Por Diego Turco Vergara
El retiro de Andrés Marcelo Nocioni, tiene la mueca de tristeza de todo aquel deportista en el cual recaen los ideales de cualquier aficionado. En el caso puntual del Chapu, existe una mezcla de otras cualidades que lo definen a este sensacional ser humano hecho para los fanáticos, un jugador de básquet que ningun equipo se negaría. Es más, las versiones son muchas, pero este hombre hasta fue capáz de irse de la NBA porque no colmaba sus expectativas.
A los términos bien puestos para su trabajo como sacrificio, entrega, personalidad, liderazgo, seríamos muy injustos dentro de su trayectoria, no dejar de nombrar a sus creadores. Es cierto que Ceci de Gálvez, su club natal, fue el comienzo de un camino, una forma de vivir aunque por su cabeza, una vez finalizado el estudio básico, en principio, era terminar el profesorado de Educación Física.
Antonio Gachi Ferrari lo define como a uno de esos jugadores que lo quisiera tener siempre. ¿Y porque invoco a este entrenador?, porque si bien la humildad que lo rodea, no le permite observar sus méritos, Ferrari fue el primero que lo vió en una Seleccion de Cadetes en la ciudad de Rosario. Raúl Eggel, ex dirigente de Unión de Santo Tomé, junto con Ferrari vieron en el Chapu, un chico de 16 años que para la categoría era demasiado. «La dupla perfecta para el argentino, era el Colo Reinick de Santa Fe y el Chapu Nocioni, el chico de Galvez», tiró el gachi por aquel entonces.
En ese interasociones, tanto Ferrari como Eggel hablan con su papa, Don Pilo (Pedro José), y le ofrecen para que Andrés juegue en Santo Tomé, ya que le comentaron que hacia un mes, que este chico no jugaba porque no tenia competencia y la categoría se quedó sin jugadores en la ciudad de Gálvez.
En principio, con la excusa de recibirse de profesor de Educación Física, el chapu cayó en Santo Tomé en una casa ubicada a tres cuadras del Club, y vivió con Edgardo Agudo, Cantero y Mauro Rostchy, todos reclutados.
Con 16 años, no era normal que un jugador le pusiera tanta entrega a este deporte, comentaban en la época.
Hasta que llegó ese día. Un día cualquiera, de cualquier semana de la década del año 1995. Portón principal del Club Unión de Santo Tomé, jugaban los cadetes del club contra Regatas de Santa Fe. Entrada en calor, Diego Vicino y Antonio Ferrari encabezan los trabajos y de pronto, la primera frase: «mirá que bien estaremos que hasta León Najnudel nos viene a ver».
Butacas de cine, hechas tribuna en el Pay Zumé, mitad de cancha, papel en mano, y hasta el minuto y medio del primer cuarto, más la entrada de calor de Chapu, le bastaron a este hombre para decirle a su papá: «ya vi todo lo que tenía que ver».
Lógicamente, nadie le creyó a Gachi Ferrari, al que tildaron de loco porque quien iba a creer que León bajaría en la 7 de marzo en un colectivo que llegaba de Buenos Aires, y a pie, pedía en un kiosco (el mismo que hoy encabeza el querido Gabi Darras, parada de micros) buscar el club Unión y de allí, ver de que se trataba esto de un tal Andrés Marcelo Nocioni, que jugaba bien, que tenía muchas condiciones y había que verlo de cerca.
No hace falta que les narre que fue de este hombre en su carrera profesional, sólo marcar dos momentos, cuando le confesó a Gachi Ferrari, en el invierno de 2004, en el departamento de Francia y Boulevard Pellegrini, «no juego más en España, me voy a la NBA». «Debe estar exagerando dije, pero a los dos meses, ya estaba en la liga más grande», expresa Ferrari.
No hace falta que les grafique una situación extraña como no ver al chapu enojado en una cancha, o gritando como un nene alguna conversión.
Ni pasaba por su cabeza el profesorado, el tema era jugar, exigirse y encontrar los entrenadores mas adecuados.
Esa frase de «ya vi lo que tenía que ver», que nos dejó León, me permiten esta pequeña licencia de decir: hoy nace el «chapulismo».
Gracias por darnos tanto.