Pudo haber sido basquetbolista o nadador, pero el maestro Alfredo Sterling descubrió en él un fondista de excepción y resultó que a los 19 años, el 7 de agosto de 1932, escribió una de las páginas más notables de la historia del deporte argentino.
Por Walter Vargas
Huérfano desde muy pequeño, «Zabalita» pasó gran parte de su niñez en el reformatorio de Marcos Paz y de ahí mismo se sintió inspirado el cineasta Carlos Borcosque para convertirlo en protagonista de la película «Y mañana serán hombres».
La vida de Zabala está poblada de hechos cinematográficos y algunos de ellos francamente curiosos o misteriosos.
Por ejemplo, la versión de su temprana orfandad aludía a un padre que prestaba servicios en el ejército francés y cuya muerte desembocó en un infarto que se llevó la vida de su esposa, esto es, de la madre del deportista.
Sin embargo, minuciosos investigadores de la historia del atletismo argentino jamás confirmaron los dichos del rosarino Zabala, que, además, pudo intervenir en los Juegos de Los Ángeles gracias a una picardía autorizada por el mismísimo presidente Agustín P. Justo.
En efecto, por entonces el Comité Olímpico Internacional (COI) prohibía la participación de maratonistas menores de 20 años y al haber nacido el 11 de octubre de 1912 las cuentas no cerraban bien para Zabala.
Una expeditiva gestión del presidente Justo operó la mágica solución en el documento de Zabala, la sutil enmienda de un año de diferencia (11 de octubre de 1911) permitió que compitiera y el 7 de agosto del 32 se mantuvo en el pelotón puntero y a cuatro kilómetros de la meta tomó la punta y a buen ritmo sostuvo el embate final del británico Samuel Ferris y le sacó 20 segundos.
Aquella gloriosa jornada en la que por vez primera recorrió los 42 kilómetros de una maratón estableció la extraordinaria marca de 2h31m36s.
Bautizado «El Ñandú Criollo», Zabala mantuvo una notable vigencia en la elite del atletismo (contemporáneo de los finlandeses Paavo Nurmi y Volmari Iso-Hollo) y en los Juegos de Berlín 1936 fue abanderado de la delegación argentina, terminó sexto en la prueba de 10 mil metros (una de sus especialidades), pero no pudo repetir su coronación en la maratón: marcó el camino desde el comienzo hasta que un súbito agotamiento forzó el abandono.
Zabala fue premio Deportes Konex de Platino en 1980 y Diploma en al Mérito en Atletismo, amén de que la Villa Olímpica de la Juventud lleva su nombre.
Niñez de privaciones y gloria deportiva al margen, constan en su vida episodios de una riqueza que pocos deportistas argentinos podrían ostentar.
Por caso, se le atribuyó un breve romance con la célebre bailarina y actriz Ginger Rogers una noche en la que otra leyenda del atletismo, Jesse Owens, lo invitó a una fiesta celebrada en Hollywood.
Casado con la danesa Elke, que conoció cuando oficiaba de su traductora, tuvo vinculaciones con Heinrich Himmler y otros oficiales de alto rango del nazismo (según algún biógrafo, hasta al propio Adolf Hitler), pero hasta el último de sus días (murió el 24 de enero de 1983) negó de forma enfática haber defendido al régimen nazi y a modo de impugnación sostuvo que ayudó a escapar de Alemania a varias familias judías.