Daniela Bermúdez, la campeona de V. G. Gálvez, se la rebuscó de albañil y cuando parecía que no combatiría este año, viaja a Rusia por un nuevo título mundial.

“Yo hago de todo un poco, me gusta revocar, colocar cerámicos, pintura… Estábamos haciendo un quincho con parrillero cuando me llamaron, una changa que le salió a mi papá, estábamos a full con eso. Bueno, mis hermanos siguen con el tema ese y también se pusieron a ayudarme para entrenar”. Entre la timidez y la frescura de siempre, las palabras brotan aceleradas de la boca de Daniela “La Bonita” Bermúdez (28-3-3), la boxeadora oriunda de Villa Gobernador Gálvez que el próximo 31 de octubre se subirá al ring en Rusia, para enfrentar a la local Tatyana Zrazhevskaya (10-0-0) por el título vacante supergallo de la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Y brotan así, alborotadas, porque si algo distingue a la Bonita es la sinceridad.

Por Vanesa Valenti
@vanevalenti
La Capital de Rosario

No se le caen los anillos por tener que decir que durante la pandemia de coronavirus necesitó volver a trabajar de albañil con asiduidad, como lo hacía antes de la incursión en el boxeo profesional, allá por 2010. Y no se le caen ahora como no se le caían cuando tenía 12 años y tenía que salir a cartonear porque de una u otra forma había que llenar la olla cuando una terrible crisis económica ahogaba tras la renuncia de Fernando De la Rúa a la presidencia de la Nación. Pese a todos sus títulos del mundo y al buen estilo que la distingue como una de las mejores pugilistas argentinas, ni ella, ni ninguna boxeadora mujer (al menos las nacidas por estos lados) pueden vivir del boxeo. O sí, pero no lo suficientemente holgadas como para atravesar un año sin pelear.

Las bolsas de las chicas son ínfimas al lado de las que obtienen los hombres (también los encumbrados) y entonces, en esta nueva situación apremiante, aunque por un virus, hubo que buscar alternativa. La alternativa fue la albañilería, volver a agarrar la cuchara, los pinceles, la pastina… De pronto de nuevo, cuando el año parecía perdido para volver a calzarse los guantes para competir, subirá pero al ring, no al andamio: “Sí, hace frío allá, me dijeron que es lindo lugar”, dice Daniela sobre Sochi, la ciudad donde enfrentará a Zrazhevskaya, en el estadio Wow Arena, Krasnaya Polyana. La Bonita viaja hoy mismo, acompañada de su papá y entrenador Tito, y de su novio Gustavo García.

La pugilista de Villa Gobernador Gálvez dejó por un rato los baldes, la cal, la arena, para su primera pelea en esas tierras transcontinentales. Y contó cómo viró en pocos días la realidad de un 2020 difícil. “No nos imaginábamos pelear este año con este tema de la pandemia, volver a hacerlo, así que todo fue una sorpresa. Por suerte estaba entrenada y va a ser una linda pelea. Hace un mes y algo nos llamaron, nos dijeron que la miremos (a la posible rival rusa) y digamos si la aceptábamos o no, pero con mi papá les dijimos que sí de una”, relató La Bonita, abanderada de una familia de boxeadores y albañiles que todo, absolutamente todo, lo hacen en grupo. No por nada, Daniela habla siempre en plural. El 28 de febrero fue su última presentación en el cuadrilátero, como local y venciendo a la venezolana Alys Sánchez.

“Este tiempo fue bastante complicado, nosotros estábamos justo haciendo cosas de albañilería con mi papá, de una changa que agarró, con mi hermana Evelyn y mi hermano Gustavo. Pero entrenábamos. Sí, una casa estábamos haciendo, pintando. Lo hacíamos por la economía y todo eso. Nosotros vivimos del boxeo. No peleaba yo y no peleaba Evelyn, así que tuvimos que salir a trabajar, otra no queda”.

Tito, su papá fue boxeador en el Chaco, hasta que llegó a Villa Gobernador Gálvez y mientras hacía trabajitos, entrenaba pibes en una Unidad Básica convertida en gimnasio, que además fue el refugio y cuna de sus hijos, ya que todos, a excepción del más pequeño, decidieron ser boxeadores: Gustavo, Daniela, Roxana, y Evelyn, de las mujeres la más chica y tan prometedora como La Bonita, pese a que lleva sólo 13 peleas profesionales. En casa, mamá Juana y el hermanito Leo, hacen el aguante.

“Yo veo que la mayoría de los boxeadores salieron a trabajar, la mayoría en albañilería. Y… pasa que un boxeador vive del boxeo y esto vino bastante complicado, bastante parado. Evelyn ya va más de un año casi sin pelear. Así que se complicó, no queda otra que salir a trabajar”, insistió Daniela al hablar de este presente y de la realidad que ofrece un deporte desconsiderado a la hora de repartir ganancias. Pese a todas las peleas que ganó y a los cinturones que hay en su casa es probable que cuando se retire no le sobre nada. “Y no, viste que el boxeo para las mujeres es bastante complicado por el tema de la economía. Nosotros estamos contentos y agradecidos con que estemos sanos y con lo poco que tenemos, no nos falta nada más”. De hecho, la casita propia a la que pudo acceder, la levantó con sus propias manos.

En Rusia, Daniela Bermúdez peleará en supergallo, razón por la cual debió subir peso. En su carrera, ostenta una sola pelea en esa categoría, la del 13 de abril de 2018, cuando fue la invitada que arruinó la fiesta en Hurlingham y en cuya pelea venció a la madre de todas las boxeadoras argentinas, a la pionera, a Marcela “La Tigresa” Acuña. Se quedó con el título de la FIB y con el homónimo de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) que estaba vacante y también se puso en juego.

Aquella noche, que terminó con caras muy largas en el bando contrario, es una de esas noches mágicas que guarda Daniela en su memoria. Contó tiempo después que lloró mucho después de esa victoria. Quizás en ese llanto estaba el camino recorrido, los años que la moldearon, los años en los que se repetía en la cabeza una y otra vez: “Quiero ser alguien en la vida”, cambiar un poco ese destino. Sin embargo, aquella noche, también fue una certeza: La Bonita no le tiene miedo a nadie. Ni a la más encumbrada boxeadora. Las argentinas, por cierto, lo vivieron en carne propia.

“Arriba del ring se ven las cosas. Estamos bien, confío”, dijo Daniela a las corridas entre la ultimación de detalles antes de viajar y aunque su rival esté invicta y tenga «lindo estilo». “Estoy contenta, igual que mi familia, voy a volver a subir al ring y estar concentrada para que salgan bien las cosas”. Es cierto. Confía. Confía mucho y tiene con qué. No va a ser la primera vez que busque romper con la lógica en escenarios boxísticos hostiles y fuertes en la rama femenina. Ya lo hizo en Japón y México con éxito. Confía. Por eso confía.