El equipo de Scaloni, todavía de baja intensidad, ni tan pobretón como para mandarlo a la papelera de reciclaje ni tan promisorio como avizoran los que deducen que un día de estos empieza a ganar, golear y gustar y no para hasta el Mundial de Qatar.
Por Walter Vargas
La Selección Argentina tomó las cosas donde las dejó en la serie de Eliminatorias: un equipo que se siente más o menos a gusto en los momentos de ritmo calmo y en posesión de la pelota, pero padece de una tibieza estructural que lo priva de defender el resultado a favor y de ponerse a la altura de las circunstancias cuando se le plantan y le muestran los dientes.
Un equipo, el de Lionel Scaloni, todavía de baja intensidad, ni tan pobretón como para mandarlo a la papelera de reciclaje ni tan promisorio como avizoran los que deducen que un día de estos empieza a ganar, golear y gustar y no para hasta el Mundial de Qatar.
¿Pudo haber ganado?
Por supuesto que sí, que pudo haber ganado en ese arrebato final en el que Messi dio un golpe sobre la mesa, expresó la rebeldía que en general no se le reconoce y merodeó sacar agua de las piedras.
¿Pudo haber perdido?
Vaya si pudo haber perdido, en cualquiera de esas réplicas que Chile pergeñó con una insuficiencia de terminación que en parte disimuló las frágiles transiciones defensivas de una Argentina que no defendió con solidez ni siquiera cuando dominaba en el primer tiempo.
¿Qué le pasa a Lucas Martínez Quarta? ¿A guisa de qué semejante descontrol, propensión a la salida al bulto y despiste? ¿Querrá convencer al DT de una vez y para siempre?.
Muy flojo el muchacho ex River y hoy en Fiorentina, contagiados Otamendi y Tagliafico y gravitantes los males de origen de la gran apuesta de Scaloni, Leandro Paredes, un número 5 de toque preciso y a la vez de nula presencia en el quite, la fricción y el rigor, cuya presencia determina lo mejor de la Selección… y también lo peor.
El problema es que, hasta donde lo sabemos, lo mejor (los momentos de circulación aterciopelada, jugadas nacidas con la pelota al pie de un compañero) carece de la envergadura suficiente como para garantizar siembras y cosechas apreciables. (Por caso: Lautaro Martínez anda peleado hasta con su sombra).
(Messi, cuándo no, rompió la monotonía con un tiro libre de los que sólo él sabe alumbrar y Messi mismo arrimó leña al fuego cuando ya no había ni hilván ni medio campo).
Una Selección que no sabe defender ni luchar, estará condenada a sufrir, pero en todo caso Uruguay el próximo viernes será lo suficientemente acreditado como para dar una medida más certera
El del medio campo, por cierto, es un tema que empieza y termina con las predilecciones de Scaloni: obvio como es que desprecia la presencia de un recuperador de raza, la apuesta se vuelve riesgosa en la medida que el equipo se subordina a un cartón lleno si no imposible, al menos dificultoso: monopolizar la pelota el 70 por ciento de cada partido, defender por agrupamientos, por lectura, repliegues ordenados.
Y disponer de un bloque defensivo propiamente dicho que dé garantías.
Ni una cosa ni la otra son hoy valores atesorados, más allá de la disciplina del conjunto (se nota la fidelidad al ideario del DT), del empeño de Rodrigo De Paul en compensar la demanda de que salte de posición en posición y del buen primer tramo de Giovani Lo Celso.
Messi anotó para Argentina frente a Chile
Messi anotó para Argentina frente a Chile
Una curiosidad añadida: se dice que Lo Celso es el mejor socio de Messi, pero cuando destacó Lo Celso no lo hizo Messi.
Por lo demás, salvo el astro del Barsa y el arquero Emiliano Martínez no hubo jugadores que rindieran por encima de los 6 puntos.
De la fluidez y la sensación de confort a las flaquezas defensivas, al desbande posicional y al semblante descascarado ahondado por una catarata de cambios que no fueron fáciles de interpretar.
Una Selección que no sabe defender ni luchar, estará condenada a sufrir, pero en todo caso Uruguay el próximo viernes será lo suficientemente acreditado como para dar una medida más certera.