La llegada del Flaco estableció un antes y un después en la albiceleste, tras las desdichadas actuaciones en los Mundiales de Suecia 58, Chile 62, la eliminación de México 70 y un séptimo puesto ese mismo año 74 en Alemania.
De impronta inobjetablemente revolucionaria en la historia de la Selección Nacional de fútbol, el ciclo de César Luis Menotti se inició una tarde de hace 46 años en el Estadio Monumental con un empate de 1-1 sellado por el mendocino Roberto Domingo Rogel a siete minutos del final de un partido con el representativo de España.
Menotti había firmado contrato el lunes 30 de septiembre de 1974 tras un relevante paso al frente del plantel de Huracán y con un puñado de entrenamientos adiestró a la nueva Selección para el debut por la «Copa Hispanidad» ante una España orientada por el legendario húngaro Ladislao Kubala.
La premura del compromiso previsto para el 12 de octubre decidió a Menotti a formar un equipo con la base de Huracán y Boca, más el defensor Jorge Paolino de Racing y el delantero Edgardo Di Meola de River.
De Boca, alistó a Rubén Sánchez en el arco, Vicente Pernía y Roberto Rogel en la defensa, el mediocampista Marcelo Trobbiani y el atacante Enzo Ferrero, más otro volante ofensivo, Osvaldo Potente, que entró en el segundo tiempo.
Y de Huracán dispuso al lateral izquierdo Jorge Carrascosa, los mediocampistas Miguel Ángel Brindisi y Carlos Babington y el puntero derecho René Orlando Houseman.
España, por su lado, pese a que venía de ser eliminado por Yugoslavia en las eliminatorias del Mundial de Alemania llegó al Monumental con lo mejor que podía ofrecer por aquellos días, incluidas dos de sus celebridades: el arquero vasco José Ángel Iribar y el emblemático madrileño José Martínez Sánchez, Pirri, que abrió el marcador a los 37 minutos de la segunda etapa.
Un minuto después llegó la arremetida de Rogel tras un remate en el travesaño y sellada la igualdad concluyó un partido que ha sostenido los rigores del olvido por su carácter simbólico y fundacional.
La llegada de Menotti estableció un antes y un después en la travesía de una Selección Argentina que padecía décadas de carnaval organizativo, desdichadas actuaciones en los Mundiales de Suecia 58, Chile 62, la eliminación de México 70 y un descolorido séptimo puesto ese mismo año 74 en Alemania.
Al mando de un joven Menotti de flamantes 36 años, tras el debut en el cotejo con los españoles se puso en marcha un cronograma abarcador y ejecutado con inédita eficacia.
Entre otros elementos, el efecto Menotti destacó por la exploración y captación de futbolistas juveniles y del llamado «Interior del país» que robustecieron el armado de la Selección Mayor ganadora del Mundial 78 y la Juvenil coronada en Japón un año después.
Con la calificada base del 78 y un toque de renovación luminosa, la Selección llegó al Mundial de España 82 en condición de favorita, pero ni por asomo tuvo el rendimiento esperado: apenas si jugó muy bien en la goleada de 4-1 a Hungría (primera jornada brillante de Diego Maradona en los Mundiales), sumó un insípido 2-0 con El Salvador y cayó en el debut con Bélgica en el Camp Nou y con Italia y Brasil en el ya desaparecido estadio de la carretera de Sarriá, los tres en Barcelona.
De inmediato Menotti dio por cerrado el ciclo que había iniciado el 12 de octubre de hace 46 años, con números totales de 78 partidos, con 42 ganados, 18 empatados, 18 perdidos y una eficacia de 65.4.
Su puesto sería heredado por Carlos Salvador Bilardo, con quien a guisa de las diferentes maneras de concebir el fútbol llegó a un encono personal recíproco, pero esa fue otra historia.