La conquista en el Maracaná, testigo de un nuevo cachetazo al orgullo del seleccionado brasileño, es además un magnífico envión para encarar el camino a Qatar 2022 con la certeza de que no fue en vano la renovación impulsada por Lionel Scaloni.

Por Emilio Coppolillo Bianco

La formidable conquista de la Copa América en Brasil, nada menos que ante el dueño de casa, significó no solo quebrar una racha negativa de 28 años sin títulos para el seleccionado mayor, sino también, y muy importante, consolidar el recambio generacional iniciado tras el pobre papel en el Mundial de Rusia 2018.

La conquista en el imponente estadio Maracaná, testigo de un nuevo cachetazo al orgullo del seleccionado brasileño, es además un magnífico envión para encarar el camino a Qatar 2022 con la certeza de que no fue en vano la renovación impulsada por Lionel Scaloni tras su inesperada designación para suceder a Jorge Sampaoli.

Cuestionado por ser un entrenador debutante y sin demasiados pergaminos como jugador, inició la tarea de oxigenar a un seleccionado a cuya vieja guardia no se le perdonó las tres finales consecutivas perdidas entre 2014 y 2016 y, aún con vaivenes comenzó una reconstrucción que contó con el fundamental visto bueno de Lionel Messi y algunos sobrevivientes como Nicolás Otamendi, Sergio Agüero y Ángel Di María, autor del gol decisivo en el Maracaná.

Scaloni y su cuerpo técnico, compuesto por figuras pasadas del seleccionado argentino como Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar, fue respaldado por la estructura de la AFA, con Claudio Tapia y César Menotti como figuras visibles.

El novel entrenador comenzó la etapa de reconstrucción apelando a una nueva generación de jugadores que como premisa tienen el atributo de la técnica individual, lo que encarnan en el medio campo Leandro Paredes, Rodrigo De Paul y Giovani Lo Celso, presentes en casi todas las convocatorias.

No es casualidad que de los 66 jugadores utilizados en este nuevo ciclo, la mitad fueran debutantes en la selección mayor.

Ese gusto por la pelota bien tratada y jugadores dúctiles para rodear a Messi se extendió al centro del ataque con la titularidad indiscutida de Lautaro Martínez, un 9 1/2 en una posición que tradicionalmente ocuparon goleadores como Gabriel Batistuta, Hernán Crespo y Gonzalo Higuaín.

Ese trabajo que asentó los cimientos del equipo se acrecentó en esta Copa América con lo que se podría denominar la etapa de la «sintonía fina», la de ubicar las piezas faltantes para que el equipo se consolide y logré cierto equilibrio entre defensa y ataque.

Y en esta etapa son nombres excluyentes Emiliano Martínez en la valla y Cristian Romero en la zaga central, dos futbolistas que debutaron en la selección albiceleste hace escasas semanas, más precisamente en el 1-1 con Chile por la eliminatoria al Mundial, y que se desempeñan en puestos clave en la columna vertebral de cualquier equipo.

En el mismo sentido, aunque no tanta firmeza, aparece Guido Rodríguez como reemplazo de Paredes en un puesto como el de volante central, que define la forma de jugar y la posición del equipo dentro de la cancha.

Además de la obtención de un título después de tantos años, 18 torneos mediante desde la Copa América de Ecuador en 1993, otro logro de Scaloni fue el salto de carácter del equipo con respecto a lo visto en recientes partidos de la eliminatoria sudamericana, con el liderazgo maduro de Messi y lo que contagian Martínez, Otamendi y De Paul, por caso.

En lo táctico se afirmó el 4-3-3 elástico que se transforma cuando se pierde la pelota en un 4-4-2 con Messi y Lautaro sueltos más arriba, similar a lo de los primeros amistosos post Mundial en el último trimestra de 2018.

Es cierto que todavía hay temas a resolver como que los goles son casi exclusividad de Messi y Lautaro, quienes marcaron 25 de los 36 en este ciclo de 34 partidos (el resto se reparte entre 24 futbolistas). También para considerar quedará la carencia de pruebas exigentes, ya qua salvo con Brasil y Alemania, no hubo competencia con los top del fútbol mundial.

También es verdad que todavía es un equipo ciclotímico, que alterna buenos y malos pasajes durante el mismo partido, al margen de los vaivenes en el marcador.

Pero no es menos verdad que lo logrado esta noche en el Maracaná es una de las mayores conquistas del fútbol argentino fuera de los Mundiales de 1978 y 1986, lo que prendió en la piel del hincha argentino, que recuperó ese «feeling» con el seleccionado argentino que se extrañaba desde el Mundial de Brasil 2014.