El DT más ganador de la historia de Boca fue homenajeado con una pieza que se ubicará en el Museo del club; además, se llevó una réplica en miniatura.
Carlos Bianchi ya es un monumento en La Bombonera: en la tarde del viernes se descubrió su estatua que lo inmortaliza como el entrenador más ganador de la historia de Boca. Es una pieza que se exhibirá en el Museo, y que lo pinta de cuerpo entero en su época de esplendor: pensativo y mirando atento el campo de juego. Incluso, con el detalle de su rodilla maltrecha mientras estaba parado al borde de la línea de cal. El DT también se llevó una réplica en miniatura.
Los buenos recuerdos y el agradecimiento que estos generan son intangibles que no necesitan asirse a un objeto para perdurar. Sin embargo, el cariño y la admiración suelen movilizar la materialización de los grandes reconocimientos. Es una dimensión reservada para pocos. Es la categoría que alcanzó Carlos Bianchi en Boca.
A los 67 años, el entrenador fue homenajeado nada menos que con una estatua en el club con el que conquistó tres copas Libertadores (2000, 2001 y 2003), dos Intercontinentales (en 2000 ante Real Madrid y en 2003 frente al Milan), cuatro torneos locales (Apertura 1998, 2000 y 2003 y Clausura 1999) y donde además estableció con una serie de 40 partidos el invicto más prolongado en la historia del profesionalismo en primera división.
En 1998 Bianchi llegó a Boca acaso sin imaginar la gloria que alcanzaría. En su primer ciclo (1998-2001) fue campeón doméstico, de América y del mundo y en el segundo (2003-2004) logró lo que parecía imposible al repetirlo. El segundo regreso no fue como entrenador, sino como mánager (2009-2010); mientras que la tercera etapa como técnico, la más reciente (2013-2014), fue la única que no produjo títulos. Cada uno de sus logros fue grabado en el pie del monumento con el que el técnico quedó inmortalizado para siempre como un reflejo de lo que significó su paso en la historia del club de la Ribera.
«Esta estatua la merecen los verdaderos protagonistas de todo esto, que son los futbolistas», agradeció con modestia en un discurso de unos pocos minutos, muchos menos que el largo rato que dedicó a firmar camisetas, banderas y sacarse fotos con todos lo cada hincha que se lo pidió.
La estatua fue obra del artista Enrique Savio, y la idea fue impulsada por dos jóvenes socios, Francisco Álvarez y Gabriel Bonavena. «Cuando me vinieron a contar lo que querían hacer acepté porque los vendió la cara de buena gente», les agradeció Bianchi. Se trató del segundo reconocimiento de esta envergadura para Bianchi, ya que el año pasado estuvo presente en la que le dedicó Vélez, club en el que se formó y fue ídolo como jugador (es el máximo goleador de su historia) y como técnico.
La mayor emoción de Bianchi tuvo lugar al recordar a su cuñado, Ángel, fallecido recientemente y a quien recordó cómo le contaba «hace 50 años lo que era todo esto, porque él era fanático de Boca; y la verdad que no se equivocó en nada, porque el mundo Boca es muy grande».
El evento tuvo lugar en el espacio donde los jugadores entran en calor antes de cada partido, contiguo al vestuario local, ese en el que Bianchi anticipó tantas situaciones en las charlas tácticas y motivó a sus dirigidos con arengas ganadoras. Después de haber sido descubierta sobre el césped sintético será trasladada al museo, donde se encuentran las de Diego Maradona, Ángel Clemente Rojas, Ubaldo Rattín, Silvio Marzolini, Martín Palermo y la de otros dos ídolos que estuvieron presentes, Juan Román Riquelme y Guillermo Barros Schelotto. Junto con ellos también participaron del homenaje Rolado Schivi, Sebastián Battaglia y Marcelo Delgado, además de Julio Santella y Carlos Veglio, colaboradores en los cuerpos técnicos de Bianchi. En una pantalla se reprodujeron además los saludos de Martín Palermo, Diego Cagna, José Basualdo, Roberto Abbondanzieri y los colombianos Jorge Bermúdez, Mauricio Serna y Oscar Córdoba. En primera fila no faltaron su esposa Margarita, sus hijos y sus nietos.
«Él nos enseñó a ganar. Es lo más grande de nuestro club, para mí es el mejor entrenador del fútbol argentino de todos los tiempos», aseguró Riquelme, tan ovacionado como el protagonista principal.
Carlos Bianchi había estado por última vez en la Bombonera hace más de dos años, el 28 de agosto de 2014. Aquella jornada había sucedido lo que parecía imposible: Daniel Angelici lo había echado de su cargo de entrenador, determinación que comunicaría al día siguiente en una conferencia de prensa. Su relación con el presidente de Boca no quedó buenos términos y ayer el máximo dirigente del club no estuvo presente, ya que se encuentra con licencia por un viaje. Lejos de aquella noche de desencuentros y rostros rectos, el regreso del Virrey fue con una sonrisa plena y la mirada transparente, con los ojos húmedos que vieron su figura inmortalizada para siempre en el panteón de los máximos ídolos xeneizes de todos los tiempos.