Ajuste salarial, campañas en las redes y desacuerdos deportivos enrarecen el vínculo del crack con el único club de su vida. ¿Cuál será su futuro?
Del Lionel Messi futbolista se pueden decir muchas cosas, casi todas ya escritas, pero hay una en la que quizás no se repara todo lo que se debería. Y sigue igual de vigente en tiempos de coronavirus. Messi engaña y Messi confunde, pero el Messi que camina es el Messi inmediatamente anterior a una jugada fabulosa.
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Ese Messi que engaña en la cancha también lo hace a veces cuando se lo entrevista. Lo hizo hace un par de meses con Mundo Deportivo, un diario más que centenario.
–Sabe que usted no se puede ir nunca del Barça. Es lo que se pregunta la gente. ¿Le veremos algún día fuera de aquí?
–Yo ya dije muchas veces que mi idea es esa, y mientras el club y la gente sigan queriendo eso, por mi parte no va a haber nunca ningún problema. Muchas veces dije también que me gustaría estar y que estemos bien todos, el club, que la gente esté contenta con el equipo, que haya un proyecto ganador y sigamos optando a todos los títulos como lo hicimos siempre en este club. Esa es mi idea, seguir en este club. Quiero ganar otra Champions, quiero seguir ganando Ligas y siempre aspiro a eso.
Esta respuesta exhibe en casi toda su dimensión al Messi que “camina” las canchas y las entrevistas, al Messi que engaña. Le está diciendo a los hinchas del Barcelona (y Mundo Deportivo es un hincha prominente) dos cosas: sí y no.
La primera lectura de sus frases permitiría creer que no se irá nunca, pero en realidad es una respuesta repleta de relativizaciones. Su “idea”, dice, “es esa”. ¿Qué idea? La de un equipo ganador en el que “le gustaría estar”, porque eso implica que estén “bien todos”. ¿Y cómo se llega a eso? Con un “proyecto ganador” que siga aspirando “a todos los títulos” como se hizo “siempre” en el Barcelona. ¿Asunto resuelto? No.
“En muchos momentos tuve la posibilidad de salir del club, había muchos clubes interesados que estaban dispuestos a pagar hasta la cláusula –agregó Messi–, pero en ningún momento se me ocurrió irme y ahora tampoco. Lo vuelvo a repetir. Si el club quiere, no hay problema.”
Mundo Deportivo no repreguntó acerca de cuáles fueron esos clubes interesados, pero lo importante es cuando Messi dice “si el club quiere”.
Son frases del 10 antes de la aparición del Covid-19, que ha trastocado también el escenario del fútbol. Una vez que el virus se cebó con España y el mundo entero, la relación de Messi con el club empeoró.
Messi es el jugador que más dinero gana en el Barcelona. Según fuentes muy conocedoras del club, cobra entre 50 y 70 millones de euros netos al año.
Al Barcelona no le quedaba más remedio: les pidió a los jugadores que se rebajaran el sueldo, porque si seguía pagando lo mismo de siempre iba directo a la quiebra. Messi hizo público su enojo por sentirse presionado, y eso, en el Camp Nou, no es una tormenta, es un huracán. El Barcelona tendrá directivos y presidentes, pero el mayor poder llegó de Rosario.
El club catalán es el que más gasta en salarios en Europa. El de Messi oscila entre los 50 y los 70 millones de euros netos al año, según fuentes muy conocedoras de la tesorería del club. Los jugadores aceptaron ceder 14 millones de euros netos al mes y aportar cada 30 días 280.000 más para pagar los salarios de los empleados mientras dure el “estado de alarma” en España.
Parece y es mucho, pero los jugadores de la Juventus recortaron 90 millones de euros de sus sueldos, los del Bayern Munich un 20 por ciento por todo el año y los del Real Madrid, otro 20 por ciento mientras no haya competencias y un 10 por ciento cuando vuelvan los partidos.
Esa negociación entre los jugadores (liderados por Messi y Gerard Piqué) y la directiva dejó heridas y desconfianzas profundas. Si las cosas no cambian fuertemente, el “Messi eterno” en el Barça será una quimera.
