La jujeña Alejandra Oliveras acaba de cumplir 39 años y volverá a pelear mañana, al cabo de 20 meses de inactividad, aferrada a la rebeldía incomprensible que caracterizó su carrera de cuádruple campeona mundial. Un mérito propio e indiscutible, ajeno al desorden que postergó su reconocimiento como uno de los íconos del pugilismo femenino argentino.
Divorciada de todas las entidades -nacionales e internacionales- y de los cuatro empresarios para los cuales peleó en el país, Locomotora buscará refugio, laboral y deportivo, en WPC -World Pugilism Commission (Comisión Mundial de Pugilismo), un ente ignorado por la industria del boxeo desarrollado-, como paliativo a su soledad profesional, para poder trabajar y sobrevivir. Casi a modo de juramento tácito, decidió no volver a boxear para sus ex promotores, y éstos, a su vez, afirmaron su voluntad de prescindir de sus servicios por incomparecencia absoluta. Tanto humana como deportiva.
Pese a este panorama, Oliveras, dueña de 32 éxitos, tres reveses y dos empates, fue distinguida con el premio Guinnes 2015 al convertirse en la primera dama ganadora de cuatro coronas mundiales en pesos diferentes: supergallo, liviano, pluma, semimediano junior.
Ahora intentará sumar un «nuevo logro», en la categoría liviano junior, frente a la mexicana Lesly Morales, una boxeadora digna de siete victorias, siete derrotas -dos de ellas, a manos de las campeonas Jennifer Horn y Maureen Shea- y un empate, en un combate que se desarrollará en Cutralcó, Neuquén, a la duración experimental de 12 rounds; un hecho absurdo que ridiculiza y arriesga la postura de las mujeres en el ring.
Los numerosos asteriscos que se debería utilizar para explicar la credibilidad o la nulidad, la valía o la ilegitimidad de cada uno de los títulos que hoy son disputados, demandarían aclaraciones tediosas y densas. Por eso es significativo elogiar la reaparición de la pugilista jujeña, pero es imprescindible comentar que para convertirse en quíntuple campeona deberá combatir bajo el paraguas de entidades oficiales (Consejo Mundial de Boxeo, Organización Mundial, Asociación Mundial, Federación Internacional). Y éste no es el caso. Ni por aproximación.
El pomposo anuncio proveniente de Estados Unidos acerca de la posible obtención de un quinto campeonato mundial femenino por parte de la puertorriqueña Amanda Serrano, el sábado 22 de este mes en Nueva York, ocasionó en Oliveras y su equipo este movimiento, tendiente a una gran confusión.
Distinguida por la nacion como «mejor boxeadora de 2013» y receptora, también, de la mención «mejor KO 2013» por su definición contra la colombiana Calixta Silgado, a Oliveras le sobran obras y aptitudes como para afirmar su jerarquía. No necesita aferrarse a este tipo de «hazañas», sin bríos ni credos, para volver a los primeros planos. Su gran knock-out a la mexicana Jacquie Nava en Tijauna, en 2006; su desafío popular con Marcela Acuña en el Luna Park en 2008, y su devoción por el cuidado de su maestro, Amílcar Brusa, hasta el último día de su vida le aseguraron una grandeza integral que no admite polémicas por estadísticas como ésta, carente de mayor sentido.
Su musculatura impresionante, diferenciable de las de todas las otras peleadoras del planeta, necesita un auxilio externo, reflexivo e inteligente que la relance al sitial competitivo, creíble e idóneo del cual nunca debió salir.ß