Diego Giustozzi ya trabaja con la Juvenil y se ilusiona. Conocé la cocina del futsal en la voz de su entrenador en esta entrevista.

Varios de los integrantes de la Selección Argentina de futsal campeona en el Mundial de Colombia recibieron el mimo menos esperado: fueron ovacionados por decenas de miles de personas en el Estadio Mario Kempes, en la previa de Argentina-Paraguay por Eliminatorias. Entre ellos estaba el entrenador, Diego Giustozzi, quien, como toda la delegación, regresó a Buenos Aires en la madrugada del miércoles. Claro, nada de descansar, fiel a su esencia: horas después estaba dirigiendo la primera práctica del Seleccionado Sub 20 que empezó a prepararse para el Sudamericano que se disputará en diciembre en Uruguay. Es tiempo de reflexión, para el entrenador, pero no puede parar. En el medio, hasta tiene tiempo de dialogar con afa.com.ar en su oficina del predio de Ezeiza, analizando la gloria reciente y el prometedor futuro. Con ustedes, el técnico campeón del mundo, que confiesa: “Lo que sentí en Córdoba es que la gente sabía quiénes éramos, lo que habíamos logrado. Eso es increíble, no es que pasó como cuando vas a ver un partido de tu equipo y entran pibitos con la camiseta y los aplaudís sin saber por qué. Fue un gesto genial de la AFA. Ojalá se vuelva a repetir con otro título importante”.
-¿Cómo te llevás con tanta requisitoria de los medios?
-Nos sorprendieron más las repercusiones que haber conseguido la Copa del Mundo… Está claro que es un hecho histórico del que realmente estábamos muy muy lejos hace no mucho tiempo, pero de a poquito fuimos acortando esa brecha y sabíamos que íbamos al Mundial con posibilidades si hacíamos las cosas a la perfección. Hemos vivido cosas bonitas, porque el que está adentro del deporte sabe que se necesitaba esto. Siempre quisimos tener esta oportunidad, pero no nos imaginábamos que nos iban a seguir tanto durante el Mundial. Ya campeones, uno accede a las notas y todo, porque lo hace buscando lo mejor para el deporte.
-Esa frase la repiten tus jugadores, ¿cuán importante puede ser el título para mejorar el futsal?
-Lo decimos porque lo sentimos. Yo le debo la vida a este deporte, me formó como persona, como profesional, me hizo conocer a mi familia, me hizo viajar por el mundo, me hizo abrir la cabeza, por eso siento el deber o la necesidad de devolver algo. Yo no estoy acá por la plata: si fuera así, me hubiera subido a un avión hace rato. Estoy acá por la gloria y para devolver algo. El futsal mantiene las raíces fuertes: el que jugó a este deporte sabe que nació de un club de barrio, donde los familiares lavan la ropa o se involucran en la vida diaria del club. La gente mediocre, la mala gente de verdad, queda muy expuesta porque el futsal no genera millones, en el futsal se está por la pasión. Lo más lindo de este deporte es que la gente quiere que crezca.
-¿Cómo siguen ahora?
-El mensaje que me deja esta Copa es que estamos por el camino correcto. Sería de mediocre pensar que se terminó todo por ser campeones del mundo. Ahora tenemos que demostrar que no es la victoria de una camada, sino que se tiene que mantener en el tiempo, con una filosofía de trabajo, esté o no esté yo. En el predio de Ezeiza se generó una planificación para el futsal que esté quien esté, será obligado a seguirla. Y ahora hay que seguir ganando torneos, manteniendo a Argentina en la elite mundial… A veces se ganará y a veces no, pero debemos mantenernos en las finales, vendiendo la marca Argentina a nivel mundial como lo han hecho España o Brasil. Ahora nos toca a nosotros. Estamos encaminados, porque detrás de esta victoria hay una idea profesional.
-Siempre hablás de que llegaban como potencia al Mundial, ¿ahora qué es la Selección?
-Y… ya tuvimos invitaciones a partidos, a charlas que antes no llegaban. Pero tenemos que aprovechar porque hay varios puntos a tocar: la profesionalización de la Liga de Buenos Aires, la federalización del deporte, la apuesta por los Juveniles. Pensemos que llegamos a ser campeones de América con jugadores locales porque no me daban a los del Exterior. Ahora mi debate interno es: somos Argentina y somos el Campeón del Mundo, ¿tenemos que ir a todos los torneos a ganar o puedo llevar jugadores Sub 23 para darles minutos, confianza? Obviamente que debo consultarlo con mi equipo de trabajo, pero soy de la creencia de que tengo que ir a ganar cada torneo pero sin tener que demostrarle nada a nadie. Los jugadores saben que tienen que competir como se entrena: acá se entrena para ganar, para llegar a la perfección. Jugamos siete torneos, llegamos a siete finales y ganamos cuatro títulos. Los jugadores captaron la idea y están capacitados para aguantar esa presión: no volveremos a jugar el próximo torneo como el Campeón del Mundo, lo haremos como siempre, jugando como se entrena, poniendo la vara alta, buscando la perfección.
-¿Cuánto te llevó instalar la idea?
-El primer torneo que dirigí es el más importante. Acá había cinco jugadores, todos habían renunciado, nadie quería seguir, los tuve que llamar uno por uno para convencerlos, a los de acá y a los de afuera. En cinco semanas conseguimos todo lo que habíamos planificado, perdimos la final en los Juegos Odesur 2014 con Brasil y nos dimos cuenta de que podíamos ganarle. Al torneo siguiente, una semana después, le ganamos a Brasil en Brasil, saliendo campeones ahí por primera vez en la historia. Ahí nos dimos cuenta de que todo era posible, sobre todo los jugadores, porque yo puedo decir lo que quiera pero si los jugadores no me siguen…
-Quedó claro que te siguen. El video del minuto pedido contra Egipto en el Mundial, cuando goleaban, y vos arengando como si fueran perdiendo es elocuente…
-Yo soy así, entrenamos así: no puedo permitir que un jugador se entrene cinco minutos mal. O lo mando a bañar o paro la práctica. Prefiero entrenar 20 minutos a la perfección, a la intensidad máxima, que entrenar una hora. No podía creer que con todo lo que nos había costado llegar a cuartos de final se regalaran cinco minutos de un partido. Si entrenamos al 100% ¿vamos a jugar al 60%? Si soñábamos jugar una semifinal de un Mundial, ¿vamos a regalarla cinco minutos antes de jugarla? Quería mantener la intensidad, me gusta mantener el arco en cero porque eleva la autoestima y les manda un mensaje a las demás selecciones, que hablaban de eso: a Argentina es muy difícil hacerle goles… Si vos ganás 8-4, el siguiente rival piensa “se puede”. Pero si vos jugás la semifinal con Portugal, con el mejor ataque, con Ricardinho goleador del torneo, con Cardinal, y lo dejás en dos goles, y uno de rebote con arquero-jugador, sin que ellos conviertan, es otra cosa, es un mensaje. Les decís a todos “llegamos a la final contra los rusos, que pasaron a todos por arriba, pero acá está la mejor defensa del mundial”.
-¿Cuánto de psicólogo tiene tu estilo de trabajo?
-Mucho. Me encanta trabajar la cabeza del jugador. La vida pasa por la cabeza, por la confianza, por la motivación, por el hambre. Ojo, no soy psicólogo, me encanta llevar al límite al jugador, tenerlo contento, tenerlo motivado, me parece mejor que cualquier pizarra, por más que sea un obsesivo de la táctica. Creo que el Mundial lo ganamos en la preparación. Planificamos hasta el más mínimo detalle, nos preparamos en el tiempo justo: no hicimos ni nueve semanas ni siete de trabajo previo; encontramos el tiempo justo en las ocho semanas. Si hacíamos más, nos pasábamos de estrés; si hacíamos menos, nos iba a faltar tiempo para trabajar. Encontramos seis partidos amistosos, que fue bueno; nunca tuvimos una lesión; elegimos las ciudades justas para ir a jugar, como San Juan y Rosario, con buen clima y separando en tiempo esos viajes para que los jugadores pudieran volver a sus casas, nunca los sofocamos, ni en los entrenamientos: cuando había que entrenar, se entrenaba, cuando había momento para la diversión, nos divertíamos. Nunca los concentramos, dormían en sus casas, con control de dieta, convenciéndolos sobre cómo debían comportarse, convenciéndolos de que podíamos llegar como candidatos al Mundial como nunca había pasado.
-¿Y ahora?
-Hemos exprimido al máximo a los jugadores y en Europa arrancaron las ligas, acá los playoff… Les agradecemos a los clubes devolviéndolos bien entrenados y hasta el año que viene no los vamos a molestar. Sabemos que cuando los convoquemos van a volver con hambre. Siempre se los digo: ¿cuántos partidos internacionales puede tene un jugador? 80 con toda la furia. ¿Y vamos a regalar uno? Si después, cuando te retirás, te querés matar: darías un dedo de la mano para poder volver a vivir esto. Yo lo hubiera dado para que mi camada pudiera vivir lo que vive este plantel ahora. Hay que disfrutar pero hacer más y más porque cuando no lo tenés, te das cuenta lo lindo que era. A los jugadores los veo felices, creyendo en este proyecto, son los abanderados… Estoy convencido de que el día de mañana todos estos chicos que estoy dirigiendo van a ser entrenadores, tal vez alguno sea técnico de la Selección. Toda esta camada le dará a la Selección su experiencia. Mientras tanto, hay que trabajar con las categorías 1992, 93, 94 y 95, que son muy buenas.

