Perfil de un referente absoluto que con la misma agudeza que le sobró desde adentro del rectángulo se cimentó un pasaje muy virtuoso y nada traumático a las arenas del estratega.
Por Walter Vargas
Pavada de declaración de principios: «Desde que nací, respiro deportes», supo observar Carlos Retegui, más conocido por Chapa y ya como mínimo uno de los entrenadores más destacados de la historia que supimos conseguir.
Animal virtuoso del hockey sobre césped, el Chapa, aunque confeso futbolero y Gran DT en ciernes, pero de la pelota número 5.
De hecho, el conductor que acaba de enseñar el camino a la conquista de una nueva medalla olímpica -plata- de gama albiceleste, ya había anunciado que su presencia Tokio representaría un antes y un después.
Albiceleste también la divisa de un Racing cuyo plantel sueña con dirigir, aunque tampoco se le caerían los anillos si fuera cuestión de hacerse desde más abajo, «con un proyecto a largo plazo», advierte.
Entretanto, el mínimo, vital y móvil de Retegui es el de un verdadero prócer del hockey argentino sobre gramilla que cultivó casi dos décadas en calidad de mediocampista dinámico y entendedor.
Crack de su San Fernando natal, de Universitario Náutico, del combinado de Mar del Plata y de la Selección Argentina, con triple participación olímpica (1996, 2000 y 2004) y triple oro Panamericano.
En esa misma agudeza que le sobró desde adentro del rectángulo se cimentó un pasaje muy virtuoso y nada traumático a las arenas del estratega, en cuya condición coronó con el Terrasa catalán en el exigente medio español, hasta que sin escalas intermedias saltó a las selecciones nacionales.
Primero al mando de varones de altas cumbres: terceros en el Mundial 2014, oro Panamericano en 2015 y oro Olímpico en la epopeya de Río de Janeiro 2016.
Y después de instructor de Leones a instructor de Leonas al servicio de la cresta de la ola de una generación (Mundial de Rosario, plata en Londres y Tokio, protagonistas de primera línea en la Champions Trophy) y al timón de una renovación ardua pero no por eso poco prometedora.
Adorador del pizarrón, de sus laberintos y sus fecundidades, el Chapa Retegui persiste en la procesión y la campana de la bocha y la pelota.
Por imperio de familia (su hija Micaela es Leona y su hijo Mateo juega en Talleres de Córdoba) y por vocación existencial.
Tan futbolero y capacitado se siente, que hasta ha fantaseado con dar dolores de cabeza a un equipo de Marcelo Bielsa: aprovechar los eventuales huecos dejados por la presión alta que inspira el rosarino que entrena al Leeds United de la Premier League.
Y caminador de las veredas políticas, asimismo, que el Chapa Retegui ha transitado como orgulloso militante de La Cámpora y edil del Frente Para La Victoria entre 2015 y 2019.