El exentrenador del seleccionado argentino de vóleibol masculino y bicampeón mundial con Italia dialogó con Télam sobre distintos temas, entre ellos el coronavirus y lo que representó la muerte de Diego Maradona.
Por Marcos González Cezer
El platense Julio Velasco, exentrenador del seleccionado argentino de vóleibol masculino y bicampeón mundial con Italia, consideró «absurda» la ideologización de la pandemia de coronavirus, admitió que lo «afectaron mucho» las muertes de Diego Maradona y Carlos Timoteo Griguol, confesó que lo «incomoda» que lo definan como un mito del vóleibol y reveló que le gustaría «darle algo de nuevo» al país.
«Las de Maradona y la de Griguol fueron dos muertes distintas que me afectaron mucho», aseguró Velasco, actualmente a cargo de los seleccionados juveniles de Italia, en un extenso y exclusivo diálogo con Télam desde Italia.
Velasco, de 69 años, fue bicampeón del mundo con el seleccionado italiano (1990 y 1994) con el que, además, obtuvo la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996; tres veces el Campeonato Europeo y cinco Ligas Mundiales.
En 2015 ganó la presea de oro en los Juegos Panamericanos de Toronto, Canadá, 2015 con el representativo argentino al que arribó en 2014 y dejó en 2018.
Velasco trabajó en Ferro Carril Oeste, Jesi y Panini Modena, de Italia, y luego dirigió los seleccionados masculinos y femeninos de mayores de ese país; condujo después a el equipo nacional de varones República Checa y retornó a Italia para trabajarlos en Piacenza, Módena y Montichiari, y después a los representativos masculinos de España e Irán.
Velasco, de 69 años, fue bicampeón del mundo con el seleccionado italiano (1990 y 1994).
Velasco, de 69 años, fue bicampeón del mundo con el seleccionado italiano (1990 y 1994).
-T: Llevamos más de quince meses de pandemia. ¿Cómo la lleva?
-JV: La llevo bien porque, primero, no me lo agarré el virus. Ni mis hijas, ni mi mujer, ni yo, así que tuve bastante suerte. Segundo, era un privilegiado: vivo en una casa grande, en el campo, en las afueras de Bologna. El campo italiano no es como el campo argentino. En veinte minutos estoy en el centro. En el peor momento podía salir a caminar, tengo jardín en casa y además, trabajé mucho en la pandemia, haciendo muchas cosas, estudiando, viendo. Soy muy activo pero siempre en mi casa estuve muy bien, en el sentido que me gustan cosas de la casa como leer, ver películas, hacer cosas en el jardín, pero fueron meses y meses sin salir, ni siquiera iba a hacer compras, iba mi mujer, que tenía que salir, porque es fisioterapista, a ver a sus pacientes.
-T: En abril del año pasado, apenas comenzó la pandemia, dijo «esto es un triatlón y hay que aguantar». ¿Aguantó?
-JV: Sí, yo aguanté. Estaba en una condición privilegiada. Aparte, estoy muy entrenado. Como muchos deportistas y entrenadores aguantaron. En mi vida soporté muchas cosas más difíciles que esta pandemia. En Italia, en Argentina y otros países hubo gente que no se la bancaba y no respetaba las reglas. Teorizando sobre que esas reglas no eran correctas. Es difícil juzgar: una cosa es aguantarlo yo, en mi casa con mi mujer, y otra con dos o tres chicos en un departamento chiquito. No se puede juzgar al que está en condiciones diferentes. Fue muy dura para mucha gente. Una cosa es decir «muchachos, es muy dura, aguantemos lo más que podamos» y otra es decir «no pasa nada, es todo un invento». Lamentablemente, en todos los países se ideologizó este problema. Y eso me parece una cosa absurda. La paradoja es que en los últimos veinte años se habló de la muerte de las ideologías y resulta que se ideologiza el modo de jugar al fútbol, cómo se ve la pandemia, se ideologiza todo. Uno se puede equivocar, o no, en el modo de ver el problema de la pandemia pero que se divida políticamente como verla me parece que no tiene mucho sentido. En Italia se logró evitar bastante porque dentro del grupo de centroderecha hubo dos posiciones muy diferentes entre dos líderes muy importantes y eso evitó, un poco, que se ideologizará demasiado. Uno estaba sin mascarita, minimizaba la cosa y otro dijo «no, no, esto es serio» y tomó medidas muy drásticas y evitó un poco la división tajante que hubo en Estados Unidos y pienso que hubo en Brasil y Argentina.
-T: ¿Su formación y apego al método le sirvieron para afrontar la pandemia?
