El ex atleta olímpico y escritor Martí Perarnau se convirtió en una especie de biógrafo de Pep Guardiola , sobre quien escribió dos libros en los últimos tres años gracias al trato directo que le concede el director técnico catalán. Perarnau, que muchas veces es la voz de la conciencia de Pep, dijo hace un par de días que el comando español de Manchester City (además de Guardiola están los directores deportivo y ejecutivo Txiki Begiristain y Ferrán Soriano) asume que el equipo, en el concierto europeo, está a la altura de Borussia Dortmund o Benfica, por debajo de los cuatro favoritos: Real Madrid, Barcelona, Bayern Munich y Atlético de Madrid.

Como tiene por delante un apreciable margen de evolución, Manchester City entra en algunos apuros. Habituado a disputar finales que significan títulos, Guardiola tuvo que anticipar esa instancia al partido que disputó ayer anteBarcelona . «Para nosotros es una final, para ellos no», había comentado sobre este encuentro de la etapa de grupo, que tenía a los Sky Blue en el segundo puesto, con sólo un punto por delante de Borussia Moenchengladbach.

El City respondió positivamente al desafío que se impuso el entrenador. Cambió más de una dinámica adversa, las que llevan a crear complejos perturbadores si se mantienen en el tiempo. Manchester City había perdido los cinco cotejos disputados ante Barcelona por la Champions League . Y no son antecedentes lejanos, esos que sólo perduran en la cabeza de unos pocos memoriosos. Pertenecen al pasado inmediato, al freno que Barcelona le puso en más de una ocasión a los sueños de grandeza del City. Y a modo de recordatorio, hace un mes lo había barrido con un 4-0 en el Camp Nou.

Cerrada su etapa dorada en el club catalán, Guardiola se estrelló contra un rival español cuando estuvo al mando de Bayern Munich: Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid lo sacaron sucesivamente de la Champions. Es cierto, lo de ayer no era un cruce eliminatorio, pero Guardiola le había asignado una alta trascendencia.

Con este prólogo, no podía haber nada menos auspicioso para el City que verse 1-0 abajo a los 21 minutos. Lionel Messi había descripto unos días antes: «Con Luis Enrique jugamos un poco más al contraataque. Con Guardiola teníamos más posesión». Por esa vía directa llegó el gol del rosarino, a la salida de un córner a favor de los ingleses. Messi inició el ataque en campo propio y fue a buscar la asistencia de Neymar al área para definir con un remate bajo.

Muchas de las cuentas y sitios que siguen al minuto sus estadísticas anunciaban que Messi, con su gol número 50 en 2016, quedaba a uno de los 500 en Barcelona entre partidos y amistosos.

Pero no habría muchas más noticias de Messi y sí de los descuidos y la falta de firmeza de Barcelona, que propiciaron una recuperación que hizo vibrar al Etihad Stadium. Las lesiones exponen al Barça a una línea de cuatro sin mucho rodaje, con Sergi Roberto (una mala salida con pase hacia adentro derivó en el empate de Gündogan), Mascherano, Umtiti y Digne.

La igualdad, un rato antes de que finalizara el primer tiempo, tuvo un efecto psicológico. Lo admitió Guardiola: «Estábamos knock-out y el 1 a 1 nos animó». La segunda etapa, calificada por Pep de «virtuosa», fue otra historia.

El entrenador venía de poner a Sergio Agüero «a la altura de Messi y Suárez dentro del área». El Kun acumulaba 13 goles en igual cantidad de partidos con el técnico de Santpedor, que desmintió que no vaya a tener en cuenta a Agüero, rumores que habían trascendido a partir de algunas suplencias del ex Independiente.

Kun ayer no marcó, pero cumplió un muy buen trabajo colectivo. Participó en dos goles e increíblemente, en el tercero, no logró empujar en la boca del arco la pelota, que le pegó en la cintura y le quedó servida a Gündogan. Como delantero más adelantado fue un apoyo para las llegadas desde la segunda línea de De Bruyne -autor del segundo tanto con un tiro libre que parecía controlable para Ter Stegen-, Sterling, Silva y Gündogan.

Algunos analistas califican a este Manchester City como «un lienzo en blanco», al que Pep aún le está imprimiendo sus trazos y colores. Prueba de ello es que por primera vez festejó un triunfo importante contra Barcelona -tenía un 3-2 con Bayern Munich en 2015, que no le alcanzó para evitar la eliminación en semifinales- sin el libreto que lo consagró en tierra catalana. Su City tuvo ayer un 34,7 por ciento de posesión, el más bajo de un equipo que haya dirigido Guardiola. Sin el control de la pelota que tanto lo obsesiona, ganó desde otro de sus mandamientos: valentía para atacar