Detrás del magnetismo de Barcelona y las urgencias de la selección, Tata sale de la rueda de la exigencia: será el DT de Atlanta United, un club que se presentará en la MLS en 2017.

Es un club de fútbol sin pasión: no tiene, por ahora, ni un sólo hincha detrás de sus colores, negros y rojos, según la vestimenta original. Su escenario está a medio construir: el Mercedes-Benz Stadium será un sitio multideportivo, ubicado en la centro de Atlanta, en Georgia, Estados Unidos. Sobra dinero para acabarlo en un puñado de meses: un billón 400.000 dólares prometen dejarlo de excelencia para 2017. No sólo patearán pelotas de soccer los Atlanta United, también serán parte del show los Atlanta Falcons, de la NFL y el Peach Bowl de la División I NCAA. Pelotas de todos los colores. Suma, por ahora, siete jugadores, que hablan en todos los idiomas. Un griego, un irlandés, un hondureño, un norteamericano, un ghanés, un argentino (Tito Villalba) y hasta un veterano, Kenwyne Jones, de casi 32 años, nacido enTrinidad y Tobago. Todos están a préstamo en otros destinos, hasta que el balón empiece a rodar, el año próximo, en la magnética, desde lo cultural, desde lo económico, MLS. Atlanta United será la franquicia número 22 (también será incorporado Minnesota United) y, lógicamente, todavía no jugó un sólo partido. Ni nunca tuvo entrenador. Todo nuevo, todo por hacer. Allí está, listo, sonriente, sin presiones, Gerardo Martino. Que baja de la montaña rusa del fútbol, para volver a disfrutar del sol. Para construir desde las entrañas. De cero.

Sabe muy poco inglés, a diferencia de su familia, que no lo acompañaría full time en una ciudad multicultural, que bebe Coca Cola de primera mano, que cuenta con el aeropuerto más transitado del mundo, es el centro neurálgico de las más prestigiosas compañías y la mayoría de sus casi 600.000 habitantes poco saben de qué se trata la ley del off side.

A Tata poco le importa. Se lo ve, a distancia, con la felicidad extraviada detrás de los ciclos que esperó toda su vida. Primero Barcelona, luego la selección. Las dos finales perdidas de la Copa América -en Santiago, en Nueva York-, sumado a los desplantes de nuestro traumático fútbol, le acorralaron las pasiones, le transformaron el pensamiento. Precisa volver a disfrutar del fútbol desde otro lugar. Las presiones lo marginaron de la escena que quieren (casi) todos. Adora Estados Unidos, el proyecto sustentable. Organizado, ordenado, como la sociedad que lo cobija. Entiende la mirada de los otros, pero no le importa: cree que el desafío por venir es ideal para su vida. A los 53 años, volver a empezar.

Le dieron las llaves del club -en construcción-, pero sabe de las complejidades del sistema: hasta fines de año no podrá incorporar jugadores, en los Draft, como en el mercado de México. También, podrá seleccionar a jóvenes promesas universitarias, un novedoso examen para un hombre de sus quilates, exitoso en el seleccionado de Paraguay y en una breve etapa en Newell’s, entre otros destinos. Firmó un contrato por dos años, con todo por hacer: la franquicia se creará a su gusto y semejanza. El cambio es profundo: su cuerpo técnico será otro, ya no estarán Jorge Pautasso y Elvio Paolorosso. Habrá otros nombres, con otro perfil. Atlanta United es propiedad de Arthur M. Blank, uno de los filántropos y empresarios más influyentes de la ciudad. Le sobran dos cosas esenciales en los tiempos modernos: tiempo y dinero. Hombre fuerte de los negocios y los deportes, tiene una fortuna incalculable, sin datos precisos.

«Sus equipos siempre han sido organizados y han exhibido un estilo rápido y fluido que se alinea muy bien al tipo de juego que queremos plantear nosotros», contó Carlos Bocanegra, el director deportivo, un legendario ex jugador de los Estados Unidos y próxima mano derecha en los asuntos administrativos.

Grandes glorias despistaron en la MLS: Carlos Alberto Parreira, Bora Milutinovic, Juan Carlos Osorio y Carlos Queiroz, entre otros, tomaron el timón en una liga compleja, sinuosa. Ninguno se consagró en una competencia que crece de modo alocado: en 1996 había apenas diez clubes. Diego Valeri, en Portland Timbers e Ignacio Piatti, en Montreal Impact, descubren su destreza en el norte del mundo, sin complejos. No extrañan la fama, los hinchas ni el exitismo. Martino mira arriba: busca exactamente eso. Aplausos por un pelotazo a la tribuna, pochoclos a la hora de la siesta, risas detrás de un gol en contra… de uno de los nuestros. Eso sí: Tata tendrá un calendario cargado: al menos, 36 partidos por temporada.

Con dos conferencias (este y oeste), el campeonato dispondrá de 11 franquicias en cada frontera; se clasificarán para el tramo final los equipos que acaben en los primeros seis puestos de cada conferencia, en una liga en la que descansan viejas glorias, antesala para colgar los botines. Gerrard, Pirlo, Lampard, Villa y Drogba, entre tantos otros, pasean, van de compras, espían el futuro y se divierten en la cancha. Martino no está en el ocaso, pero precisa frenar. Para volver a empezar, tal vez, con otra potencia.

Las frases del Tata

«Me siento muy contento de unirme a Atlanta United como primer entrenador en la historia del club. Es un momento muy emocionante para la MLS y espero con entusiasmo dirigir en esta liga»

«Atlanta United es una organización de primera clase, y estoy ansioso de empezar a trabajar»

«Elegí Atlanta porque era una propuesta de trabajo diferente, una franquicia que se empieza a desarrollar. Me resulta seductor en este momento de mi carrera. Es gran un desafío»