Luis Rodríguez y una charla con Olé sobre sus sacrificios, su gambeta a la droga, la relación con su padre, el recorrido para llegar al mayor desafío de su carrera y las ganas de “bordarle la primera estrella al escudo de Colón. No nos alcanza con la final, queremos salir campeones”
Desde que superaron a Mineiro hasta la final habrán pasado 44 días. ¿Cuantas veces pensaste en este partido?
-Trato de no pensar, je. Falta poco por suerte. Al menos, no lo juego en mi cabeza aunque es imposible no imaginarse cómo va a estar el estadio. La gente en Santa Fe está constantemente recordándotelo. Disfruta y agradece estar tan cerca de poder gritar campeón por primera vez en su historia.
-¿Es el mayor desafío de tu carrera?
-Sí, sí, es el más importante, porque es la primera vez que jugaré una final internacional. A veces estás toda tu vida jugando en alto nivel y no tenés esta posibilidad. Yo me preparé 17 años para este momento. Hay que llegar a ese día preparado física y mentalmente para dar el 100% y un extra más para poder gritar campeón. Muchísimos equipos quisieran estar en nuestro lugar. Que seamos nosotros es un privilegio.
-¿Qué sacrificio de tu vida recordás en este momento? ¿Cuál fue el clic?
-Recuerdo que hasta hace cuatro años estaba jugando por ascender. Me acuerdo de los viejos y el esfuerzo que hicieron para que pueda ser futbolista profesional. El esfuerzo que hizo uno mismo, porque para nadie es fácil llegar a Primera y afianzarse. Son sentimientos que uno va a volcar en la cancha cuando llegue el partido.
-¿Por qué llega Colón a esta final?
-Este equipo tiene tres cosas fundamentales: sacrificio, humildad y corazón de familia en la adversidad. Tuvimos momentos malos. Muchas de las series o de los partidos los fuimos perdiendo y esas tres cosas fueron fundamentales.
-La Copa fue larga, cuando el resultado en la Copa o en la Superliga no se daba se decía que otra vez el plantel se comía a un técnico. Y resulta que los que eran camarilleros ahora son finalistas. ¿Cómo convivieron con eso?
-Recibíamos las críticas, murmuraban cuando errábamos un pase o cuando perdíamos un partido; o cuando se fue Julio (Comesaña), mucha gente y parte del periodismo nos pegó, nos criticó, nos dijo cosas… Nosotros, despacito, en silencio, con fútbol y sacrificio, lo fuimos cambiando. Y ahora no queremos quedar en la historia como que llegamos a una final, no nos alcanza con eso. Queremos salir campeones.
-¿A Lavallén cómo lo describirías?
-Más que a Pablo, destaco a todo el cuerpo técnico, que es laburador y que día a día te da herramientas para desplegarlas en cada partido. Es un cuerpo técnico joven, que está creciendo a la par nuestra y ojalá podamos gritar campeón porque la mayoría de los que estamos en este plantel todavía no pudo hacerlo a nivel internacional.
-Se están dando ambas cosas. Antes era más de rematar desde afuera del área; hoy, si veo a un compañero mejor parado, trato de asistirlo. Fue cambiando mi forma de juego. Me gusta asistir porque creo que, por la unión que tenemos, no importa quién haga el gol sino que ganemos todos.
-Más allá de la fortaleza y la unión grupal, ¿qué jugadores fueron clave?
-Fue una linda Copa porque prácticamente participamos todos. Salía uno, entraba otro, cada uno fue fundamental. Contra Deportivo Municipal le tocó a un chico del club, Sandoval, y aportó dos goles; Fritzler lo hizo bien en el momento que le tocó; Olivera tuvo una excelente Sudamericana; Vigo, con 20 años, bancó la parada; Morelo metió goles importantes… Pero si tengo que elegir uno, me quedo con Burián: fue determinante cuando lo necesitamos, como en los penales.
-Vos también estuviste en los penales. ¡Qué calidad para patear! ¿Es técnica, sale natural, se entrena…?
-A veces hago el salto cuando los arqueros se juegan y ya quedan descolocados. Son circunstancias, según cómo va el partido. ¿Por qué lo hice en la definición ante Mineiro? Creí que de esa forma íbamos a estar mucho más tranquilos para darle la confianza a Burián para atajar el siguiente final.
-¿Vos te das cuenta que sos un distinto? ¿Un tocado?
