El DT debe decidir entre dos caminos: imponer su sello, el del equilibrio, o someterse a lo que manda el brillo de los nombres propios.

 

Está atrapado. Mira a un costado y el brillo lo encandila. Detiene su mirada en las alternativas y no sabe bien cómo corresponder a tanto poder. Su idea es mucho menos sofisticada, pero el contexto lo obliga. Así Edgardo Bauza choca y se aturde. Y algunas situaciones lo exponen. Se advierte en partidos como el de anteanoche en Lima, cuando su equipo se expresa tan mal que alarma. Por eso el discurso se multiplica y las palabras rebotan contra las paredes de Ezeiza, a su regreso. Algo no anda muy bien.

«A pesar de que no habíamos jugado el mejor partido nos llevábamos la victoria, pero un error mío termina haciéndonos perder dos puntos que, obviamente, necesitábamos. Así que la sensación es la peor. Lo primero que tengo que hacer es un análisis individual. No da como para analizar mucho lo colectivo. Teníamos una diferencia en el marcador en una cancha que siempre nos cuesta y lamentablemente… la cagué», subrayó en las últimas 24 horas Javier Mascherano, sin que le temblase la voz ni por un segundo.

Y allí, no en las palabras del capitán, sino en la zona del campo donde se mueve el hombre de Barcelona, es donde empieza el laberinto de Bauza. El entrenador, atado a los apellidos de Agüero, Dybala, Di María e Higuaín, siente que sus métodos se diluyen ante tanto gol y millones cotizados en Europa. Entonces, para consolidar al menos en una pequeña porción de su idea, elige dibujos con dos volantes centrales que le puedan dar el equilibrio deseado, pero que lo dejan sin identidad. Y si bien Kranevitter le ofrece calma a la ansiedad del DT por no perder la línea, lo que no puede el futbolista de Sevilla es ofrecer juego asociado como Éver Banega o Lucas Biglia. Y claro, en esa dicotomía entre lo que quiere y lo que puede el Patón, es que el equipo queda en jirones.

La cara de Gonzalo Higuaín también ayuda a leer cómo cayó el 2-2. Es que los números lo inquietan tanto como las formas. La Argentina, por diferencia de gol, hoy está quinta en las eliminatorias y si terminase la carrera hacia Rusia en este momento, el equipo que dirige Bauza tendría que ir a buscar un boleto para la Copa del Mundo en el repechaje. «Fue un partido con altibajos, de ida y vuelta. Por momentos estuvimos partidos y eso no era lo que nos convenía. Perú hizo un buen partido y ahora hay que preparar lo que viene con cabeza y con tranquilidad. Sacamos un punto y hay que tomarlo como positivo. Buscamos adaptarnos a una nueva idea. Ahora hay que estar tranquilos y preparar el partido del martes para estar nuevamente en el pelotón de arriba», explicó elcapocannoniere de Juventus.

En el juego ante Perú, toda la estrategia de Bauza hizo agua y dejó en evidencia que la estructura que pensó poco tiene que ver con el balance que busca para su ciclo en la selección. Si bien el DT explicó y reconoció que estuvieron imprecisos, no se terminó de comprender cómo es que Banega, el único elemento de conexión entre líneas que tiene hoy este equipo, no estuvo desde el arranque y tampoco está claro por qué demoró tanto en darle minutos. En las reflexiones de Mascherano se comprende mejor por dónde camina este nuevo proceso: «Bauza es un entrenador práctico, con una idea definida y trata de adaptarse a las características de los jugadores con los que quiere contar. Así, busca tener una línea de juego, con los matices dependiendo del rival, sin cambiar demasiado».

Tan enredado quedó Bauza en este camino que hasta perdió a casi a toda su defensa para el choque contra Paraguay, en Córdoba. Las amonestaciones a Pablo Zabaleta, Nicolás Otamendi y Ramiro Funes Mori son también producto de lo descompensado de la propuesta.

Antes de este partido tenía ocho jugadores al límite de las amonestaciones y ahora tiene seis de cara a las dos fechas de noviembre, frente a Brasil y Colombia. «Ya está, ya pasó. Ahora tenemos que corregir los errores que cometimos y pensar en lo que viene», dijo Higuaín. Y Mascherano, fiel a su estilo, fue hasta el fondo de la cuestión: «Todos cargamos con lo que ha pasado en los últimos años al no haber podido conseguir un título. Es hora de cerrar esas etapas. Si seguimos pensando en lo que pasó no terminamos de arrancar más».

El ruido quedó en la cabeza de todos. Aunque en la del Patón Bauza todo está amplificado porque está ante una encrucijada: imponer sus métodos o someterse a lo que impone el brillo de los nombres de su equipo.

No hay demasiado tiempo; en un puñado de días necesita rápidas y convincentes respuestas.