Además hay otro tema que enrarece el vínculo: el llamado Barça-gate, un curioso escándalo no del todo aclarado aún por el que desde el club se promovían (y se pagaban) cuentas y posteos en redes sociales para mejorar la imagen de los dirigentes del Barcelona, sobre todo la del presidente Josep María Bartomeu, y golpear la de algunos jugadores, entre ellos Messi y Piqué.
Se les pagaban cientos de miles de euros a empresas argentinas, españolas y uruguayas especialistas en el tema. Frente a eso, la reacción de Leo fue un llamado a cerrar filas en el plantel “o vendrán meses complicados”.
¿Sueños de fuga?
¿Qué querría Messi hoy? El regreso de su amigo Neymar a un club que abandonó de manera ni clara ni leal. Y que el Barcelona vuelva a ser ganador. Ser ganador significa volver a conquistar la Champions League, torneo en el que el club catalán fracasó sonoramente las últimas dos temporadas. Un torneo que, hay que recordarlo, sólo ganó cuatro veces en las 16 temporadas que lleva con Messi en el barco. Un trofeo que no alza desde hace cinco años pese a que cuenta en sus filas con el mejor jugador del mundo.
Messi necesita ganar más Champions, no hay vueltas que darle. Cuando se es el mejor de todos, la Liga española y la Copa del Rey son sobreentendidos, de lo que se trata es de la Champions, de la Copa América y del Mundial.
Fue hace seis años, en 2014, que Messi pensó seriamente por primera vez en dejar el Barcelona, el único club en el que jugó desde que es profesional.
Florentino Pérez sueña con Messi en el Real Madrid, y durante años sondeó al entorno del jugador para ver si era posible. Pero no lo es. Y tampoco deberían serlo el Paris Saint Germain y el Bayern Munich, por más poder económico que haya allí.
“Me voy”, le dijo a Tito Vilanova el 19 de abril de 2014. “No es una cuestión de dinero”, añadió. “¿Adónde te vas a ir, al PSG?”, le repreguntó Vilanova, que moriría seis días después tras dos años luchando contra el cáncer.
Cuando dos temporadas más tarde llegó una propuesta para ir al City, que estrenaba a Josep Guardiola como técnico, la salida del Barcelona estuvo más cerca que nunca. Pero no se concretó, y esa alternativa está hoy olvidada: la UEFA sancionó al club de Manchester, que verá por televisión las próximas dos temporadas de la Champions.
Entonces, si Messi decidiera dejar el Barcelona y seguir jugando en Europa, ¿a qué clubes podría saltar?
Florentino Pérez sueña con él en el Real Madrid, y durante años sondeó al entorno del jugador para ver si era posible. Pero no lo es. Y tampoco deberían serlo el Paris Saint Germain y el Bayern Munich, por más poder económico que haya allí. Messi busca el éxito deportivo, pero también que su familia siga siendo feliz. París y Munich implicarían un cambio cultural y climático que la familia del crack probablemente no podría digerir.
¿Entonces? Entonces queda perfilar la recta final de la carrera de Messi. Si hace un tiempo se dudaba de que pudiera jugar Qatar 2022 a los 35 años, en breve habrá que prepararse para los sondeos de la Casa Blanca: descontado que jugará en dos años y medio su quinto Mundial, estadounidenses, mexicanos y canadienses harán todo lo posible para contar con él en el de 2026, el primero tripartito de la historia y eje de enormes poderes económicos y políticos. Tendrá 39 años, nada que asombre ya demasiado en el deporte de hoy.
Hay que enfocarse, así, en lo que hará Messi a partir de 2023. Al rosarino, que en junio cumplirá 33, le divierte demasiado jugar al fútbol y no hay signo alguno de decadencia inminente en su juego.
El Messi de dentro de unos años jugará quizás distinto, se sostendrá mucho más en su sabiduría y experiencia futbolísticas que en esa explosión que ya no es la de hace una década. Pero jugará, y cualquier equipo morirá por tenerlo en sus filas.
Pasión rojinegra
¿Newell’s Old Boys de Rosario? Messi dijo más de una vez que querría retirarse allí, y cuando se es el mejor del mundo, multimillonario e hincha leproso, nada debería impedir que ese deseo se concrete.
