El DT de Colón, líder y sensación del campeonato, cuenta por qué elige aislarse. Y analiza un sistema tan caótico que te atrapa.

Mariano Verrina

Clarín.com

El entrenador del mejor equipo del campeonato no tiene WhatsApp.

Dice que no lo necesita. ¿Para qué? Si después no llegara a contestarle a alguien sería un irrespetuoso. El que quiera hablar con él que lo llame o que le deje un mensaje.

Dice también que pensó mucho antes de aceptar dar esta nota mano a mano. No recuerda cuándo fue la última vez que lo había hecho.

Arrancó terapia hace dos años. No mira programas deportivos. Menos aún le importa lo que digan de él. Lamenta haber sido demasiado joven y no haber podido disfrutar de Bielsa o aprovechar mejor al Maestro Tabárez. Creció a la sombra de su hermano futbolista y más tarde aprendió en la mesa familiar con su suegro, Carlos Bianchi.

Eduardo Domínguez, el técnico de Colón, se sienta, pide una lágrima en jarrito y habla durante más de una hora.

-¿Qué cosas del fútbol argentino te molestan?

-La hipocresía. El fútbol argentino vive en la hipocresía total, decimos una cosa y hacemos otra.

-¿Quiénes?

-Todos. Alcanza con ver fútbol para que los ejemplos aparezcan. Por eso yo me aíslo, yo estoy tranquilo. Que el resto haga lo que quiera. Lo que no me gusta es cuando los entrenadores dicen una cosa y después en la cancha se ve algo muy diferente… O no queremos que un técnico vaya de un lado a otro, pero al mismo tiempo un técnico que dice eso está hablando por atrás cuando hay un colega entrenando. Esas cosas no las entiendo. Y lo puedo decir porque sé cómo me manejo.

-Es la supervivencia del más apto.

-A ver, es algo en lo que no quiero ahondar porque no me interesa. Los periodistas tendrían que decirlo. Tenés el ejemplo de San Lorenzo y aclaro que yo no tengo nada contra San Lorenzo. Pero estaba Biaggio y fueron a buscar a Almirón: otra idea de juego. Después fueron a buscar a Pizzi, otra idea de juego. Después fueron a buscar a Soso, otra idea de juego. Y ahora está Dabove, otra idea de juego. Van de un extremo a otro constantemente. Después le caen al jugador. ¿Y dónde está la línea? A eso voy. Qué mejor ejemplo que Defensa y Justicia. La misma línea de entrenadores siempre. Con algunos les fue muy bien, con algunos mal, con otros más o menos. Pero los jugadores que van, saben a qué van a jugar a ese equipo. Y buscan jugadores de ese estilo. Entonces después pasa que se le termina recriminando al entrenador cuando hay jugadores que no encajan con su búsqueda. O le dicen al jugador “che, le estás haciendo la cama”. Pero si trabajaba de una manera y después llegó otro y la cambió, y después otra vez… El futbolista lo hace con todo esfuerzo y dedicación pero juega de otra forma. O se hizo conocido por otra forma, llegó al club por otra cosa… Dejá, es seguir dando vueltas en la calesita.

-¿Y en ese ambiente qué cosas te motivan?

-Es que crecí con esto. Nos reinventamos constantemente con adversidades que nos ponemos nosotros mismos. Y en ese sentido el fútbol argentino es hermoso. Hoy lo disfruto, el día que lo padezca haré otra cosa. Yo creo que en 2030 vamos a mirar hacia atrás y pensar “aquel ganó el campeonato de 2021. ¿Y cuál fue? El que se jugó 23 partidos. No, ese no, el de 13 partidos. No, el de 13 no, era de 12 pero después tuvo semifinales. Pero pará, no había descensos…” Nadie va a saber nada. Entonces me encantan el futbolista y el entrenador argentino porque ante estas situaciones buscamos lo mejor. Y nos motivamos y queremos ser campeones y soñamos constantemente. En el caos que es Argentina puede pasar cualquier cosa, nos envalentonamos y vamos.

-¿Qué creés que se dice de vos?

-No tengo ni la menor idea. Y la verdad es que tampoco me interesa. Si igual te van a encasillar, te van a catalogar. Yo me siento tranquilo con que el jugador que dirijo me crea.

-¿Te parece bien que un representante maneje entrenadores y jugadores en un mismo club?

-No lo sé. En mi caso no tuve representante en la mayor parte de mi carrera como jugador. Y es más, hasta mi primera etapa como entrenador de Colón tampoco tenía porque yo sentía que no había nadie que pudiera pelear mejor mi contrato que yo. No quería. Fue una decisión (NdR: lo representa Juan Berros) que me costó tomar. Hasta que un día le pregunté a mi suegro (Bianchi) qué pensaba. Y me dijo “mirá, Mourinho y Guardiola son los mejores del mundo y tienen representante”. El mundo va para ese lado. Y el entrenador tiene que desgastarse por tantas otras cosas que es mejor desligarse de ciertas cuestiones.