 

La misma charla con Giustozzi conduce al presente. Aunque parezca mentira, la vorágine deja atrás al Mundial obtenido. El objetivo está a la vista: el Sudamericano de Uruguay con la Selección Sub 20, con la que la clave será, según el técnico, “mantener la misma filosofía, el profesionalismo, que desde chicos se empiecen a formar con esta metodología de trabajo. La verdad es que la Sub 20 de Argentina nunca ganó nada, no llegó a una final. Para mí es un desafío importante. Cuando muchos me dicen “bajate, ya ganaste un Mundial, qué te vas a quemar con una Sub 20”. Pero me muero de ganas de entrenarlos y de ganar un título. Y si perdemos, perdemos, es lo que puede pasar. No le tengo miedo al fracaso, a que me vaya mal con los chicos siendo Campeón del Mundo. Quiero ganar, tengo esa obsesión. Arranqué entrenando chicos y la alegría que dan los chicos, sus familias, te llena de orgullo. Trabajaremos estos dos meses a tope para levantar un título, algo que nunca hicimos.

 

Se va la charla. Y se va Diego Giustozzi después de distinguir el camino hacia la recta final que conduce al Sudamericano Sub 20. Autodefinido como “director técnico las 24 horas”, acomoda su oficina en Ezeiza la foto familiar junto a su mujer, Fabiola, y sus hijos Nicolás y Camila, y aclara, aunque cueste creerlo, que no es “obsesivo; no tengo mil videos en casa, tengo mis tiempos para mi familia, para mis amigos, me dedico a ellos, tengo cosas en la cabeza todo el tiempo, pero la obsesión mal entendida no es conducente, trato de ser equilibrado. Trato…”.