A 70 años de una de las finales más resonantes en la historia de los Mundiales de fútbol, persiste el registro de la célebre polaridad de la gloria y el drama: según evocó el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales, «crecí con la sensación de algo heroico», mientras que el sociólogo brasileño Ronaldo Helal, sostiene que «la derrota se vivió como algo trágico».
Walter Vargas
Por Walter Vargas
«¿Cómo no va a ser un trauma lo del 50?», se interroga Marcos Uchoa, un prestigioso periodista carioca: «El destino ha sido de una crueldad difícil de concebir. Había ganado 6-1 a Suecia y 7-1 a España, jugaba en su casa, le alcanzaba el empate y se había puesto 1-0. ¡Y perder!».
En dialogo con Télam, Uchoa distingue: «Para mi padre, de 84 años, que estuvo en el Maracaná, aquel día es una cosa; para mi hijo, de 28, es otra cosa; y para mí, de 62, otra, pero lo cierto que aquello fue una tragedia nacional, porque además, si bien las cinco copas del mundo se vivieron con alegría, Brasil es el único país importante de tradición futbolera que no ganó en su casa. Y en casa la fiesta hubiera sido otra».
También carioca, desde la perspectiva sociológica Helal observa que conforme han pasado los años en los brasileños se ha operado una modificación en la percepción del acontecimiento: «Primero por una cuestión biológica y después porque a partir del bicampeonato del 58 y 62, y después el tercero en México, y así, pasó a ser algo triste que simplemente había pasado».
«Hoy, por ejemplo, los aficionados son más aficionados de su club que de la selección. En el 50 la derrota se vivió como una tragedia y en cambio en 2014, después del 7-1 con Alemania y el 3-0 con Holanda, muchos lo tomaron a chiste, hacían bromas y al día siguiente de la final ya pensaban en el Brasileirao», reflexiona.
Consultado por Télam, Víctor Hugo detalló sus impresiones acerca de la gesta que rubricaron los goles de Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia: «En el Uruguay crecer en los años 50, fue crecer con un tipo de héroe que era la consecuencia de ese Mundial».
«No había bar, gomería, sitio público, donde no estuvieran las fotos de los campeones del Maracaná. Y después los goles repetidos por las radios en cada aniversario. Uno creció con la sensación de algo heroico, eso de jugar contra 200 mil personas. Recuerdo que en la radio en la que yo trabajaba en Montevideo hice una recreación de todo el partido, basándome en los diarios que contaban jugada por jugada. Fue nuestro homenaje y nuestro tributo», evocó.
A decir de Víctor Hugo, «fuera de los héroes políticos, de los cuales rescato lejos de cualquier otra figura, a José Gervasio Artigas, después vienen los heroicos campeones olímpicos y mundiales del 24, 28 y 30 con (José) Nasazzi a la cabeza, que es una especie de Artigas deportivo. Y luego otro Artigas deportivo, que es Obdulio Varela, alrededor del cual se construyó todo el mito de lo que fue Maracaná».
Otro relevante relator de fútbol nacido en el Uruguay, Carlos Muñoz, interpela la generalizada idea de que la epopeya devino de «la garra charrúa, que existe, pero con garra solamente no se gana un Mundial. Aquel equipo tenía grandes jugadores, jugadores de una técnica exquisita».
Muñoz subraya que «sí, claro que sí, para los uruguayos lo del Maracaná es el hito más grande», y a modo de testimonio vivencial cuenta una anécdota de junio de 1990 cuando había viajado a cubrir el Mundial de Italia: «Resulta que se nos rompe el auto en Milán. Vamos a un taller mecánico y encontramos fotos del Pepe Schiaffino con la leyenda «El piú grande». Entonces naturalmente dijimos que éramos de Uruguay. «¡Uruguaianos, uruguaianos!», nos respondieron».