-¿Y vos por qué que no querías?

-No necesito que alguien de afuera hable por mí o para saber si mi equipo juega bien o no. Hay tantos medios que hablan y hablan de un entrenador o de otro. Y después se cae de maduro cuando juega el equipo, la gente lo ve.

-El problema es si las oportunidades son distintas, si siempre los mismos están en la calesita.

-Yo llegué a la final de la Sudamericana que perdimos por penales con Huracán y no tenía representante. Cuando me junté con el presidente, estaba desesperado por renovarme porque pensaba que me iba a ir. Y yo me reunía para definir la pretemporada y ver qué jugadores traer. Lo que veo es que hay entrenadores que están pasando buenos momentos y están desesperados por ver si tienen la oportunidad de ir a otro lado en vez de disfrutar el camino que están haciendo y sostener lo que lograron. No sé lo que me va a deparar a mí el día de mañana pero siento que no soy de esa forma, de pensar “si hago esto, por ahí puedo ir a tal lado”. No sé a dónde iré. Y por ahí el crecimiento es seguir sosteniendo una idea en un mismo lugar. Hoy veo que el plantel está bien, pero quiero llegar a que esté muy bien. Y no quiero pensar en más allá. Yo no puedo desviar la mirada porque se dan cuenta, el jugador se da cuenta.

-Cuando te llegue la oportunidad de dirigir a un equipo grande, ¿pensás que vas a tener que evaluar todo lo que lo rodea?

-¿En qué va a cambiar eso mi personalidad? En nada. Si yo no vivo de los canales que hablan de fútbol. Voy a seguir siendo el mismo. Por qué me va a cambiar el contexto. Voy por un camino que me gusta transitar de esta forma. Y si me llama el día de mañana un equipo grande me va a llamar porque lo transité de esta forma.

-A Colón siempre le falta un pasito para la consagración, ¿van por eso?

-No. Hay que sostenerse. Me acuerdo que cuando en el primer ciclo clasificamos a la Sudamericana, me reuní con el presidente y él me decía: “bueno, ahora hay que entrar a la Libertadores”. No, lo que hay que hacer es volver a entrar a la Sudamericana. En la primera se aprende y en la segunda se compite. Hay que ser conscientes de dónde estamos y cómo está el grupo. Nosotros quedamos afuera de Copa Argentina y por cómo estamos en el torneo la verdad es que nos desviaba mucho la atención. Queríamos ganar, obvio. Pero ahora tenemos todos los focos en esto, en sumar puntos. Y no obsesionarnos porque en un abrir y cerrar de ojos se va todo al carajo.

El ejemplo de Alex Vigo y los millones de Beckham

-¿Cómo es seguir de atrás a un hermano que se dedica a lo mismo vos y que va cumpliendo los sueños que soñás vos?

-En muchas cosas me ayudó. Pero fue difícil. Yo era “el hermano de”. No era Eduardo, era Eduardito, el hermano de Federico. Y me costó mucho asumir mi personalidad. En mi casa también pasaba: “Bueno, Edu, ya va a llegar, paciencia”. Hay una sombra inconsciente que se genera sin querer. Y recién salí de ese lugar cuando fui a jugar a Colombia (Independiente Medellín 2006/2007). Ahí yo era el extranjero, era Domínguez, no era más Eduardito ni el hermano de Federico. Y ahí hice el click. No había nadie que me apañe ni ninguna sombra. Y lo hice de grande, eh. A veces los cambios se los exigimos a los jóvenes y uno no sabe cuándo pueden darse.

-También jugaste en la MLS, ¿cómo era esa liga en 2008?

-Recién arrancaba todo, eran 13 equipos. Y había un desbalance total. En nuestro equipo (Los Ángeles Galaxy) estaba un ícono del fútbol mundial como Beckham, el capitán de la selección estadounidense, Donovan y después tenías chicos universitarios que tenían que comer en el club, que vivían de a tres en un departamento y firmaban un contrato por 500 dólares mensuales mientras Beckham cobraba 50 palos. Pero la Liga fue pisando firme y siempre para adelante.

-¿Qué te gustó de esa experiencia?

-La cultura americana, criticamos muchas cosas, pero nos encanta. Y al deportista le dan todo. Seas jugador de béisbol, de fútbol, de básquet. Como te ofrecen todo, te lo exigen. Y esa exigencia es genial. Sí, te pagan al día, tenés lo que quieras a disposición, pero tenés que ganar, te lo exigen, y me parece fantástico. Si no estás a nivel, te sacan y buscan a otro.

-En Argentina a los juveniles también se los exige al máximo pero en un contexto mucho más hostil.

