Este fue el primer Mundial que la dictadura genocida organizó en 1978 para intentar tapar su política de horror y lavar su imagen. Luego lo siguieron el de fútbol y el de hockey sobre patines, ambos títulos incluídos.
Por Julio Boccalatte y Marcos González Cezer
El 19 de marzo de 1978, cinco días antes de que se cumplieran dos años del golpe de Estado y comenzara la sangrienta dictadura cívico-militar encabezada por Jorge Rafael Videla, cuatro partidos pusieron en marcha el mundial de hockey sobre césped masculino en el Campo Argentino de Polo, el primero de los tres mundiales que el país organizó aquel año. El campeón fue Pakistán, tras vencer en la final a Países Bajos (entonces Holanda) por 3 a 2.
Mientras el hockey sobre césped en el país era impulsado por el espíritu amateur de la mayoría de los dirigentes, la dictadura, salvando las distancias, intentó hacer lo mismo que con el Mundial de Fútbol que se jugaría meses después: exprimir el sentido propagandístico del deporte.
«Desde Palermo saldrá hacia el mundo la imagen de jerarquía y buen gusto que necesitamos. Es lógico esperar lo mejor», escribía El Gráfico en la presentación del campeonato. Para 1978, según diversas investigaciones, en la Argentina ya existían más de 20 mil detenidos-desaparecidos. «Exitoso comienzo del Mundial de Hockey», tituló Clarín en la tapa de su edición del 20 de marzo.
En el certamen, igual que sucedería meses después con el fútbol, el seleccionado neerlandés tuvo un gesto histórico: dos de sus integrantes, Hans Jorritsma y Piet Gunning, visitaron las rondas de las Madres de Plaza de Mayo; y el primero de ellos no sólo escribió una emotiva nota para un diario de su país (que profundizaba la información de lo que sucedía con la dictadura en la Argentina), sino que se negó a asistir a la ceremonia de premiación en rechazo al régimen encabezado por Jorge Rafael Videla, que asistió a la final del campeonato.
Argentina, que sólo dos veces había sido sede de un Mundial (1950, de básquetbol; y 1970, de hockey sobre patines), se postuló para organizar la cita ecuménica del hockey sobre césped masculino durante la disputa de Malasia 75. Dos años más tarde logró la confirmación, en Bélgica.
«La sede la ganamos en Malasia, en un congreso de la federación internacional. Australia y Alemania, que eran dos potencias, también querían organizar ese Mundial y tenían mucha más infraestructura», recordó, en diálogo con Télam, Horacio Servetto, máxima figura del arbitraje nacional de hockey.
«Habíamos tenido la locura de llevar carne desde Buenos Aires al torneo pensando en pedir la sede. La carne cruzó medio mundo y la noche del congreso armamos un gran asado con los jugadores del seleccionado. Ahí nos metimos a todo el mundo en el bolsillo. Además era atractivo sacarlo de Europa o Asia, que en esa época absorbían todos los torneos importantes», dijo.
Servetto dirigió dos finales olímpicas -entre ellas Múnich 1972, que terminó en escándalo y fue victoria del anfitrión Alemania sobre el campeón vigente, Pakistán, por 1-0-, y otras tres finales del mundo.
Nacido hace 74 años en Florida, provincia de Buenos Aires; casado con una exjugadora de hockey sobre césped hace cincuenta años y padre de dos hijos (uno es árbitro también); Servetto fue además presidente del Consejo de arbitraje de la Federación Internacional de hockey (FIH).
En 1977, tres dirigentes viajaron a Bélgica, donde la Argentina recibió la confirmación para la organización del Mundial 78: Roberto Colaneri, presidente de la Asociación Amateur Argentina; Miguel Azriel, representante ante la Federación Internacional de Hockey; y Carlos Lang, secretario del Comité Organizador de la Copa.
«Viajamos a Bruselas y ahí fueron muy exigentes. Llevamos una buena presentación y eso fue motivo para que aceptaran que hiciéramos el Mundial. Fue una dedicación casi exclusiva porque era una responsabilidad muy importante. Nos resultó muy arduo porque las exigencias fueron muy importantes», admitió en diálogo con Télam Colaneri, titular de la entidad en 1977 y 1978.
«Teníamos el mundial de fútbol más adelante. Este campeonato era un poco la antesala y una prueba para ver cómo se presentaba el país. Era una vidriera y si hubiéramos fallado en algo habría sido un desastre. Salió todo muy bien pero nos costó muchísimo», puntualizó.
«Yo no tenía la menor idea de los que pasaba» en el país en esos tiempos, añadió.
Según el diario La Nación, «la organización estuvo a cargo de una comisión especial presidida por Roberto Colaneri, José Pablo Mortarini, Carlos Lang, Juan C. Más Vélez, Emilio Allende, Diego Bonadeo, Diego Bartolomé, Jorge Bondelle, Roberto Framiñan, René Paolucci, Guillermo Russo, Claus Schembrosow; Enrique Mascheroni y José Mac Dermott».