-Desde chico siempre me gustó jugar al fútbol, disfruté de esto y jamás me sentí un distinto. Corro cuando hay que correr, hago goles cuando hay que hacerlos, asisto en los momentos en que se me dan las situaciones; nunca pensé “soy bueno”. Aunque mi hijo Bautista dice que su papá es muy buen jugador. Tiene cuatro años, aunque Milo, de dos, mira más fútbol que el hermano.
-Sí, sí, al principio íbamos a ser 22. Sí, somos muchos, je, aunque después la familia en Tucumán decidió no ir porque dicen que no fueron nunca y lo quieren ver por tele pero quieren que pague el asado y todo, algo me sacan, je. Piden pantalla gigante en casa.
-En el Cementerio habrá dos pantallas para los socios que no pueden viajar.
-Es una excelente decisión y seguro será una fiesta inolvidable. Ojalá que todo marche como pensamos y podamos bordarle la tan ansiada estrella al escudo de Colón.
-¿Por qué elegiste Colón siendo ídolo en Atlético Tucumán?
-Quería tratar de hacer lo que hice en Tucumán en otro club y se dio lo de Colón, y gracias a Dios salió todo bien y hoy estoy en una final internacional. Aunque muchos en Tucumán me dicen “ya está, ya demostraste, volvé”. Je, tengo otro año de contrato, veremos qué pasa.
-¿Qué te dio el fútbol?
-Los valores. Uno piensa que en el fútbol no hay nada más que plata y no; te deja muchísimas amistades y enseñanzas de lo que es la realidad de la vida. Vivimos en una burbuja y cuando uno se va a su pueblo, no es todo como parece. Hay que tratar de disfrutar este sueño el tiempo que dure la carrera, y siempre pensando de que uno va a volver a sus raíces y a otra realidad.
-¿De qué vicios te alejó el fútbol? ¿Y si no eras futbolista?
-La droga hoy está por todos lados. El tiempo libre que pasan los chicos es malo, porque es muchísimo. Y uno no sabe cómo está la cabeza de la persona cuando está mal. Gracias a Dios siempre que me tocó estar mal me apoyé en la familia, me dediqué a trabajar. Y si uno no hubiese jugado al fútbol, seguro hubiese sido un sido un laburante como mi viejo, en la Municipalidad, tratando de conseguir una planta permanente para trabajar toda la vida. Aunque creo que, por cómo soy y como fui siempre, jamás hubiese caído para andar tirado en las calles ni mucho menos.
-¿Alguna vez te tocó de cerca la situación? La droga, por ejemplo.
-Hubo momentos en que pasó cerca, pasó con familiares, primos que tuvieron esos problemas. Por suerte, hoy están mucho mejor. Pero veo los lugares donde jugaba todas las tardecitas en Simoca, y ya no juega más nadie. Hoy los chicos prefieren estar en la esquina. Uno, en vez de estar en esa esquina, se iba a jugar a la pelota; me duele ver cómo fue cambiando el pueblo para mal.
-¿Nunca consumiste?
-No, no, la verdad, en mis 34 años, jamás consumí nada, jamás probé nada de sustancias, jamás… Gracias a Dios, y a la Virgen, y a la fortaleza de la familia y de la cabeza de uno, jamás me tocó vivir un momento así y el día de mañana les podré decir a mis hijos “no hagas esto porque es malo”. Y no me van a decir “si vos lo hiciste…”.
-Tu papá falleció hace menos de dos meses. ¿Qué te diría para esta final?
-Mi viejo nunca me dijo que jugaba bien ni nada de eso. Siempre me dijo que tenía que mejorar. No era muy demostrativo, en mucho soy parecido a él, pero la vieja le contaba cuando metía un gol. Y yo sabía que se ponía feliz pero, más que halagos, era de decirme que estuviera más atento el próximo partido y errara menos pases, je. Era medio exigente, pero estaría contento seguro.
-Cuando vos jugabas, salía a caminar.
-Sí, caminaba por todo el barrio. Y ahora mi vieja, Bety, hace lo que mismo, no sé, será cábala. Después me pasa que los llamo y no saben cómo fue el gol, ja… Pero cada uno lo disfruta o lo sufre a su manera. Mi vieja tampoco mira los partidos, porque me golpean. Me dice: “Cómo te pegan, hijo”. Y le digo: “Mamá, es fútbol esto. ¿Tengo que jugar a las muñecas?”. Si jugara al rugby se muere.
-¿Viaja Bety o se queda al asado?
-Mi vieja no sé, je. Mi hermano Walter seguro que viaja porque dice que él siempre fue a mis partidos, va mi señora, los nenes… En vez de 22, seremos siete u ocho.