El 30 de abril de 1998, el Sabalero daba uno de los golpes más importantes de su historia al superar en la serie al campeón paraguayo para meterse en los 4º de final de la Libertadores. Burtovoy atajó cuatro penales.
Este 30 de abril se cumplen 22 años de la histórica clasificación de Colón a los cuartos de final de la Copa Libertadores 1998. No fue una victoria más, ya que superó en la serie a uno de los equipos más importantes del continente, Olimpia de Paraguay, al que superó por penales 2-1 en Asunción, después de ganar en la ida en Santa Fe 3-2 y de caer 1-0 en la vuelta.
Una de estas memorables batallas que el pueblo rojinegro que jamás olvidará. Más que nada, porque se había formado un grupo humilde y unido, que le sacaba petróleo a muchas de las cosas que hacía y por eso cada vez que llegan estas fechas, los hinchas y los mismos protagonistas se sienten orgullosos.
Pero hubo un actor que se llevó la atención de toda la escena: el arquero Pablo Burtovoy, que se transformó en leyenda después de haber atajado cuatro penales, a la postre fundamentales para que el Sabalero inscriba su nombre entre los ocho mejores equipos de aquella edición.
«Es el momento que me acompañó a lo largo de mi carrera. En cada lugar donde estuve, siempre se acercó una persona que estuvo en ese momento o recuerda lo que pasó. Entonces es algo que siento siempre, cada día de mi vida y lo que me parece muy emocionante es que lo compartimos entre muchos, no solo con los que fueron mis compañeros sino también por aquellos que se sintieron representados por nosotros».
Amén de todo eso, tiene en consideración que hoy ostenta un récord que ningún otro arquero pudo batir: «Es una marca que no se pudo superar en una definición por penales durante las primeras cinco ejecuciones. Fue una noche maravillosa la que vivimos».
Además, contó: «En el momento de los penales me puse a hacer un ejercicio. Sino me equivoco, el día anterior hubo una definición jugada por Mallorca, donde el arquero era Lechuga Roa y, pese que había atajado un par de penales, si compañeros no lograban marcar y finalmente no le alcanzó. Entonces me propuse en ese momento que no pase lo mismo y hacer foco sobre el penal siguiente. Independientemente lo que pasara, debía lograr que el equipo salga victorioso y que los muchachos se sientan todavía más respaldados».
Siguiendo con su relato, dejó una enseñanza para prestar mucha atención: «Colón en esos años, que se estaba insertando en la Argentina, rápidamente se posicionó a nivel internacional. Entonces me di cuenta cómo los deportistas reaccionan en momentos de mucha dificultad y que, en muchos casos, brindan su mejor versión. Fue como que se ensambló todo en ese grupo. Por si fuera poco, fue un equipo que se formó con jugadores que no tenían espacios en sus anteriores clubes, entonces pasaron a tomar a Colón como la oportunidad de su vida. Toda es mixtura hizo que Colón tuviera a hombres que representaran con esencia lo que significaban esos colores».
«En ciudades como las nuestras, cuando se logra esa comunión entre los jugadores, los dirigentes y los hinchas, pasás a vivir en un estado de felicidad y superación permanente. Todo eso formó parte de ese Colón y espero pueda volver a verse pronto», concluyó.