-JV: Me ayuda siempre una actitud o método que es «no pensemos mucho en lo que no se puede hacer y sí en lo que se puede hacer». Esto fue un motor de mi vida en lo personal y lo profesional. Y en esta pandemia apliqué de nuevo esto. Como federación hicimos preparación física con tres grupos que sumaban 130 jugadores, usando la tecnología. Los chicos ponían sus celulares y hacían los ejercicios durante una hora, una hora y media, todos los días, de lunes a viernes y los entrenadores y preparadores físicos los miraban desde sus casas y corregían. Lo hicimos durante tres meses. Después, cuando se empezaron a jugar, a puertas cerradas, los partidos de Súperliga, todos miraban en la RAI y los comentaban con sus entrenadores. Era un momento social también. No se podían ver pero se encontraban comentando un partido. Hice cursos, de ocho lecciones y de tres horas de duración cada uno, para 150 o 200 entrenadores que tenían chicos en las selecciones juveniles y los responsables de las regiones y provincias. Tenía que encontrar cosas para aprovechar el tiempo en lo que se podía junto con nuestro equipo de trabajo.
-T: En su nuevo trabajo con lo juveniles de Italia, ¿en qué pone el acento?
-JV : Hay varios puntos. Uno es la captación de chicos. Trato de inculcar ese tema en todas las sociedades, que no son clubes acá, sino sociedades deportivas por deporte. No hay clubes como en la Argentina que son polideportivos, donde los chicos viven los fines de semana o en el verano. En Italia, van, se entrenan y se van. Y la captación en varones siempre fue un tema central. En Ferro lo hice en los años 70. El otro tema para las selecciones es buscar jugadores con características físicas para el alto nivel, que también es difícil: la altura, el salto. Después, se les puede enseñar pero si no hay alguna de estas dos características, que salten mucho o que sean muy altos…
-T: En abril del 2020 expresó que «los lobos están bajando de la montaña con la baba en la boca y los perros se van a pelear por un hueso». Quince meses después de pandemia, ¿ratifica ese concepto?
-JV: Sí, lamentablemente, sí. Se está viendo: están recrudeciendo las tensiones internacionales, situaciones de violencia familiar, políticas que se extremizan y sobre todo que todavía no se vieron todas las consecuencias. Espero equivocarme pero hasta ahora los países tomaron medidas de frenar, por ejemplo, los despidos. En Italia todavía no están permitidos. ¿Qué va a pasar cuando se permitan?
-T: ¿Qué visualiza?
-JV: Que va a recrudecer la tensión social. Porque una parte de la razón la tienen los dos: el empresario y el trabajador. Ahí viene el problema eterno: cómo se distribuye la riqueza, las ganancias. Si se distribuye en modo justo, todos vamos a tener que pagar un precio, es una cosa. Si una parte de la población ve que los únicos que pagan un precio pesado son unos y los otros no tanto va a recrudecer la tensión social. Cuanto más pobre sea el país mayor va a ser esa tensión, pero supongo que va a haber en todos lados.
-T: ¿Lo afectaron las muertes de Maradona y Timoteo Griguol?
-JV: Sí, mucho. Cuando entrenaba a la selección argentina fui a la fiesta de Ferro y ahí lo vi a Timoteo. Lo vi muy mal. Fue un gran entrenador y una grandísima persona. Es alguien que dejó una herencia cultural más grande de lo que mucha gente cree. Como lo fue Zubeldía. Técnicos de equipos chicos que marcaron mucho el modo de entrenar y jugar. Como Sabella también. Después están los totems más grande. Y lo de Diego… Yo escribí una carta. En Italia la gente lo respeta y lo admira y nosotros lo queremos. Esta diferencia creo que es la clave de lo que nos pasó a todos con Maradona. Con sus defectos. Creo que es una persona más querible justamente porque ni siquiera era algo parecido a la perfección, ni cerca. Eso hace identificar a la gente con él. Todos tenemos debilidades, mezquindades. Las de él eran públicas constantemente, las de uno no tanto. Para mí tuvo un valor extraordinario, más allá de su grandeza futbolística, que se la reconoce hasta el que lo odia, que es el hecho de que fue un compañero ejemplar, querido por todos. Eso no es algo habitual. Es más, es algo cada vez más raro porque hay cada vez más divismo e individualismo. Él era increíble en ese punto de vista.
-T: ¿Lo conoció personalmente a Diego?
-JV: Sí, en el estadio de Roma, me lo presentó un periodista italiano que lo entrevistó muchas veces. El sabía de todos los argentinos que estábamos afuera. En eso también era increíble. El sabía todo de los tenistas, de los voleibolistas, los del básquet. Me saludó como si me conociera de toda la vida. Es una cosa… un tipo especial, era realmente un tipo absolutamente especial y con valores que a mí, digamos… el hecho de que se drogara, yo siempre lo digo… nadie es indemne a que el propio hijo se pueda drogar. No digamos pavadas de que depende de cómo lo educamos. Nos puede pasar, nadie puede decir no, a mi no me puede pasar. Porque es un tema muy complejo. Entonces ¿por qué cayó en la droga? bueno… pero ese valor de ser un tipo que jamás hizo un mal gesto porque le pasaron mal una pelota solo esto. Nunca nadie le hizo una foto, un video porque le pasaron mal una pelota. Eso ya vale que lo querramos.