El escritor sueco Per Olof Enquist acaba de morir, a los 85 años, dejando una amplia obra literaria, con novelas y obras de teatro, y además uno de los mejores artículos sobre el legendario partido de Argentina contra Inglaterra en cuartos de final de México’86.

En un congreso sobre fútbol y literatura organizado un año antes del Mundial 2006, cuando Enquist ya era un escritor consagrado, un reportero alemán le expresó al autor sueco su «sana envidia» de que en sus tiempos de periodista deportivo le hubiera tocado cubrir precisamente aquel partido.

Enquist, además de la reseña que hizo en su momento para el medio en el que trabajaba, recuperó luego el partido para hacer un largo texto en el que parece responder a una de las preguntas fundamentales que tiene que hacerse todo el que se escribe:

¿CÓMO SE CUENTA UN PARTIDO DE FÚTBOL?

Hay una respuesta pragmática a la pregunta: se empieza por el marcador, se describen los goles, se hacen algunos comentarios sobre cómo se pararon los equipos en el campo. Ahora se echa también mano de la estadística -posesión de pelota, disparos a puerta, balones recuperados, etc- al menos para asegurarse de que los datos refuerzan la imagen que el reportero tiene del partido.

Es posible que para la mayoría de los partidos de cada temporada eso sea suficiente. De cada partido, incluso de la mayoría de las finales de los grandes torneos, suele quedar en la memoria de la gente poco más que el resultado. A partir del resultado se lee el resto.

Sin embargo, hay partidos que tienen una carga simbólica especial, a veces desde antes del pitido inicial, a veces la obtiene después. Y a veces, como en el Argentina-Inglaterra de 1986, hay una carga previa que luego se refuerza por lo ocurrido en el campo.

LA SOMBRA DE LAS MALVINAS

Los dos goles de Maradona en ese partido -el gol de la mano de Dios y el llamado gol del siglo en el que regateó a medio equipo inglés y al meta Peter Schilton antes de marcar- probablemente hubieran bastado para que el partido pasara a la historia.

Enquist en su artículo se ocupa de esos dos goles -sobre todo del gol de la mano de Dios- pero también recuerda como el partido estaba cargado de significado desde el comienzo.

El recuerdo de la guerra de las Malvinas estaba en el ambiente, para los argentinos, Maradona lo reconocería después, el partido tenía mucho de revancha aunque se hicieran esfuerzos por decir que sólo se trataba de fútbol.

Para Enquist el primer gol estuvo anticipado por una situación con la que hace una analogía con los duelos de las películas del oeste. Maradona contra Peter Schilton.

EL TERRITORIO DEL PORTERO

Maradona, según Enquist, pensaba en la guerra y en que estaba en una situación en la que todo era válido. Schilton no entendió la situación y se comportó como un estudiante inglés en un duelo de esgrima entre compañeros, por eso fue derrotado.

Enquist fue portero de un equipo de cuarta división en un pueblo puritano en el que todas las diversiones estaban prohibidas con la excepción del deporte. El escritor decía que solo había sido bueno sobre la línea y que era «cobarde» en las salidas.

Por eso, dijo en el congreso de 2006, que Toni Schumacher era su ídolo. El meta alemán entendía que el área era su territorio y que cuando un delantero intentaba invadirlo tenía que ser amedrentado.

Peter Schilton, según la interpretación de Enquist, olvidó eso en su duelo personal con Maradona y permitió que el argentino llegara primero -con la mano- a la pelota. Por eso la guerra fue en cierta manera vengada y Enquist no duda en poner como ejemplo a Schumacher que, cuatro años atrás en la semifinal contra Francia, había dejado fuera de combate a Patrick Batiston.

Se trataba en parte de una provocación de escritor pero también de un gesto de solidaridad entre porteros.

El segundo gol completó la venganza. El que Enquist hubiera estado ese día como reportero en la tribuna del estadio azteca fue, sin duda, una suerte para él pero también lo fue para la historia de la crónica deportiva.

Aunque, claro, no todos los partidos se pueden contar así, no todos los partidos pesan tanto.