El torneo, que tuvo a unos 60 representantes de prensa acreditados, se disputó entre el 19 de marzo y el 2 de abril de 1978 en el Campo Argentino de Polo, donde se demarcaron siete canchas, con los 14 equipos participantes divididos en dos zonas: A y B.
En la primera estaban Bélgica, Alemania, Inglaterra, Polonia, Canadá, Australia e India; en tanto que en la llave B compitieron Italia, Holanda, Malasia, Argentina, Irlanda, España y Pakistán, que ganó el certamen al derrotar a Holanda por 3-2 en la final, que fue dirigida por Servetto. El neerlandés Paul Litjens fue el máximo goleador del campeonato con 15 conquistas.
«Se eligió la cancha de polo porque era un lugar estratégico y porque reunía todas la condiciones. El contacto lo hicieron dos personas que colaboraban con nosotros en la Asociación y que tenían relación con algunos militares en ese momento», recordó Colaneri, quien también fue vicepresidente e integró el consejo de árbitros de la Asociación Amateur Argentina.
«Fue un lugar ideal. Por las comodidades que tenía. Era césped natural, no sintético, que costó mucho que esté en condiciones para un evento de esta naturaleza», reconoció.
Po su parte, Servetto admitió: «Acá no había nada. No había cancha sintética, no había un carajo. Conseguimos que el Ejército nos prestara el campo de polo. Tuvimos que superar el tema del tétanos porque íbamos a jugar en un lugar donde se practicaba polo y había caballos. El trabajo fue enorme porque no había nada».
Según una crónica de la época en el diario La Nación, «en el predio donde se jugaron los encuentros se instalaron diversos stands, destacándose el que ofreció a los asistentes distintivos, banderines, corbatas, posters, medallas recordativas y las réplicas en miniatura de los palos de hockey. Además, se instalaron puestos sanitarios y de comidas».
Argentina, dirigida por Horaco Rognoni -padre de Cecilia, campeona del mundo con Las Leonas en Perth, Australia, 2002-, finalizó en el octavo puesto y logró así su mejor ubicación hasta ese momento en torneos ecuménicos: había sido décima en Barcelona 1971; undécima en Kuala Lumpur 1975; y novena en Amsterdam el mismo año.
En ese equipo argentino se destacó Marcelo Garrafo, -secretario de Deporte de la Nación durante la presidencia de Fernando De la Rúa- quien fue el máximo goleador «albiceleste» con seis conquistas.
«Del mundial tengo los mejores recuerdos. La cancha de polo es un escenario formidable. Yo tenía 18 años, fue mi primera aparición pública», expresó Garrafo en declaraciones a Télam.
La final, disputada el 2 de abril (es decir cuatro años exactos antes del inicio de la guerra de Malvinas), la ganó Pakistán, que derrotó a Países Bajos por 3 a 2, y el dictador Jorge Rafael Videla – que llegó en helicóptero minutos antes de la final-, observó el partido junto al belga René G. Frank, presidente de la Federación Internacional de Hockey (FIH), y posteriormente le dio la Copa del Mundo al pakistaní Islahuddin Siddique, capitán de su equipo.
«Fue un torneo histórico para mí porque jugaba como capitán en la posición de wing derecho y, por primera vez, fuimos a Buenos Aires. Nos tomó 40 horas llegar desde Karachi, Pakistán, hasta allí», recordó Siddique a Télam, vía correo electrónico, desde su país.
«Amamos nuestra estadía y la gente fue muy amable y generosa. Los equipos más fuertes eran Alemania, Australia, Holanda y Pakistán. Lo más increíble fue que ganamos la Copa del Mundo, lo que fue uno de los momentos más memorables y que nos llena de orgullo», admitió.
En este sentido, explicó: «Recibí la Copa del Mundo del jefe de Estado de Argentina junto con el presidente de la FIH en el medio de una multitud enorme. Es un recuerdo imborrable en mi vida».
Dijo Clarín: «La ceremonia de clausura del torneo merece la calificación de 10 puntos. Fue admirable por su sencillez y buen gusto. Un verdadero ejemplo para tener en cuenta frente a la proximidad del Mundial de Fútbol».
«Estuvo animada por la Fanfarria Alto Perú, del Cuerpo de Granaderos a Caballo General San Martín. Las abanderadas de los 14 conjuntos participantes y las encargadas de entregar los premios a los jugadores fueron las chicas argentinas subcampeonas mundiales de hockey», amplió.
«El presidente, teniente general Jorge Rafael Videla, le entregó la Copa al capitán pakistaní, quien la alzó ante la ovación de las tribunas. Todo, ejemplar», festejó el diario.
La Argentina tendría un tercer Mundial ese año: el de hockey sobre patines, en noviembre. Antes, el 27 de mayo de 1978, Adriana Acosta, de 22 años y jugadora de hockey sobre césped del club Lomas, fue secuestrada por un grupo de tareas en una pizzería del barrio de Villa Devoto, en la Capital Federal. Sigue detenida-desaparecida.