-Te cuento lo que me pasó una vez con Alex Vigo (hoy en River). Lo tuve en mi primer proceso, lo subimos a Primera. Les dimos el fin de semana libre y el lunes volvimos a entrenar; él tenía 18, 19 años. Terminamos la práctica y a los más jóvenes les hicimos un trabajo aparte. Y Vigo pidió salir porque le dolía la espalda. Yo pensaba, “pero cómo puede ser, si estuviste todo el fin de semana en tu casa, libre”. Y nos enteramos que había estado haciendo la losa con el padre. Había trabajado todo el fin de semana. Y ahí dijimos “qué boludos que somos”. Eso tiene el fútbol argentino.

-Muchas veces ni se llegan a detectar esos casos.

-El club exige venderlo en equis cantidad de plata pero no lo cuidamos cuando lo tenemos en inferiores. O cuando lo suben a Primera. ¿Dónde vivís? ¿Con quién vivís? ¿Qué comés y qué no comés? ¿Necesitás que te demos las viandas? Hay que entender el contexto. Por más que el chico viva con su familia esto es nuevo para él. Un jugador que hoy es titular vive con su pareja y no le alcanza para pagar el alquiler porque recién firmó su primer contrato. Hay que entender eso. Pero todos los queremos vender en no sé cuántos millones de pesos. Eso es el fútbol argentino.

-Hay espacio para hablar de estas cosas en un vestuario.

-Sí, siempre. Porque el fútbol es un todo. Juegan personas que son futbolistas. Tenemos que entender a quién estamos entrenando y saber cómo exigirle. No siempre hay que hablar de fútbol.

-¿Qué cosas de las que vos viviste como juvenil no se repiten ahora?

-A mí al principio me costó mucho. Y no podemos hacer lo mismo que hace 25 años. Antes te imponían las cosas como un castigo: “Vos no lo podés tocar al grande, vos no le podés debatir al grande”. Ahora se debate todo. Y me parece bárbaro, pero ojo, con respeto. Porque cuando las cosas no vienen bien le van a exigir a la estrella, al grande, y él te va a cubrir si vos le tenés respeto. Creo que hay que cambiar las formas pero no la base, el ADN.

-¿Cómo es ser un pibe y que tu técnico sea Bielsa?

-Yo tuve la mala suerte de tenerlo de chico y no entendía nada. Le tenía miedo, te gritaba. No quería ni que me mirara. Ir a entrenar y que haya líneas por todos lados, los gritos y la exigencia física… Estás cansado y el tipo te dice: “Las últimas 50 pelotas”. O decía: “Hoy hacemos fútbol” y nadie quería hacer fútbol. Eran tres bloques de 7 minutos nada más, 21 minutos de entrenamiento. Nadie quería. Llegabas a un momento en que no veías, te lloraban los ojos. Pero Bielsa cambió al fútbol argentino, le dio su impronta, su creencia. Por algo tantos entrenadores siguen su línea. En ese momento, cuando yo lo viví, nos impactaba porque nadie estaba acostumbrado a eso. Por algo revolucionó todo. Me hubiera gustado tener de más grande a muchos de los técnicos de mi carrera.

-¿Por ejemplo?

-Bielsa, obvio. A Cappa lo tuve en las dos etapas, de joven y de grande. Entonces pude apreciar mejor qué buscaba, qué quería. Al Maestro Tabárez, a Bauza… Me perdí cosas por ser joven. Me las perdí. Cuando sos joven te dicen algo y lo hacés, no lo procesás. Por eso vuelvo a la cuestión: no sé si es por las formas pero antes te decían lo que tenías que hacer y uno iba y lo hacía por más de que estuvieras de acuerdo o no. Hoy si yo quiero generar un cambio en un jugador, quiero enseñarle, quiero darle mis fundamentos, mis motivos. A mí no me lo enseñaron. Por ahí podía haber sido mucha más rica mi cabeza si me fundamentaban las cosas. Es una forma de vida. Por eso me queda la bronca de no haber podido explotar a grandes entrenadores que tuve pero no aproveché. Hoy si un jugador no incorpora lo que yo quiero no le voy a echar la culpa. Soy yo el que tiene que saber cómo llegarle, de qué manera transmitirles las cosas, a uno será de una forma, a otro será de otra. Pero la enseñanza tiene que estar presente porque si no les va a pasar lo mismo que me pasó a mí.

-No te gusta dar notas, transitás con un perfil bajo. ¿Cómo convivís con la exposición?

-Con naturalidad. Y buscando mis espacios y mis rincones en mi vida. No soy de exponerme. Y me da tranquilidad vivir de esa forma. Mi exposición es fin de semana a fin de semana. Yo busco resguardar mi privacidad, si igual van a hablar de mí en base a lo que ven. Uno se cansa. En mi casa puedo ver fútbol, pero los partidos, no veo los programas de entretenimiento de fútbol.

