El nadador, en diálogo con Télam, puntualizó que que «gracias al Enard» puede vivir del deporte que practica. «Con su beca y la que también me otorga la Secretaría de Deportes de la Nación puedo mantener a mi familia», resaltó.
Por Héctor Roberto Laurada
El nadador rosarino Fernando «Pipo» Carlomagno ganó la primera medalla de plata para la delegación argentina en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, en la competencia de 100 metros espalda categoría S7 (parálisis cerebral), pero lejos de celebrarlo manifestó un sentimiento ambivalente porque aseguró que llegó a la capital japonesa «para ganar el oro, y se escapó por muy poco».
«Lo que estaba en mis cálculos cuando vine a Tokio era ganar la medalla de oro, porque estaba preparado para eso, pero con lo que no contaba era con que el ucraniano Andrii Trusov fuera tan fuerte y se la terminara llevando él», se lamentó Carlomagno en diálogo telefónico con Télam desde Japón.
Carlomagno, de 28 años, llegó cronológicamente a alcanzar la presea plateada después de las dos de bronce que obtuvieron sus compatriotas, la entrerriana de Gualeguaychú, Antonella Ruíz Díaz (lanzamiento de bala F41), y la también rosarina Yanina Martínez (en los 200 metros T36 de atletismo).
«En la final quebré el récord mundial anterior (con 1m.08s.83/100), pero Trusov me lo batió (1m.08s.14/100) en la misma prueba, así que puedo decir que la mía es la segunda plusmarca del mundo en la especialidad», comentó con un dejo de disconformidad.
«Sabíamos que el ucraniano era un rival muy duro, pero cometí un error grande en la vuelta americana (un giro sobre sí mismo para retomar los últimos 50 metros de pileta) y eso, a este nivel, se paga muy caro. Pero igual luché y si había cinco metros más de recorrido, seguramente hubiese ganado. Por eso cuando terminó la prueba ya quería tener una revancha inmediatamente», advirtió.
Sin embargo, con el paso de las horas reconoció que se fue calmando, «sobre todo cuando empezaron a caer mensajes de felicitación al celular. Pero especialmente hubo uno, el de mi pareja, que me recordó que la mía era la primera medalla en natación para la Argentina desde los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004, cuando en mi misma especialidad la obtuvo quien es mi máximo referente en este deporte, Guillermo Marro».
Claro que no solamente Marro es un faro en su carrera deportiva, sino que tiene a alguien mucho más cercano, su propio padre, de quien no solamente heredó la paraparesia espástica con la que nació y que le afecta especialmente la movilidad de sus piernas, sino fundamentalmente su espíritu deportivo.
Justamente Fernando Carlomagno padre también fue nadador paralímpico en tres Juegos consecutivos, los de Atlanta 1996, Sydney 2000 y el mencionado de Atenas 2004, cuando Marro cosechó la medalla de plata también en 100 metros espalda.
«Mi discapacidad es motriz y la heredé de mi padre, porque es algo genético, pero a mis dos hermanos, en cambio, no los afectó», puntualizó.
«Pipo», que nació en Rosario el 13 de agosto de 1993, realizó «un posgrado» en River Plate entre 2010 y 2012, cuando vino a buscar un crecimiento en su carrera deportiva y lo logró.
«En River di un salto de calidad y además compartí equipo con Marro (10 años mayor que él), el mejor de mi especialidad», refirió.
«Pero lo que en realidad también le brindó un respaldo fundamental a mi trayectoria dentro de la natación fue el Enard (Ente Nacional de Alto rendimiento Deportivo), ya que modificó toda la estructura del deporte olímpico y paralímpico argentino, y le dio un salto de calidad porque lo profesionalizó», remarcó.
Al respecto sostuvo que «gracias al Enard» puede vivir del deporte que practica. «Con su beca y la que también me otorga la Secretaría de Deportes de la Nación puedo mantener a mi familia», destacó.
«El sistema que se utiliza para su otorgamiento pasa por el hecho de que cuando más chances de medallas paralímpicas uno tiene, más importantes son las becas. Y el parámetro que se toma para eso pasa por la ubicación que tenemos en el ranking mundial», explicó.
«Y en ese sentido, por ejemplo mi compañero de equipo, el neuquino Iñaki Basiloff, que en la misma prueba en que yo acabo de ganar la medalla de plata él terminó séptimo, ahora lamentablemente puede ver reducido el monto de su beca, al menos hasta que pueda recuperar terreno a través de otras competencias, especialmente si son mundiales», precisó.
Abanderado de la delegación argentina en la ceremonia de clausura de los Juegos Parasudamericanos de Santiago de Chile 2014, donde registró una actuación consagratoria al obtener cuatro medallas doradas y una de plata, Carlomagno argumentó que «lo que le sucede al deporte paralímpico es que su difusión en los medios debe alcanzar no más del cinco por ciento en comparación con la que se le da al olímpico».
«Pipo» entrena y compite en el Echesortu Fútbol Club de su Rosario natal, donde el futsal es el deporte que más representa a esa institución.
«No hay un límite etario determinado para dejar de practicar esta actividad, sino psicológico. Porque la natación es un deporte muy duro, Estos fueron mis segundos Juegos después de Río de Janeiro 2016, pero lo bueno es que los próximos de París 2024 ya serán dentro de tres años y no de cuatro», expresó con una cuota del humor que lo caracteriza más allá de alguna meta deportiva transitoriamente no alcanzada.
O también de los inconvenientes que atraviesa junto al resto de los atletas paralímpicos a la hora de disfrutar de estos Juegos de Tokio 2020 a raíz de los cuidados sanitarios preventivos que se llevan adelante por la pandemia de coronavirus.
«Acá estamos llenos de restricciones, almorzamos entre paneles de plástico, no se puede hablar con nadie y tampoco salir de la Villa Paralímpica. Es imposible interactuar con, por ejemplo, grandes atletas de otros países, ni ir a ver otros deportes. Yo quería asistir a los partidos de tenis de Gustavo Fernández y me quedé con las ganas», se resignó.
Sin embargo en el balance de su vida actual tiene más motivos para celebrar que para lamentarse, porque más allá del éxito deportivo que derivó de la medalla de plata que se llevará de la capital japonesa, en el plano personal está atravesando un gran momento porque su pareja «está embarazada de ocho meses. Y a principios de octubre nacerá nuestra primera hija, que se llamará Aurora», comentó con inocultable felicidad.
«Y además estoy terminando mi carrera de docente de escuela primaria», avisó Fernando Carlomagno hijo, cuya madre es profesora de educación física y sus dos hermanos «también son deportistas». «Pipo» tiene apellido de rey, de emperador romano, pero especialmente de una bella familia de atletas.