El astro ha recalado en un lugar inmejorable: una ciudad hermosa como pocas y en un equipo de estrellas dirigido por un entrenador argentino, poblado de caras conocidas y algunas de ellas portadoras de un afecto copioso.
Por Walter Vargas
Sin el privilegio de preguntas con la respuesta incorporada, tampoco el horizonte futbolístico de Lionel Messi sugiere nubarrones que comprometan una confortable llegada al Mundial de Qatar, su quinto Mundial con la camiseta argentina.
A primera mirada, a segunda también, dentro de un menú posible que por obvias razones suprimía un traspaso en los propios límites de España, en la Ligue 1 de Francia destacan virtudes palpables y lastres desconocidos.
Salgamos rápido de la hipótesis apocalíptica de un shock traumático capaz de perturbar la vida familiar de Messi, al punto de sellar un correlato adverso en los 105 por 70 de la cancha.
No hay catástrofes a la vista ni tampoco motivos para poner en duda el buen tono de Messi en sus dichos del martes: «Todo en el club coincide con mis ambiciones futbolísticas».
Y aunque no los enumeró de forma expresa, tales apetitos son de sencilla deducción.
En principio, un equipo que diga «algo» y no el Barcelona incoloro, inodoro e insípido de Quique Setién y Ronald Koeman.
De la mano de ese equipo con porte, la palpable posibilidad de apostar en grande más allá de la competencia local y volver a tutearse con la Champions League.
Y como rúbrica de «La Cajita Feliz», el Mundial de Qatar.
Un Mundial que no está a la vuelta de la esquina, pero tampoco demasiado lejos: 14 meses matizados con el tramo final de las Eliminatorias Sudamericanas y alguna que otra ventana FIFA para compromisos amistosos.
Sabe este maduro Messi de 34 años que lloró sin rubores impactado por su salida de Barcelona, sin dejar de traslucir ideas claras y claros horizontes, que sus aspiraciones con la Selección Argentina marchan viento en popa y que la de noviembre de 2022 en la península qatarí asoma como una cita de cara amable.
Quiere Messi tomar las cosas donde las dejó en la Copa América: acunado por aires venturosos como nunca antes en una travesía albiceleste de tres lustros.
(De ahí que haya indicado una cláusula que inhibe al club francés a poner piedras en su camino cuando sea convocado por Lionel Scaloni).
Salvo noticias en contrario, que por cierto serían sorprendentes, Messi ha recalado en un lugar inmejorable: una ciudad hermosa como pocas y en un equipo de estrellas dirigido por un entrenador argentino, poblado de caras conocidas y algunas de ellas portadoras de un afecto copioso.
Su amigo Neymar, su compadre Angelito Di María, su compañero Leandro Paredes, un villano con el que hoy comparte objetivos luminosos (Sergio Ramos), un crack afable como Kylian Mbappé, y todos los demás.
En definitiva, para el prestidigitador rosarino París Saint-Germain es también Para Selección Ganadora.