rival se llama Barcelona y encuentra la motivación que parece faltarle a los de Solari. Modric probó suerte con un remate de cabeza, pero Ter Stegen ni se inquietó.
Fue entonces cuando el Barça encontró un hueco en la defensa del Real Madrid. Con Ramos desquiciado y Varane fuera de sitio, Sergi Roberto puso la alfombra roja a Rakitic y el croata no falló en el corazón del área. Primero controló con el exterior y acto seguido la picó por encima de Courtois, que no salió bien parado de su primer clásico.
El gol relajó a un Barcelona que encontró sus mejores combinaciones a partir de ese momento. Messi y Suárez fueron suficiente para controlar el envite hasta el descanso. A partir de ahí cambiaron las tornas. Los blaugranas jugaron más y mejor con el reloj ante la impotencia del Madrid, que no sabía a qué jugar.
La hoja de ruta ya estaba en blanco y no hubo un sólo pase entre líneas que sacase al equipo de la mediocridad. La zona de tres cuartos fue un auténtico tedio, mientras que Arthur y Busquets hicieron a sus anchas pese a que el de Badía jugase amonestado desde el minuto 2. Si había problemas, Piqué y Lenglet no dejaron pie a las dudas.
Luis Suárez perdonó en un mano a mano, exigido por Ramos y la sombra de Courtois, y Dembélé tiró fuera una contra que se marchó por muy poco. Hasta Messi lamentó no haber marcado el segundo en el tiempo de descuento. En los de casa, ni el aire fresco de Isco pudo cambiar el decorado. El malagueño, un mes después, volvió a vestirse de corto.
Pero ni la magia de Isco, ni el ansia de Marco Asensio cambiaron la suerte del Real Madrid, que sigue sin saber hacia dónde se dirige. Por contra, el Barça sale del Bernabéu con una nueva victoria y el lazo sobre la Copa.