Con 17 años, será la participante más joven en la 45° edición. “El año pasado fui a verla y me deslumbró”, afirmó sobre la Santa Fe – Coronda.
Su cara muestra su felicidad. Esa felicidad que todos tenemos cuando disfrutamos de lo que hacemos. Se nota que el agua es su lugar en el mundo y así lo manifiesta. Martina Oriozabala Frettes es la nadadora más joven de la historia en haberse clasificado para la icónica maratón acuática Santa Fe-Coronda, un galardón que no es sencillo de colgarse. Sentada en los jardines de su “casa”, el Club Mendoza de Regatas, esta mendocina de sólo 17 años nos cuenta su trajinar para llegar a cumplir ese sueño.
“El año pasado fui a verla y me deslumbró. Es un evento único, una fiesta de la natación. Es hermoso cómo lo vive la gente en todo el recorrido. Desde ese momento me propuse correrla y me preparé para la clasificación”.
– ¿Por qué hay que clasificar?
– Es una carrera a nivel mundial y no puede ir cualquiera. Los que ya la han corrido, pueden anotarse, pero los que nunca lo habíamos hecho, había que conseguir salir primera y tener un tiempo inferior a cuatro horas y media. Yo gané la carrera femenina y fui tercera en la general con un tiempo de cuatro horas y diez minutos. Así conseguí clasificarme y soy la mujer más joven en lograrlo. Igual la clasificación es sólo la mitad de la prueba, ahora hay que correr el doble el 3 de febrero.
Se muestra como tímida, pero en el momento de hablar de natación demuestra que es su pasión. La que seguramente heredó de su papá, Gustavo, quien fue uno de los más grandes nadadores de aguas abiertas del mundo.
– ¿Qué se piensa durante ocho horas en el agua?
– Apenas salís tenés que ir viendo con quien te acoplás. Además, cómo es río te van dando muchas indicaciones, por el tema de la corriente. Te vas concentrando en eso. Ya si estás sola, te ponés a pensar en que te duele todo y que te querés ir ya. Cuándo vas nadando hay momentos en los que te sentís re bien y hay otros momentos en los que te bajás, que se conocé como “pozo”, y es muy difícil seguir. Ahí es cuando tenés que tener la fortaleza de pensar en todo lo que hiciste durante el año para llegar a estar ahí. Que te levantás a las cinco de la mañana, que te perdés un montón de cosas, ir al colegio dormida, las noches que llorás del cansancio. En la clasificación, me pasó faltando un kilómetro. Venía llorando bajo el agua y me duró unos cuántos minutos, pero seguí porque pensé que no podía tirar todo en ese momento.
Su cara se transforma en ese momento. Sus ojos demuestran que ha viajado hacia aquella experiencia y se pierden en el horizonte.
– ¿Cómo es la hidratación o la alimentación?
-Te la van dando desde el bote. En mi caso como batatas, pero hay gente que come bananas. En ese momento te ponés a nadar de espaldas y lo tragas. La hidratación es como una vara que te pasan y desde allí chupas. Yo cuando fui a la clasificación bajé tres kilos. Salí tenía la cara blanca y chupada. En ocho horas voy a bajar más. Por eso es recomendable ir un poco excedida de peso, porque los kilos que bajás al principio son grasa y la grasa es energía. Cuando se te acaban las grasas y la energía, el cansancio ataca el músculo y ahí sí que no llegás.
Tiene la fortaleza mental que la ha llevado a pensar en estudiar psicología orientada en el deporte, aunque cuenta que todavía le queda un año de secundaria.
-¿Por qué las aguas abiertas?
– Yo tengo problemas de ansiedad y cuando entro a la pileta me siento muy nerviosa, pero no me pasaba en las aguas abiertas. Es otra cosa, porque no tenés que seguir un andarivel, ni dar vueltas. Vas mirando otras cosas, la gente que está en los alrededores. Además, como yo soy fondista, me cuesta tomar ritmo y en la pileta no tengo tiempo. Y lo bueno es que es un desafío constante, no sólo en lo físico sino también en la mente. Tenés que resolver problemas muy rápido: la boya está acá, me tengo que ir, tengo la adelante que la tengo que pasar… Tenés que ver que el de atrás no te toque los pies o te rasguñe.
No tiene secretos. Cuenta que a veces le pesa el apellido, pero entiende que está haciendo su propio camino y que ya hizo historia por cuenta propia. En ese momento recuerda orgullosa que en la clasificación “llegué muy cerca de los dos hombres que estuvieron adelante mío”.
– ¿Cuáles son las expectativas para febrero?
– Llegar. No creo que pueda ganar y tampoco me lo pongo como objetivo. Es mi primera experiencia y la quiero disfrutar, ni siquiera me importa el tiempo. Vivir esa fiesta desde adentro es una alegría. Cuando vi la carrera el año pasado me largué a llorar, imaginate lo que va a ser ahora cuando cruce la llegada.
No para. Habla con ese ímpetu de los jóvenes que saben lo que quieren y nos “conquista” a todos. Cuenta que su papá la acompaña siempre y que tiene guías de lujo. “En la clasificación fui con Fernando Fleitas, ganador de la Santa Fe-Coronda en 1991, y ahora voy con Rafael Pérez (ganador en 2003) que ha guiado a muchísima gente. De hecho, el año pasado estuvo con Guillermo Bértola, último campeón de la carrera”.
Mientras que en Mendoza, el grupo de trabajo está compuesto por Claudio Capezzone, Roberto Del Podio y Luciano Farías, tres grandes deportistas de la provincia.
Los chicos la miran con el amor que se mira a los ídolos mientras se hace la producción de las fotos y sale corriendo para poder ir a dormir un ratito y estar de vuelta a la tarde en la pileta. Martina Oriozabala, una sirena que brilla con luz propia y sigue mostrando que Regatas es una fuente inagotable de talentos.