Un trabajo estresante en el que todos quieren entrar

No hubo espacio para el vacío del día después. A los 36 años y después de 19 años como futbolista, pasó de ser compañero a ser técnico. Colgó los botines en Huracán y al día siguiente se puso el buzo de entrenador en reemplazo de Néstor Apuzzo, quien había comandado al plantel campeón de la Copa Argentina y la Supercopa.

Ahí arrancó su camino. Y el desafío salió bien. Incluso dice que tenía ganas de seguir en el Globo después de un año en el que el equipo fue subcampeón de la Sudamericana (perdió ante Independiente Santa Fe, en 2015) y jugó la Libertadores. Pero sus diferencias con el presidente Alejandro Nadur lo eyectaron del club.

Su primer ciclo en Colón duró dos años: 70 partidos, contando torneo local, Copa Sudamericana, Copa Argentina y Copa Santa Fe, con 29 triunfos, 22 empates 22 y 19 derrotas.

El paso en falso, antes del segundo ciclo en Santa Fe, llegó en Uruguay donde dirigió a Nacional apenas ocho encuentros en menos de tres meses a principios de 2019.

Ahora comanda al equipo de mejor rendimiento en el torneo: en la Copa de la Liga Profesional cosechó 19 de los 21 puntos en juego, lidera con comodidad su zona y se encamina hacia las semifinales en busca de la primera estrella en la historia sabalera.

-¿Cómo fue pasar de un día para el otro de ser jugador a ser técnico?

-Raro. Muy raro. Y te ponés a ver qué cosas positivas y negativas hay. Y había un montón de cada lado. Pero algo en mi interior me tiraba para adelante. En mi cabeza, si lo pensaba, era para decir que no. A todos los que les preguntaba me decían que no era momento, incluso algunos jugadores, que eran mis compañeros, y me decían “yo no sé si creer en vos, no sé qué vas a hacer”. Yo ya me estaba por retirar y después podía analizar la situación con tranquilidad. Pero algo adentro mío dijo que sí.

-¿Y entonces?

-El primer día fue rarísimo. Estaba yendo al mismo lugar pero a otro vestuario. Yo les tenía que explicar los trabajos… Medio entre risas les decía: “Muchachos, va a ser raro hoy, va a ser raro mañana, pero va a depender de las dos partes. Somos esto ahora”. Y por suerte nos salieron las cosas bien.

-A la distancia, ¿sentís que hubiera sido mejor otro tipo de transición?

-Es que no lo sabés. Depende de la persona y de los momentos. Una vez, hace poco, en un vuelo de regreso desde Europa me encontré a Forlán. A mí me acababan de sacar de Nacional y él me preguntó si yo estaba preparado para ser entrenador porque él estaba con dudas y tenía ganas de empezar. Y yo le dije que no, que no sabía, que fue el tiempo lo que me fue marcando si yo estaba preparado o no. ¿Cuánto hay que prepararse? El día a día te marca muchas cosas que los libros no te dicen. Yo puedo hacer cursos, perfeccionarme, charlar con buenos entrenadores, pero a mí no me van a dar una fórmula y listo, con eso me va a ir bien. Tengo que ser yo. Por ejemplo, si ahora me preguntás, ¿estás preparado para dar otro paso, para ir a tal lado? No lo sé. Lo voy a saber si tengo ese fuego adentro que me lleva a ir para adelante.

-Hay mucho vértigo en la profesión.

-Es que esto depende del día a día. Uno piensa que está preparado y después no te llama nadie porque te estancaste. Esto es muy cambiante, viene gente de abajo constantemente a querer superarte, a querer estar. Es un trabajo muy estresante en el que muchos quieren estar y pocos estamos. Es muy difícil de sostenerse. Yo en un momento era de la nueva camada. Y ahora hay otros chicos que vienen asomando fuerte. Entonces ya está, ya pasó. Yo tengo que validar constantemente qué es lo que quiero, cómo lo quiero, cómo lo busco. El tema es sostenerse. Crecer. Y los que lo logran son pocos.

-¿Costó cicatrizar el subcampeonato de 2009 con Huracán?

-Sí, ya está. Les pasó a tantos equipos… Jugaba bien ese equipo. Ojo, Vélez merecía campeón también, eh. Lo que pasa es que la definición se vio envuelta en un montón de cosas muy marcadas y muy notorias. Pero ya está. Si me hubiese quedado con eso no habría disfrutado lo que vino después. Pude ascender con Huracán, pude ser campeón con Huracán: ganamos Copa Argentina, la Supercopa. No hay que vivir del pasado. Quiero vivir del presente y de lo que viene, si no que enseñanza les doy a mis hijos.