Es cierto, también, que Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA, tiene una muy buena relación con el 10 y hará lo que sea posible para allanar el desembarco en un fútbol argentino que ganaría en jerarquía y visibilidad mundial.
Hay, sin embargo, obstáculos. Rosario no es la ciudad de la que Messi se fue en el 2000. La violencia del narcotráfico transformó su día a día. Tiene, como todas las ciudades, burbujas, sectores más seguros, y es en uno de ellos, un barrio privado, donde Messi pasa su tiempo cada vez que desembarca en la segunda ciudad del país.
El barrio rosarino de Messi, La Bajada, vivió una «degradación social tremenda» y hoy es una zona prácticamente intransitable, dominada por el narcotráfico.
La vida de los últimos 20 años fue otra. Las cifras marcan que en Barcelona es asesinada una persona cada 15 días. En Rosario, una por día. A esa rutina sin sobresaltos se acostumbraron los Messi, que, hay que recordarlo, son padres de tres hijos de corta edad.
Messi, que según su gente más cercana “lee todo y está enterado de todo”, sabe, y también lo sabe su esposa, Antonella, lo que pasó en enero de este año en el Casino City Center.
Un apostador que había salido a fumar murió en medio de una ráfaga de balas contra el edificio. Las investigaciones determinaron que la muerte del hombre fue un “mensaje” de la banda de narcotraficantes “Los Monos”: compartan la recaudación y les garantizamos protección. Ese es el lugar en el que los Messi celebraron su casamiento en 2017, esa es la ciudad en la que por un buen tiempo difícilmente vuelvan a vivir.
Alcanza con escuchar a Mauricio Tallone, jefe de Deportes del diario La Capital de Rosario y buen conocedor de la historia de los Messi, quienes sabían vivir en el barrio de La Bajada, una zona de clase media baja: “La degradación social de ese cordón de Rosario es tremenda y el lugar en el que vivió Messi, específicamente, es un bastión del narcotráfico. Messi se fue en el 2000, todo cambió muchísimo en estos 20 años. Esa zona es hoy prácticamente intransitable”.
“¿Para qué va a jugar en Newell’s? ¿Para que pierda un clásico, le pinten la casa y lo insulten?”, recalcó ante Viva una fuente más que autorizada para hablar de Messi, porque conoce al jugador como pocos.
Pero Newell’s tira. El 10 bien podría darse el gusto de jugar unos pocos meses en el Parque de la Independencia. No haría falta trasladar a la familia, que solo vendría para partidos especiales.
Los hijos mayores de Messi son ya muy futboleros, lo serán aún más en unos años, y para el jugador es importante, qué duda cabe, que lo vean en el club de sus raíces. Y Messi, además, tiene la oportunidad de volar a Barcelona en su avión privado cuando quiera.
Newell’s, un club de economía e institucionalidad frágiles, estaría dispuesto a un arreglo de ese tipo, porque el impacto de tener al 10 vestido de rojo y negro es de dimensiones siderales para cualquier club, y más aun para los rosarinos.
¿Destino final Estados Unidos?
Lo más probable, de todos modos, es que, si se concreta la experiencia de Newell’s, Messi termine vistiendo otra camiseta en el tramo final de su trayectoria. “Yo lo veo cerrando la carrera en los Estados Unidos. Calidad de vida y buena plata”, coinciden en apuntar en Barcelona dos muy buenos conocedores del pensamiento messiánico.
Lo que lleva a un último apunte obvio: Messi, aunque muchos argentinos no lo perciban, es una figura de dimensiones planetarias que recibe ofertas y propuestas de negocios tan fabulosas como imaginativas.
Newell’s es el sentimiento, el corazón. El bolsillo pasa por los Estados Unidos y por otros tres mercados que harían todo lo imaginable por contar con él aunque sea solo en un puñado de partidos: el mundo árabe, China y Japón.
Son tiempos de coronavirus, sí, y el deporte mundial será muy diferente en el futuro. ¿Menos ostentoso y con deflación de millones? Quizás, pero da igual: a la saga de Messi le quedan unos cuantos capítulos por delante.